Scarlett
Saqué a relucir mis largos colmillos. Acerqué la palma de mi mano a mi boca e incrusté con fuerzas mis dos afilados dientes en lo alto de ella. El gemido murió en lo profundo de mi garganta mientras deslizaba el dorso hacia arriba, desgarrando la piel. Alejé mi boca cuando noté el sabor de la sangre.
Dirigí mi mano herida hacía el bote de cristal que tenía sujeto en la otra y dejé que el líquido carmesí fuera llenándolo poco a poco. Apreté con fuerza mi palma, acelerando el flujo.
No había llenado ni un cuarto del frasco cuando noté que la herida en mi mano se cerraba, producto de la habilidad vampírica de nuestra sangre por regenerar el daño causado en nuestro cuerpo. Observé con atención mi palma. No había siquiera una mínima señal del desgarro que yo misma había ocasionado. ¿Por qué no podía ser así también con las heridas que otro vampiro nos infligía? ¿Por qué estas tenían que dejar unas horribles cicatrices blanquecinas?
Repetí el proceso tres veces más hasta que el cristalino recipiente estuvo casi lleno. Le coloqué el tapón para que, en uno de mis torpes movimientos, no lo tirara y mi sangre terminara desperdiga por la tarima de mi habitación.
Escondí el frasco enrollándolo dentro de la chaqueta que tenía sobre mi cama y me dispuse a terminar de arreglar mi mochila. Ya había guardado, prácticamente, la poca ropa que tenía y el otro par de zapatos que no estaba usando. Doblé el pijama, el cual había cambiado por los claros jeans vaqueros que llevaba y el jersey blanco de lana de mangas acampanadas. El abrigo abultaba demasiado, así que había decidido llevarlo puesto, aunque los vampiros no sintiéramos ningún cambio de temperatura entre el interior cálido de un edificio y el frío del otoño en las calles.
Guardé las últimas prendas de ropa y los pocos productos de higiene de los que disponía. Me colgué el abrigo sobre mi brazo, teniendo cuidado de que el bote quedara pegado contra mi costado para que nadie lo viera. Me dirigí hacia la puerta, lista para bajar a la planta principal donde Nancy me estaba esperando. Pero, antes de eso, le eché un rápido vistazo de nuevo a la habitación que había sido mi hogar por veinte años.
Las paredes blancas, con el color desgastado por el paso del tiempo, contrastaban con las sábanas de la metálica cama. Junto a esta había una ventana que daba justo al patio interior de la institución donde podía escuchar a alguno de los niños pequeños jugar. Seguido a esta, en la pared frente a la cama, había un pequeño armario de madera astillada donde había ido guardando la ropa que Nancy me compraba.
Y eso era todo.
Mis veinte años de vida en esta habitación se habían reducido a la simple monotonía y aburrimiento. Cuando venía del colegio, solía tirarme en la cama a observar el techo y, pasadas un par de horas, cuando sentía mi vista nublarse debido al abundante color blanco, me alzaba y observaba por la ventana al resto de mis compañeros hasta que Nancy aparecía por la puerta con una bolsa de sangre del tipo AB, mi favorita, para alimentarme. Luego, cuando se aseguraba de que el resto de los niños estaban en sus camas, volvía a mi habitación y comenzaban mis clases vampíricas. Ella se había encargado de instruirme sobre nuestro mundo, sobre lo que éramos capaces de hacer y el motivo por el que debíamos escondernos de la sociedad.
Nunca había puesto en duda todo lo que ella me explicaba. Nunca, hasta hacia cosa de un mes, cuando Nancy y yo salimos a comprar comida para reponer tanto la alacena como el frigorífico. Habíamos caminado en dirección a la zona comercial por el mismo lugar donde aquel
Ocurrió lo mismo que en aquella ocasión. En la calma de una calle desolada, sin ningún transeúnte, mi mente dibujó la imagen de un hombre que se dirigía a toda velocidad en nuestra dirección, con el brazo alargado frente a él, mostrando sus afiladas garras. Pero, no se dirigía hacia mí. Con un rápido movimiento, agarré el brazo de Nancy y tiré de él en mi dirección, tratando de evitar que la mano de aquel sujeto perforara la espalda de mi cuidadora y le arrancara el corazón. No fui lo bastante rápida para evitar lo que sucedió a continuación.
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𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃𝐁𝐎𝐔𝐍𝐃: 𝑺𝒉𝒂𝒅𝒐𝒘𝒔 𝒐𝒇 𝒕𝒉𝒆 𝒏𝒊𝒈𝒉𝒕 | ENHYPEN
FanfictionSiete dioses les encomendaron la misión de proteger a la vampira original, confiriéndoles poderes extras para llevarla a cabo. Se habían convertido en sus caballeros y llevarían a cabo su cometido. ⚜️⚜️⚜...