Cuenta la leyenda que los vampiros, también conocidos en latín como vampyrus o en nórdico antiguo como draugr, surgieron de la necesidad de la gente de personificar la oscuridad y las sombras en personas que se encargaban de representar los instintos e impulsos humanos reprimidos más primitivos, conocidos entre los humanos como los siete pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza.
A estos seres se les conocía por sus innegables deseos de obtener sangre como parte de su estricta y escasa dieta, convirtiéndose en su fuente de poder y siendo esta un vehículo para la supervivencia de sus almas. Ante su imposibilidad de morir por causas naturales, esto terminó convirtiéndolos en inmortales y reforzando a su vez sus instintos de supervivencia.
La oscuridad de estos se empezó a asociar también con los murciélagos, animales mamíferos quirópteros filostómidos y nocturnos, que, al igual que los vampiros, se nutrían de la sangre para mantenerse con vida. Debido a ellos empezaron a surgir rumores como que los vampiros solo atacaban por las noches (puesto que la luz solar les hacía convertirse en polvo) y que la única forma de protegerse contra ellos ya que ellos odiaban este alimento más que nada en el mundo.
Además de esas invenciones, la población alrededor de todo el mundo empezó a especular que todos los de esta especie se convertían en murciélagos llegada la medianoche porque, de esa forma, les era más sencillo colarse en las viviendas de los mortales y, por eso, empezaron a recubrir las puertas y ventanas de sus casas con ramilletes de este condimento para poder repelerlos y conservar sus vidas.
Cuan equivocados estaban.
Puesto que nada de aquello era cierto.
La única verdad que se podía sacar de todo ello era que las leyendas y los mitos siempre provenían de hechos reales, y lo mismo ocurría con este. Pero la humanidad fue transformando la historia con el paso de los siglos, alejándose demasiado de la realidad.
Remontando hasta la dinastía Ptolemaica todo el mundo puede recordar a Cleopatra, la última gobernante del Antiguo Egipto. De una inconmensurable belleza, ella fue la primera vampira que existió en la crónica. Su piel pálida y sus finos rasgos, como si hubiera sido cincelada por los mismos dioses, conseguían que sus súbditos obedecieran todas sus órdenes como si estos estuvieran hipnotizados por ella.
Lo que muchos de ellos no supieron nunca fue que, debajo de esa hermosa sonrisa de labios rosados y mullidos se escondían unos largos y afilados colmillos que tenían tendencia por la sangre humana. Cada día llamaba a uno de los civiles para que acudiera a sus aposentos donde ella incrustaba sus afilados colmillos en el cuello, drenando su sangre y matándolos a los pocos segundos.
Muchos de los ciudadanos nunca volvieron a sus hogares con sus familias, quienes siguieron esperando a que algún día volvieran, pero muchos otros encarcelados y convertidos en su fuente alimentario o bien fueron convertidos en vampiros por ella, consiguiendo así un nuevo entretenimiento en su tediosa y larga vida.
Así fue como, gracias a su aportación, empezó a crearse la raza draugr, que se extendió por los siete continentes con el paso de las décadas. De esa forma, los vampiros empezaron a convivir entre los mortales, ocultándose de ellos y alimentándose a su costa cuando les era necesario.
Hasta que un día, artos de tener que ser sus marionetas y cumplir cada una de sus órdenes y caprichos, emboscaron a Cleopatra. Descubrieron que lo único capaz de matar a un vampiro era clavarle una estaca de fresno en el corazón, deteniendo así el riego de la sangre a través de él, incendiando su cuerpo y convirtiendo su cuerpo en nada más que polvo.
Guardaron sus cenizas dentro de un sarcófago encerrándolo dentro de una de las pirámides, pensando que por fin se había terminado la pesadilla en la que habían sido obligados a vivir y de la que, debido a su nueva condición como vampiros, ya no podrían escapar. Su nuevo destino había sido forjado. Muerta la primera vampira era imposible que siguieran bajo su yugo y que convirtiera a más personas en lo que ellos eran. No querían que nadie más tuviera que vivir de la forma en que ellos se habían visto obligados a hacerlo.
Pero, aunque Cleopatra estuviera muerta, el veneno de sus colmillos estaba impregnado en los de cada uno de ellos. Estos ahora también eran capaces de convertir a humanos en vampiros si no tenían cuidado, con lo cual la eliminación de su reina fue, a simple vista, inútil. Y, si bien ella había sido asesinada a manos de la raza que ella misma había engendrado, su alma no lo había hecho y observaba con resentimiento desde los cielos a sus creaciones en lo que buscaba un nuevo cuerpo que habitar.
Ninguno había sido consciente de ese pequeño detalle.
Ninguno lo sabía en aquel entonces.
La vampira original no podía morir.
Siempre volvería a la vida en otro cuerpo.
Y la misma historia empezó a repetirse vida tras vida.
Cleopatra encontró nuevos cuerpos en los que habitar (no le importaba que fueran vampiros o humanos) y seguir, así, proliferando su raza. Las veces en las que entraba en cuerpos mortales, estos terminaban, de alguna forma, desarrollando genes vampiros. Pero, sus creaciones, los draugr que ella había creado con el paso del tiempo, siempre terminaban encontrándola, reconociendo en cada persona en la que residía su característica aura dorada, y una estaca de fresno terminaba decorando su pecho.
Después de su última muerte, la decimoquinta Cleopatra, fue mucho más cauta a la hora de elegir su siguiente cuerpo. Barajó chicas de diferentes razas, etnias y nacionalidades hasta que, un día, sus ojos se posaron sobre una bebé, de apenas unos meses de vida, que había sido abandonada a las puertas de lo que parecía ser un orfanato. La pequeña portaba entre sus pequeñas manos una carta.
La niña no dejaba de llorar, sintiéndose desconsolada al hallarse sola sin sus padres.
El alma de Cleopatra, una pequeña bola de luz blanca, que no era percibida por el ojo humano ni por el sobrenatural, voló hasta posicionarse junto a ella. Observó a la diminuta criatura retorcerse entre las mantas con las que estaba cubierta.
—Tú serás mi nuevo recipiente —declaró al aire.
Sin nada más que decir, se lanzó hacía el cuerpo de la bebé, introduciéndose de forma Maica e indolora bajo su pecho, quedando sellada allí en una especie de hibernación, recuperando sus fuerzas y poderes. Dentro de la pequeña, sintiendo el poder que emanaba su aura, supo que había hecho la mejor elección de todas al elegirla. La niña tenía genes vampíricos, por lo que su propia esencia quedaría eclipsada por la de ella y sería más difícil que la encontraran (al menos, y esperaba Cleopatra, hasta que la chica fuera lo bastante mayor como para poder defenderse de cualquier peligro).
En la parte superior derecha de la espalda de la niña, justo en el omoplato, empezó a surgir una marca con forma de dos pequeñas serpientes entrelazadas, una blanca y otra negra, la marca que caracterizaba a la reina egipcia.
Desde ese mismo momento, Cleopatra quedó oculta en el interior de la pequeña hasta que fuera su hora de despertar y hacer arder, de nuevo, el mundo bajo sus manos. Enviaría a todos a visitar las entrañas del infierno de la misma forma en que su raza lo hizo con ella.
ESTÁS LEYENDO
𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃𝐁𝐎𝐔𝐍𝐃: 𝑺𝒉𝒂𝒅𝒐𝒘𝒔 𝒐𝒇 𝒕𝒉𝒆 𝒏𝒊𝒈𝒉𝒕 | ENHYPEN
FanfictionSiete dioses les encomendaron la misión de proteger a la vampira original, confiriéndoles poderes extras para llevarla a cabo. Se habían convertido en sus caballeros y llevarían a cabo su cometido. ⚜️⚜️⚜...