Capítulo 5

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Malina, de apenas ocho años, se adentraba en una emocionante partida de escondidas. Su risa juguetona llenaba cada rincón de la antigua mansión con una alegría contagiosa. El aire resonaba con el alboroto infantil mientras ella contaba en voz alta.

— ¡Listos o no, aquí voy! —anunció Malina con una risita traviesa al concluir la cuenta. Sus pasos ligeros y llenos de entusiasmo la llevaron por los pasillos más largos de la casa. Su objetivo, Oliver e Isabella, ocultados en algún escondite secreto.

Los segundos pasaban poniéndola nerviosa, hasta que un murmullo tenue y misterioso llegó a sus oídos curiosos. Deteniéndose en seco, Malina inclinó la cabeza, tratando de descifrar las palabras que flotaban en el aire. Sintió una mezcla de asombro y emoción mientras escuchaba a Oliver hablar en voz baja en una de las habitaciones.

La sonrisa pícara se amplió en su rostro, convencida de que había hallado el escondite de Oliver junto a Isabella. Siguió la voz hasta que llegó a una de las puertas entreabiertas. Entonces, con un gesto decidido y lleno de triunfo, empujó la puerta con rapidez y entró en la habitación.

La visión que se desplegó ante sus ojos fue como una suave brisa que apagó su chispa inicial. Solo Oliver estaba allí, sus grandes ojos azules se abrieron de par en par ante la sorpresa de ser descubierto. Malina lo miró perpleja, su mente tratando de unir las piezas de un rompecabezas que no encajaba.

— ¡Te encontré! —exclamó Malina, su voz cargada de diversión y un toque de confusión. No había rastro de Isabella, y la habitación parecía resonar con un silencio inquietante.

Oliver frunció el ceño, sus mejillas enrojeciendo un poco mientras balbuceaba una respuesta nerviosa.

—Eh... ¿me encontraste? ¡No es justo!

— ¿Con quién estabas hablando? —le preguntó, con un tono de complicidad y sospecha juguetona.

—Con las pequeñas criaturas —la respuesta de Oliver resonó en el aire como un eco de un mundo oculto y fascinante.

Malina no pudo evitar reírse, la risa burbujeante llenando el espacio con una mezcla de asombro y diversión. Sacudió su cabello con una risa cómplice, como si estuviera despejando las telarañas del misterio que Oliver había tejido con sus palabras.

— ¡Tienes una imaginación tan grande como el cielo! —exclamó con cariño mientras lo tomaba de la mano y lo guiaba fuera de la habitación.

Malina hubiera deseado seguir sosteniendo su mano, hubiera deseado seguir bromeando sobre su imaginación y sobre lo tonto que era la idea de unas supuestas pequeñas criaturas. Pero la realidad la azotó con fuerza y con el corazón casi saliendo de su pecho había despertado.

El sueño se desvanecía lentamente, pero su corazón aún latía con una intensidad frenética. Parpadeó varias veces, tratando de ajustarse a la realidad que se extendía ante ella: las paredes familiares de su dormitorio, la suave luz que se filtraba a través de las cortinas entreabiertas.

Con un esfuerzo consciente, se obligó a inhalar profundamente, llenando sus pulmones de aire fresco. A medida que su respiración se iba calmando, Malina dejó escapar el aire lentamente, como si estuviera liberando las preocupaciones que habían plagado su mente durante la noche.

Con determinación, Malina apartó las sábanas y se sentó al borde de la cama. Cerró los ojos y dejó que su mente se liberara, permitiendo que pensamientos más serenos fluyeran hacia ella. Finalmente, cuando lo logró, salió de la habitación que amenazaba con atraparla.

La casa estaba en silencio cuando se decidió por salir de la cama, supuso que no había nadie en casa, pero apenas dio un paso a la cocina la dulce voz de Martha la saludó con alegría.

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