Capítulo 18

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Malina se paró frente al espejo, observándose con una mezcla de ansiedad y deseo de perfección. Sus ojos recorrían cada centímetro de su reflejo, buscando imperfecciones que solo ella parecía ser capaz de notar. Acomodó su cabello una y otra vez, doblando el cuello de su blusa con precisión quirúrgica y alisando su falda con gestos nerviosos.

"Te ves linda. Isabella pensará lo mismo"

Las criaturas murmuraban halagos y elogios mientras un cosquilleo furioso se apoderaba de ella, una mezcla de negación y enfado. No podía aceptar la idea de que esas entidades estuvieran de su lado. Se negaba rotundamente a permitirles estar de su lado.

—Salgan de mi mente tontas criaturas.

En ese instante, la furia que se había encendido en su interior se disipó de repente al escuchar los golpeteos en la puerta. Con un suspiro, abandonó el espejo y se dirigió hacia la entrada. Sabía quién estaba al otro lado, era Isabella.

Al abrir la puerta, una radiante sonrisa iluminó los labios de Malina. Al otro lado, Isabella se hallaba completamente cautivada, balbuceando ante lo que parecía ser un elogio. Un cálido fulgor ascendió por el pecho de Malina, una satisfacción palpable al reconocer el esfuerzo de horas dedicadas ante el espejo.

—Te ves hermosa —articuló finalmente, mientras el rubor en sus mejillas intensificaba la incoherencia previa, otorgándole un matiz más vibrante.

—Gracias, Isa —Malina cerró la puerta de su habitación, y Isabella retrocedió ante la nueva proximidad.

— ¿Lista? Los chicos ya nos esperan abajo —Isabella seguía nerviosa, provocando una risa en Malina, quien, para aliviar la tensión, tomó la mano de Isabella y la condujo escaleras abajo—. Espera, no veo bien, vamos a chocar.

Deteniendo la rapidez de sus pasos, Malina se percató de la oscuridad que envolvía la casa. El agarre en la mano de Isabella se fortaleció, y la morena pareció darse cuenta.

—¿Intentas vengarte por lo de la silla? —bromeó Isabella—. ¡Fue un accidente!

—Si no te callas, nos descubrirán —susurró Malina, instándola a bajar la voz.

— ¿Pusiste seguro en tu habitación esta vez? No me importaría dormir contigo otra vez.

Agradeciendo la oscuridad que ocultaba sus mejillas arreboladas, Malina comprendía que Isabella solo jugaba. Resultaba tierno y molesto a la vez que la morena se burlaba de ella. Lo que Isabella no anticipaba era que ambas podían participar en ese juego.

Malina logró divisar uno de los antiguos sillones y, con una sonrisa pícara, atrajo a Isabella hacia él. Un pequeño grito escapó de los labios de Isabella, pero se desvaneció al instante en cuanto tomó asiento en el viejo sillón, quejándose ligeramente por el dolor. Con una preocupación fingida, Malina se acercó a ella y tomó su pierna, acariciando suavemente la zona donde se había golpeado.

— ¿Estás bien? ¿Duele mucho? ¿Debería traer hielo?

Isabella no se dejó engañar y apartó la mano de Malina con un manotazo, mientras esta se retiraba entre risas.

—Eres una tonta, ¿lo sabías?

En medio de la penumbra, Malina experimentó un cosquilleo que recorrió su cuerpo como una corriente eléctrica. Una valentía y atrevimiento inusitados invadieron su ser, despojándola momentáneamente de cualquier control sobre sus acciones. Con una pequeña sonrisa dibujada en sus labios, se aproximó a Isabella, quien hasta ese momento había llevado una máscara de enojo en su rostro.

Con voz suave, apenas audible en la quietud de la noche, Malina rompió el silencio.

—Soy la tonta que te gusta, ¿no? —la pregunta flotó en el aire, creando una tensión palpable. Isabella, dejó atrás la expresión enfurecida, y un brillo singular iluminó sus ojos oscuros.

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