Daniel llegó corriendo hacia Malina, quien yacía en el suelo, un mar de vestigios rotos de cristal y metal se extendía a su alrededor. El candelabro antiguo y colosal yacía destrozado en el suelo, un testigo silente de un accidente inesperado. Sus ojos se abrieron con una mezcla de sorpresa y shock al presenciar el desastre en el que se encontraba.
Sin dudarlo, levantó a Malina con cuidado, asegurándose de que estuviera bien, sin rastro de heridas en su frágil cuerpo. La respiración agitada de Daniel se calmó cuando comprobó que su hija no había sufrido daño alguno. La preocupación inicial que inundó su mente se disipó como el humo de una vela apagada.
Después de asegurarse de que Malina estaba a salvo, su mirada se dirigió hacia Eleonor, su esposa. El alivio inundó su ser al ver que su amada también se encontraba ilesa. Con pasos rápidos pero cuidadosos, se apresuró hacia ella y la levantó delicadamente, verificando que todo estuviera en orden.
Mientras tanto, Malina, aturdida por el repentino caos y la falta de contacto de su padre, observó a sus padres con ojos grandes y asombrados. La realidad se le hizo patente, y se dio cuenta de que seguir ignorando a las criaturas ya no sería tan fácil como lo había sido hasta ahora.
Isabella entró en la sala justo después de Daniel, su mirada curiosa pronto se convirtió en una expresión de sorpresa al ver el caos que se había desatado. Martha, se unió al grupo justo después, sus ojos se posaron en el candelabro destrozado antes de volverse hacia los presentes.
— ¿Qué ha pasado aquí? —preguntó, su voz calmada pero llena de preocupación.
—Se cayó — dijo Daniel, señalando el candelabro—. Fue un accidente.
Mientras tanto, en medio de la confusión y la preocupación, las manos suaves de Isabella buscaron las de Malina. Sus ojos, llenos de preocupación, se encontraron con los de Malina, buscando alguna señal de herida o dolor.
— ¿Estás bien? —preguntó Isabella en un susurro preocupado.
Malina, sin embargo, apenas pudo asentir. Aunque Isabella estaba ahí, con su cuidado y su preocupación evidentes, algo en Malina se retorcía. Los sentimientos oscuros y negativos que habían provocado la crisis en su interior volvieron como una marea implacable. Sintió un nudo en el estómago y una opresión en el pecho. La cercanía de Isabella, su tacto suave y cariñoso, solo sirvió para aumentar la sensación de desesperación que la envolvía.
Entonces, en un acto impulsivo, Malina se separó rápidamente de Isabella, apartándola bruscamente. Los ojos de Isabella, una vez llenos de preocupación, se llenaron ahora de confusión y herida. Malina, incapaz de soportar la mirada de Isabella, apartó la vista, sintiéndose atrapada en un torbellino de emociones.
Eleonor notó la curiosa interacción entre Malina e Isabella. Sus ojos, agudos como siempre, se posaron en la escena con atención. Malina, con gestos evidentes de malestar, alejó a Isabella de sí misma con brusquedad. Eleonor se inquietó al ver la expresión preocupada en el rostro de su hija, por lo que decidió intervenir.
— ¿Estás segura que estás bien, cariño? —preguntó Eleonor, su voz llena de inquietud.
Malina asintió, aunque su rostro mostraba signos de fatiga y agotamiento.
—Solo quiero descansar un poco. Ese candelabro casi me cae encima.
Eleonor asintió comprensiva, aunque aún mantenía su mirada escrutadora.
—Está bien, cariño. Sube a tu habitación y descansa. Si necesitas algo, estaremos aquí.
Malina obedeció a su madre y subió las escaleras. Todos los ojos la siguieron mientras desaparecía. Una vez dentro, cerró la puerta y comenzó a caminar de un lado a otro, incapaz de encontrar una solución a sus problemas. Se llevó la mano a la cabeza, sintiendo el dolor de cabeza que comenzaba a apretar en sus sienes.
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Pequeñas Criaturas
Bí ẩn / Giật gânEn un regreso enigmático al hogar que una vez conoció, Malina despierta los recuerdos ocultos de una tragedia que destruyó su familia y dejó su corazón sumido en la oscuridad. Las sombras del pasado acechan cada rincón, atormentándola con su persist...