Capítulo 6

1.9K 124 24
                                    

— ¡Mamá! —resonó la voz temblorosa de una Malina de 8 años, llena de angustia y temor.

Su madre, un torbellino de preocupación, acudió a su llamado con pasos rápidos y corazón acelerado. Al entrar a la habitación, sus ojos se abrieron en sorpresa ante el rostro aterrorizado de la pequeña.

— ¿Qué pasa, cariño? —preguntó su madre, tomando sus manos con ternura. Malina, con los ojos húmedos y la voz entrecortada, balbuceó entre sollozos.

— ¡Las criaturas, mamá! Están aquí... en mi habitación.

El semblante de su madre cambió en un instante, sus cejas se fruncieron y su mirada se volvió dura. Sin decir una palabra, tomó a Malina de la mano y la arrastró fuera de la habitación, a través del pasillo y hacia las escaleras que conducían al sótano del primer piso. El mundo se volvió un torbellino de sombras y emociones abrumadoras mientras ambas descendían hacia las profundidades de la casa.

El sótano se reveló en penumbras, apenas iluminado por una tenue luz que se filtraba desde una pequeña ventana. La madre señaló hacia una rendija en la pared, ahora cerrada, y con voz rígida dijo.

—Es suficiente, las criaturas no existen.

— ¡Son reales! ¡Lo juro mamá!

— ¡No es cierto! —el grito furioso de su madre la hizo callar—. ¡Te has inventado todo eso como un mecanismo de defensa! ¡Las criaturas no existen y no fueron ellos quienes se llevaron a tu hermanito, así que deja de decir tonterías!

Malina temblaba de miedo, pero se aferraba con fuerza a su determinación de no romperse en llanto. Apretó los puños y asintió, tratando de encontrar el valor para enfrentar sus temores.

Sin embargo, en ese momento, la figura imponente del padre de Malina descendió por las mismas escaleras, su rostro reflejando consternación y desconcierto. Malina no pudo resistirse más y corrió hacia él, sus brazos se enroscaron alrededor de su cintura con fuerza desesperada. El padre la abrazó con ternura, preocupado por la angustia de su hija.

Las palabras enojadas y susurradas de sus padres comenzaron a mezclarse en un tumulto de voces incomprensibles para la mente joven de Malina. Decidió desconectarse, deslizarse hacia un lugar donde las palabras eran solo sonidos lejanos y la tensión en el aire no podía tocarla. Mientras el conflicto entre sus padres continuaba, ella cerró los ojos y se aferró a su padre, sintiendo el calor tranquilizador de su abrazo.

Pero aquel calor tranquilizador desapareció y ahora se encontraba de nuevo en la realidad.

El dolor en su mano se propagaba como llamas cada vez que Martha pasaba el algodón. El rasguño, apenas perceptible se extendía en una línea fina y cada roce se sentía como el infierno. Ella no entendía por qué, solo era un simple rasguño.

—Deja de moverte —regañó la mujer—. No sé qué hacías en ese horrible sótano, mira lo que has buscado.

Malina hizo una mueca ante el ardor del alcohol. No respondió a Martha y bajó la cabeza avergonzada, no con la mujer, si no, con la morena sentada a su lado.

Ella había cometido un desliz. Un torbellino de pensamientos, llenos de autocrítica y desprecio la invadían, un sentimiento de vergüenza se impregnaba a ella como una segunda piel. No quería sentir lo que sentía, no quería sentirse segura junto a Isabella.

— ¿Duele mucho? —el cálido aliento detrás de ella la puso nerviosa.

—Solo un poco —su cuerpo estaba en alerta, tensa y ansiosa.

—Pues ya está —Martha guardó todo su botín en una pequeña bolsa de tela—. Desaparecerá en unos días y tienes prohibido bajar otra vez al sótano —la sonrisa en su rostro indicaba que solo estaba bromeando—. No quiero tener que curarte otra vez la mano señorita.

Pequeñas CriaturasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora