La opresión en sus párpados dificultaba la gracia de abrir los ojos plenamente. Los puntos oscuros obstaculizaban la percepción de su entorno, mientras que la gélida atmósfera intentaba adormecer su cuerpo, aunque su mente se resistía. Su cabeza latía como si estuviera en las profundidades del infierno, y el simple acto de abrir los ojos la sumergía en un vértigo abrumador. Fue al intentar cerrar la mano en un gesto de dolor que notó la presencia reconfortante de alguien a su lado, velándola en su penumbra.
— ¿Mamá? —la palabra escapó de sus labios antes de que se diera cuenta de cómo la había llamado.
La cabeza, que apenas unos instantes atrás descansaba plácidamente sobre la camilla, se alzó con rapidez. Los ojos resplandecientes de Eleonor reflejaban un temor profundo y angustiante. Fue entonces cuando Malina observó a su madre presionar con determinación el botón a un lado de la camilla, y en ese preciso momento, la conciencia de su entorno le golpeó con fuerza.
Los recuerdos embistieron su mente como una desbordante estampida. Revivió su furia ante las mentiras de Isabella, su valentía al adentrarse en la guarida del lobo, las fotografías ocultas en un rincón inaccesible. No podía obviar el escalofrío que recorrió su cuerpo al recordar las manos robustas que aferraron su cabello antes de caer en la inconsciencia. Cada recuerdo previo al oscuro vacío de su mente se materializó en un estremecimiento, un miedo que la dejó más helada que el frío que reinaba en la habitación.
— ¿Cómo te sientes? —preguntó Eleonor con delicadeza, tomando el rostro de Malina entre sus manos con suavidad, procurando no causarle más incomodidad mientras evaluaba con atención el daño que parecía haber sufrido en la cabeza. Malina percibía cierta tensión en su gesto, como si contuviera el aliento; fue entonces, al llevar sus propias manos a la cabeza, cuando notó la presencia de la venda—. Deja que el doctor te examine adecuadamente. Mantén las manos quietas, ¿de acuerdo? —las manos de Malina se hallaban prisioneras en el firme agarre de su madre.
—Él —su voz se desvaneció antes de la siguiente frase—. Él —el dolor reflejado en los ojos de su madre fue tan elocuente que la hizo callar. Malina apretó los párpados con fuerza y un sollozo se escapó de sus labios.
Estuvo inmovilizada cuando Valerio cruzó el umbral de la habitación. El miedo la había dejado entumecida mientras el hombre se aproximaba, buscando acallarla. Los pensamientos agobiantes que atiborraban su mente no le permitían pensar con claridad. Temió no poder escapar del peligro; la luz filtrada desde afuera le brindó un destello de esperanza, pero cuando todo se sumió en la oscuridad, creyó que jamás volvería a abrir los ojos.
El peso de ese último pensamiento la golpeó como un cubo de agua fría, y los sollozos que siguieron no lograron extinguir el miedo aún palpitante en sus huesos.
La madre de Malina la acalló con dulzura, extendiendo sus brazos de manera delicada. En los ojos de Malina, brillaba la inocencia de una niña que buscaba refugio en el regazo de su madre, y no tardaron en manifestarse. Con un impulso ferviente, Malina se lanzó hacia los brazos que emanaban calidez y seguridad, fusionándose con ellos. El firme, aunque delicado, abrazo la sostenía con firmeza, mientras ella hundía su cabeza en el cuello de la mujer, respirando su aroma tan familiar, permitiendo que la sensación de protección la envolviera por completo.
—No hay nada que temer, mi amor —prometió su madre con dulzura, depositando besos prolongados en su cabeza—. Estás bien, estaremos bien.
—Papá ¿Dónde está papá?
Antes de que la mujer pudiera responder, la puerta de la habitación se abrió con tal ímpetu que Malina se sobresaltó y saltó de la cama. En su mirada se reflejaban la angustia y el miedo, pero la presencia tranquilizadora de su madre los disipó al instante. La visión del doctor ante ella completó la sensación de calma.
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Pequeñas Criaturas
Misteri / ThrillerEn un regreso enigmático al hogar que una vez conoció, Malina despierta los recuerdos ocultos de una tragedia que destruyó su familia y dejó su corazón sumido en la oscuridad. Las sombras del pasado acechan cada rincón, atormentándola con su persist...