Capítulo 32

357 35 5
                                    

Los ojos de Isabella se abrieron lentamente, su visión era borrosa y confusa; y apenas podía discernir su entorno. Sin embargo, el dolor insoportable que la atravesaba era inconfundible. Aturdida, dejó escapar un quejido, abriendo y cerrando los ojos repetidamente en un intento de aclarar su mente. Los recuerdos no regresaron hasta que, al intentar levantarse, sintió las cuerdas que mantenían sus manos y piernas firmemente amarradas, dejándola completamente inmovilizada.

En ese instante, su corazón pareció querer estallar y la falta de aire la envolvió. Un recuerdo vívido de Brandon y su padre acorralándola la golpeó con fuerza. En un desesperado forcejeo con las sogas, solo logró sollozar. Las lágrimas brotaban de su rostro, mientras sus quejidos de angustia y un profundo terror la rodeaban.

—¡Ayuda! —gritó, pero su voz se desvaneció al quebrarse—. ¡Ayuda! ¡Alguien, por favor, ayúdeme!

Su garganta ardía, y cada grito se desgastaba, apenas audible, Isabella no podía imaginar que lo peor estaba por venir. Lo comprendió en el instante en que vio la sombra de alguien más en la habitación: no estaba sola.

—Me temo que solo estás gastando energías, cariño —dijo Braulio, emergiendo de su escondite. Al instante, Isabella guardó silencio, mirando al hombre con una mezcla de terror y súplica

—Dejeme ir —suplicó, su voz apenas un susurro—. Por favor, déjeme ir, no diré nada, haré lo que sea, pero déjeme ir —la desesperación en su voz era tan palpable que cualquiera la podría tocar.

La habitación estaba sumida en una penumbra inquietante, y el aire, cargado de tensión, parecía vibrar con cada palabra que Braulio pronunciaba. Con una determinación sombría, se acercó a Isabella, su mirada intensa y firme.

—No puedes irte, Isabella. Aún no has cumplido con tu propósito.

Isabella sintió que su corazón se hundía, un peso abrumador que la asfixiaba. Miró a Braulio con una expresión rota, cada palabra suya resonando en su interior como un eco desesperado. ¿Cómo era posible que el hombre que la había visto crecer a ella como a tantos niños le hiciera esto? Su mente se debatía entre la confusión y la angustia.

—¿Qué propósito? —cuestionó, las lágrimas deslizándose por sus mejillas como un torrente incontrolable.

Braulio, con voz grave y un matiz de dolor en sus ojos, respondió.

—Un propósito más grande que tu vida, más grande que la mía y por el que he dedicado toda mi existencia.

El rostro de Isabella se contrajo en una mueca de desconsuelo. No entendía, no podía asimilar la magnitud de sus palabras.

—¿Es por qué soy diferente? —susurró, sus palabras saliendo como un eco de su propia inseguridad. La idea de que su amor, un amor tan puro y hermoso, fuera la razón de su cautiverio la llenaba de un miedo paralizante.

Su mente se inundó de dudas: ¿Brandon le había contado a Braulio sobre sus sentimientos? ¿Había expuesto su vulnerabilidad al mundo, haciéndola susceptible a un propósito del que no quería formar parte? Braulio movió la cabeza lentamente, su confusión reflejada en su expresión.

—No estás aquí por eso, Isabella. Estás aquí porque ellos te eligieron. Un honor que no cualquiera obtiene.

Las palabras resonaron en su mente, pero el significado se desvanecía en la niebla de su desamparo. Un honor... ¿Qué honor podía haber en ser un peón en un juego del que ni siquiera comprendía las reglas? Isabella sintió que el suelo se deslizaba bajo sus pies, la desesperación creciendo como un monstruo en su interior.

Con un sollozo desgarrador, rompió a llorar. La figura de Braulio, antes un símbolo de seguridad, ahora se había transformado en un enigma aterrador.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 14, 2024 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Pequeñas CriaturasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora