Capítulo 8

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Malina se encontraba sentada en el borde de su cama, observando el sutil frasco de pastillas que llamaban a tomarlas. Desde aquel día en que escapó de la fiebre que la había mantenido en cama, algo había cambiado en ella. Un sutil escalofrío recorría su columna vertebral mientras su mente intentaba captar el eco inasible de una presencia desconocida.

Era como si algo, apenas perceptible, danzara bajo su piel, dejando a su paso un cosquilleo inquietante. Malina se encontraba a merced de esa sensación, sintiendo como si algo intentara apoderarse de su ser. En ocasiones, sentía como si sus sentidos se agudizaran, captando detalles que antes habrían pasado desapercibidos. Sin embargo, también había momentos en que le invadían leves mareos, como si la realidad misma titubeara ante ella.

Los susurros comenzaron a susurrar en los rincones de su mente otra vez. Voces incomprensibles y fastidiosas que parecían arrastrarse desde las sombras, haciéndola sentir vulnerable y asustada. Su reacción instintiva era llevar las manos a los oídos, intentando bloquear esos sonidos que no tenía forma de explicar. Pero incluso entonces, las voces persistían en su eco apremiante.

En ese momento, la puerta entreabierta se movió y la figura de Isabella se materializó en el umbral. Su mirada se posó en Malina, preocupada por la expresión inquieta en el rostro de la joven. Paso a paso, avanzó hacia ella y extendió su mano, rozando el brazo de Malina con suavidad.

Malina, que había estado sumida en sus pensamientos, se sobresaltó ligeramente ante el contacto. La presencia de Isabella pareció traerla de vuelta a la realidad, rompiendo momentáneamente el hechizo de las sensaciones extrañas que la habían envuelto.

— ¿Estas bien? ¿Te duele algo? —preguntó Isabella suavemente, su rostro lleno de preocupación.

—Estoy bien, solo me mareé por un momento.

— ¿Volverás a enfermar? ¿Voy por tu madre? —Malina no tuvo tiempo de responder antes de que Isabella quisiera ir corriendo a buscar a Eleonor, sin embargo, antes que lo hiciera, Malina la tomó de la muñeca y la inmovilizó de hacer cualquier otro movimiento.

Isabella retrocedió al instante, su mirada, sin embargo, no abandonó las manos que se aferraban a su muñeca. Era como si estuviera hipnotizada por el contacto inesperado, incapaz de apartar la vista. Un ligero rubor comenzó a teñir sus mejillas, extendiéndose desde el cuello hasta las orejas, traicionando su reacción interna.

Malina se avergonzó de inmediato. Había percibido la reacción de Isabella, y el hecho de que ambas compartieran la misma respuesta inusual las tomó por sorpresa.

Malina finalmente liberó la muñeca de Isabella como si se hubiera quemado, aunque el contacto apenas había durado unos segundos. Isabella exhaló suavemente, como si hubiera estado conteniendo el aliento sin darse cuenta.

—Estoy bien, no tienes que llamar a Eleonor —Isabella quien segundos atrás se había mostrado completamente tímida cambio su semblante.

— ¿Estas segura? La última vez que me convenciste de no llamar a tus padres enfermaste muy mal —un atisbo de culpa pareció pasar por su rostro.

—Te prometo que esta vez estoy bien, solo fue un pequeño mareo —Isabella lo dejó pasar aun cuando parecía que no quería—. Además, si estas en mi cuarto es por algo, así que puedes decirme.

Isabella recordó la razón principal de haber irrumpido en la habitación de la chica. Su rostro se calentó y de pronto una sensación de timidez recorrió todo su cuerpo. Había estado segura antes de entrar a la habitación, pero ahora, frente a Malina una ola de vergüenza amenazaba con abrazar su ser.

—Yo... Yo estaba hablando con Lauren por el teléfono y dice que se reunirán esta noche en la cabaña de Brandon —instintivamente las manos de Isabella comenzaron una danza de nerviosismo—Ella me pidió llevarte, pero le dije que te preguntaría antes... Ya sabes, por si aún no te sientes del todo bien.

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