XII. Touch Me Not

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Doce: No me toques

28 de mayo, 2011

Cuando la primera librería abrió en el Valle de Godric, Hermione estuvo al frente de la fila. Se convirtió en una visita tan frecuente que el propietario se ofreció a abrir las puertas dos horas antes. Solo por ella.

La presencia de Hermione en la ciudad era recibida con miradas extrañas y el ocasional mago que le pedía una foto. Pero, en general, nadie la molestaba.

Aún tan pintoresco como la recordaba de cuando había ido con Harry, la ciudad se había expandido en los años posteriores a la guerra, pero era una ciudad fantasma temprano en la mañana del sábado cuando golpeó la puerta de la librería.

La campanilla sobre la puerta sonó mientras la puerta se abría, y el dueño la recibió con una sonrisa.

—Ah, señorita Granger. Tengo algunas novedades para que examine.

—Ningún libro hoy. Estoy aquí para buscar diarios para los niños.

Era algo que había empezado a hacer para los hijos de Harry algunos años atrás, un conjunto de páginas en blanco que los animaba a completar con lo que sea que ellos quisieran. Un deshago creativo. Hermione eligió uno rosa con unicornios para que Lilly llenara el suyo de garabatos y obras de arte. James abarrotaría el suyo con una variedad de sus intereses, los cuales incluían el Quidditch, y Hermione encontró uno cubierto de snitches para él. El de Al fue un poco más difícil de elegir, pero encontró un diario con los planetas en la cubierta que sabía que le gustaría.

Hermione se dio vuelta, enganchando otro diario con su codo y tirándolo al piso. Lo levantó, lista para regresarlo a su sitio, pero vio constelaciones conocidas en el frente.

Al probablemente se quedaría sin espacio primero y a él le encantaban las estrellas. Lo deslizó encima de los otros tres.

Nunca estaba de más tener uno de sobra.

Los diarios quedaron casi olvidados, en lo profundo de su fiel bolso de cuentas, cuando hizo su segunda parada para recoger una almohadilla para arrodillarse, un pedido especial para la comodidad de Narcisa. Para recompensarse por su continua capacidad de transigir, Hermione también se consintió con una planta de aloe. Estaba en el proceso de pagar cuando vio un cactus desmayado.

—¿Este precio es correcto?

Era temprano. Cuando el empleado adolescente cubrió un bostezo con su puño, Hermione no lo juzgó.

Cactus gratis.

No podía ser correcto.

Todo tenía un precio, incluso una planta caída. Hermione nunca había visto una planta lucir tan triste, pero cuando acarició sus dedos contra sus espinas, presionando para encontrar cualquier punto blando que determinaría que la planta ya había, efectivamente, muerto, seguía pinchando. La planta estaba bien viva.

La hizo sonreír con pensamientos de otra cosa que era igual de pequeña y defensiva.

Perfecto, en realidad.

—El precio es correcto —El empleado se encogió de hombros—. ¿Lo quieres? Si nadie se lo lleva para el fin de la semana, mi jefe me dijo que lo tirara.

Hermione no creía en causas perdidas, así que terminó con un cactus desmayado.

Lo primero que hizo al regresar a su casa fue ubicar la planta de aloe con las otras en el jardín de invierno. Lo segundo que hizo fue buscar, en cada habitación de su casa que contenía libros, uno muy específico que la ayudaría con su situación.

Measure Of A Man - Dramione (Traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora