2. Alucinaciones

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     —¿Hola? ¿Hola? ¿Cherri, estás ahí? —Angel Dust se separó del teléfono para comprobar que había llamado al número correcto. El corazón le iba a mil por hora. Estaba desesperado—. Ey, ¿estás ahí? ¡Responde!

     —Angie, ¿qué sucede? —respondió la cíclope desde el otro lado de la línea.

     Angel Dust apenas pudo entender lo que ella había dicho.
     —Estoy teniendo un ataque. ¿Dónde te veo? —Nadie respondió desde el otro lado. Frustrado, Angel se frotó la frente. La cabeza lo estaba matando, el sudor le corría por debajo del blanco pelaje—. ¿¡Dónde te veo!?

     —Donde siempre. Date prisa. No quiero cargar con tu cuerpo si mueres.

     A Angel Dust le hubiera dado mucha risa ese comentario en otras circunstancias, pero en ese momento no estaba de humor. Era más que claro que todo su cuerpo parecía estar a punto de colapsar; podía sentir su cerebro derretirse dentro.
     Salió del hotel tambaleándose. Los idiotas que le habían invitado un poco no se fijaron si el producto era bueno o no. Tampoco si estaba mezclado. Angel Dust se dio cuenta cuando ya lo había consumido todo. La inhaló, intravenosa, se la untó en las encías y se la chupó de los dedos. Había hecho un trato con Charlie, pero no había sido claro.

     Afuera del hotel todo era demasiado brillante. Las luces de neón se mezclaban una con la otra, casi como haber bajado la obturación completa de sus ojos. Sus manos se apretujaron entre ellas. Debía aguantar.
     Su respiración era agitada, y cada paso dado era una tortura. Quería arrastrarse, pero su dignidad tenía que ser mayor. Algo debía salir de él. Un impulso por continuar su camino. Cherri sabría qué hacer. Estaba seguro de eso.
     Ella vivía al otro lado de la ciudad Pentagrama. A mitad del camino sintió que las piernas no le aguantaban. Tenía tanta sed que se hubiera bebido lo primero que alguien se hubiera dignado a obsequiarle.
     Cuando llegó, Cherri quiso recibirlo como de costumbre, pero toda su alegría se esfumó apenas lo miró tras la puerta.
     —Dios santo, ¡entra, entra! Rápido, recuéstate en el sofá —Cherri bloqueó la puerta. Estaba muy alarmada. Caminó en zancadas dirigiéndose a la cocina—. ¿¡Qué mierda te metiste dentro, Angel!? ¿¡Qué consumiste!?

     —Por favor, no digas nada... —Angel apenas podía hablar. Su voz era airosa—. Siento que estoy secándome. Que voy a morir...

     —No puedes morir. No podemos hacer eso, pero lo que sí lograrás será dañarte... Dios santo, mírate. ¿Quién te dio esa cosa?

     Angel se abrazó a sí mismo, presa del terrible temblor que penetraba hasta la médula de sus tristes huesos.
     —Siento que me estoy quemando por dentro... Siento... Cherri... Dame la mano.

     Cherri obedeció. Volvió a la sala, se agachó a su lado y le tomó una de las manos. La apretó con cuidado. Se dio cuenta de que la temperatura de Angel no era normal.
     Pensó que lo mejor sería continuar preguntando hasta que le sacara algo de información.
     —Dime quién te hizo esto y te juro que le sacaré los ojos —Su rostro era severo—. Por favor, Angel... Habla conmigo.

     —No los conoces. Fue mi idea. Todos... Tengo mucha sed —Divagó Angel.

     Cherri se levantó y corrió por un vaso de agua. No sabía qué podía hacer. No podía recurrir a Charlie. Eso era meterse a la boca del lobo sin duda alguna. Se acarició la cabeza con la mano libre, tratando de pensar.
     Volvió al sofá. Angel cayó al suelo.
     —¡Angel! ¿¡Estás bien!?

     —Por favor, no le digas a Charlie... No quiero más peso sobre mí...

     —Dios santo... —Cherri dejó el vaso en el suelo y se tumbó a su lado—. Tenemos que pedir ayuda, Angel. No sé qué mierda ingeriste. No sé cómo demonios yo pueda... ¿Por qué... ?

     Angel giró la cabeza. No quiso ser mirado así de ninguna forma.
     Su mejor amiga, la única persona en la que podía confiar... Todo se derrumbó de nuevo frente a sus ojos.
     —No sé qué hacer...

     —Yo... Podemos hablar con alguien más del hotel. Podemos... ¡Podemos hablar con... !

     —Vaggie me matará... —Angel hizo un esfuerzo por levantarse, pero tan pronto como su cuerpo se alzó del suelo, una punzada en la frente le obligó a tirarse—. Siento... Por favor, solo... No le digas a Charlie. Esto es demasiado vergonzoso para mí... Me... Me había jurado no caer, pero estoy aquí de nuevo.

     —Angel, ¿qué ingeriste?

     —Lo que sea que me adormeciera más rápido.

     Angel Dust terminó en una cama que no conocía, pero el aroma le recordó a Cherri. Continuó sudando. La cama era incómoda, se removió de un lado al otro. Se quebró su ego, crujía dentro. Miró directo a la pared.
     —¿Por qué siempre me tengo que meter a mí mismo en ésta mierda... ? —susurró para sí—. Y todo porque pensé que sería más divertido... No quiero hacerlo más... —Se abrazó y removió todo en el colchón. Empezó como una terrible incomodidad, y terminó convirtiéndose en una sofocante guerra por mantener su cuerpo unido a su cerebro. Ni una idea coherente, ni un solo pensamiento positivo... Solo él y una voz distorsionada. Se raspó los brazos con las uñas y terminó cayendo al suelo por segunda vez en el día. Todo se sintió como un berrinche. Todo por culpa de él. De Alastor—. Si alguien supiera... Oh Dios mío, si alguien supiera... —Se frotó la frente y miró debajo de la cama.

     Estática y oscuridad. El señor de las moscas, o el señor de los cuernos. ¿Cuál era la diferencia? Era Alastor, al final de cuentas. El incendio, el inicio y el final. Una hoguera y el agua que la apagaría, el rezo y la plegaría. Un crucifijo colgado como un ancla.
     La oscuridad se volvió un susurro, y del susurro nació una turbulencia que se disparó como una corriente eléctrica a través de su cuerpo. Subía y subía. Hundido, hasta la base de la emoción, Angel sintió ahogarse. Apretó los dientes e hizo un esfuerzo por levantarse, pero un zapato viejo se colocó encima de su pecho, obligándolo a acostarse de nuevo.
     —Shhhh... —Reconoció los ojos de inmediato, la sonrisa brillante—. ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar encerrado... ?

     Los ojos de Angel se abrieron de golpe. El pie hizo presión, sacándole el aire. Alastor dejó de sonreír.
     —¿Por qué no puedes detenerte y entender una maldita instrucción? —Su voz era tan fuerte que le ataladró los oídos. Angel se cubrió la cabeza con dos de sus manos, y tomó el pie de Alastor con las otras dos—. ¿¡Por qué no puedes comprender una maldita instrucción!? ¡Todo mi maldito juego está arruinado y no hay nada que puedas hacer para remediarlo!

     El corazón de Angel bombeaba con todas sus fibras unidas. Para mantenerlo vivo, para que la ilusión continuara corriendo dentro de él.
     Alastor se agachó. Su rostro era serio. Sus ojos penetraban hasta lo más profundo de Angel. Le recordó a la mirada de su padre. Alastor alzó una mano y la acercó al rostro de Angel, quien se cubrió de inmediato.
     —Lo has hecho bien. Hemos terminado. Puedes despertar...

     El roce de Alastor era cálido. Suave y tenebroso, una garra traspasando hasta el núcleo de su cuerpo.
     —No... ¡No, no te detengas! ¡No lo detengas, por favor! ¡Espera, prometo cambiar, prometo hacerlo mejor! ¡Prometo ser el mejor juguete de todos, solo no te vayas! ¡No te putas vayas!

     Un zumbido. Escuchó el sonido de unos dientes mordisqueando carne.
     La luz se encendió en la habitación y Cherri miró a Angel llorando mientras dormía tumbado en el suelo, hecho un ovillo con sus mantas. Todo había sido un sueño. Una estúpida alucinación.

...

Angstober: RadioDust  [Hazbin Hotel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora