30. La redención nunca llegó

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     Fue un viernes el último día que el Hazbin Hotel funcionó como un lugar donde la rehabilitación era posible. Las ideas de Charlie no lograron explotarse más. Cuando menos lo esperaron, la promesa terminó convirtiéndose en un simple refugio apoyado por Lucifer y administrado por la princesa. Los rehabilitados procesaron la tremenda pérdida de tiempo que fue. Al final, todo el mundo había tenido razón. Charlie, de cualquier forma, trató de mantener la cabeza en alto, mas no le era fácil. El sueño de toda su vida destinó al fracaso desde que rondó su cabeza. Con todo el dolor de su corazón, Charlie aceptó las nuevas condiciones que la rodeaban. Trató de hacerlo todo lo menos llamativo posible.
     El Hazbin Hotel era el lugar más deprimente en el infierno.

     Los miembros del staff decidieron quedarse en el hotel. No tenían a dónde más ir. La esperanza había terminado.
     El único que parecía feliz con toda la situación era Alastor. Sonreía, orgulloso e imponente. Se paseaba por los pasillos como si nada hubiese pasado. Para él era otro día más. Ver a otros tan miserables le regocijaba. No era como ellos. Él hacía la diferencia. Veía la luz en la oscuridad como ninguno otro. Se acercó a Angel para examinarlo de pies a cabeza. Había estado buscando durante todo el día a alguien a quien fastidiar. El actor fue lo primero que encontró. No era lo mejor pero, le servía.
     —¡Vaya! Parece que alguien está muy triste... —dijo, acercándole los dos dedos índices a la boca y formándole una sonrisa—. ¡Así está mejor! ¡Hasta luces radiante, querido! —Le guiñó un ojo y esperó a ver la reacción de Angel. Lo único que obtuvo fue un raquítico suspiro.

     Al no obtener una respuesta clara, Alastor rodó los ojos. Lo jaló de una mano y se lo acercó a la cara.
     Angel le dio un manotazo en la mejilla.
     —¡Ya, quieto!

     Alastor lo soltó y dio un paso hacia atrás.
     —Estás bravo, querido. ¿Triste por lo de la redención? ¡Ja! ¡Yo siempre supe que esa estupidez era imposible! El punto de caer al infierno es ser castigado por siempre... ¡No puede evitarse! Así que quita esa cara larga y haz algo de provecho como... Servirme un trago, por ejemplo.

     Angel lo miró sin expresión.
     —Ya no tengo por qué obedecerte. No eres ya parte del staff del hotel. El Hazbin ya no existe.

     —No dije nada que tuviera qué ver con eso que me dices. Solo te pedí, de la forma más cortés y amable que conozco que, por favor, me sirvas un trago.

     Angel dejó caer la mirada. No hizo caso. Apoyó uno de sus brazos en una pared y miró a la alfombra del suelo. Tenía patrones de manzanas y picas. Era hipnótico.
     Alastor le chasqueó los dedos a un costado de la cabeza.
     —¿Hola? ¿Estás ahí? ¿Ho... ?

     —¡Ya! ¡Estoy pensando!

     —Y yo estoy sediento. ¿Por qué no haces tus tonterías de lado y ayudas a un viejo colega? ¿Eh? ¡Por los viejos tiempos!

     Angel negó con la cabeza, muy extrañado.
     Hizo una pausa. Por suerte, Alastor tampoco dijo nada. Solo estaba ahí, de pie, mirándolo. Angel cerró los ojos.
     —Nada de esto tiene sentido. Si nuestro castigo es ser infelices aquí, ¿por qué exterminarnos?

     —Sobrepoblación, ¿no es eso obvio?

     —No, es que hay algo que simplemente no embona en mis ideas. ¿Por qué no podemos redimirnos si lo tenemos todo para hacerlo? ¡Es ridículo! —Angel alzó los brazos al aire—. ¿No sería acabar con nuestro sufrimiento el hecho de hacernos desaparecer?

     —Bah... Tonterías. Supongo que entre más pecadores haya, más posibilidades hay de que el infierno trate de tomar el paraíso. ¿No lo crees?

     —¿Detener una guerra... ?

     —Por supuesto. Digamos que ustedes son los peones. Yo, a diferencia de ti, no tengo una función clara... Sin embargo sé que es obvio que para la princesa Charlie soy una mano derecha. Sabe bien que conmigo no tiene opción.

     Angel se abrazó a sí mismo.
     —No quiero desaparecer, pero tampoco quiero quedarme aquí para siempre. Es... Tan... Horrible.

     —¡Eso debiste pensar antes de volverte un vulgar adicto! ¡Ja, ja, ja! Te ves tan patético cuando te pones así. Realmente me haces dudar de tu inteligencia. Te hace falta desarrollar un poco el pensamiento lógico, querido...

     —Lo dices como si fueras perfecto...

     —Oh, querido... Soy humilde entre ustedes. Llegué al infierno por error, de eso estoy seguro. Lo que sé es que hice justicia. Y por eso tengo los privilegios que tengo, te guste o no.

     —No. Lo que te sucede es que eres demasiado obstinado como para aceptar que no puedes redimirte. ¿Y sabes qué me haces pensar con eso que has dicho? Que lo intentaste alguna vez, y te diste cuenta de que no podías hacerlo.

     Alastor sonrió, sacando de una de las mangas de su chaqué un bastón.
     —Pareces muy seguro de ello. Es muy interesante...

     —Así que... —Angel volvió a cruzar los brazos—. Tendré que soportarte lo que reste de mi muerte.

     —Así es —Alastor le tomó de la mano, a manera de apretón. Fue un movimiento que Angel no se esperó. Por suerte, no hubo luz que los cubriera. No era un trato, sino, un simple acuerdo—. Hasta que el olvido nos separe, Angel. No puedo esperar a verte caer a la boca del lobo, suplicándome por ayuda...

     Angel retiró la mano.
     —Serías a la última persona a la que acudiría...

     Entonces, Alastor relajó la sonrisa, volviéndose todavía más expresiva y sincera. Se le arrugaron los párpados. Volvió a tomar la mano de Angel, mirándolo a los ojos. Comenzó a asentir, diciendo que sí a algo que Angel, por supuesto, ignoraba.

     Se le escapó una risa de verdad.
     —Pero acudirías, aunque fuera el final, ¿no?

     Angel sonrió también. Comprendió a dónde iba la conversación. Lo sintió dentro de su pecho. Puso su mano encima de la de Alastor, haciendo un puño con ellas.
     —Tenlo por seguro.

     Alastor bajó la mirada hacia donde sus manos estaban juntas, y las miró. Apretó los labios, y poco a poco dejó de sonreír.
     —Haz lo posible por no morir. Es una orden.

     —No te prometo nada, Al.

     Volvió a sonreír. Angel seguía siendo el mismo hilarante de siempre, y lo sería para toda la eternidad. Por y para siempre.
     —Déjamelo a mí entonces.

...

Se puso bien bonito el día lluvioso. Está haciendo frío, y la canción no me ayudó en hacer la nostalgia de lado. This is all I got.

Angstober: RadioDust  [Hazbin Hotel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora