13. Exterminio

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     El hotel era un caos. Pecadores iban y venían, cargando armas y buscándose refugio. Charlie estaba a la cabeza, dando todas las órdenes. Vaggie iba tras de ella, haciendo guardia.
     Los exterminadores estaban afuera, haciendo estragos por toda la ciudad. Los gritos eran ensordecedores. No había nada que Charlie pudiera hacer para detenerlo. Manteniendo en control su frustración, Charlie tomó una fuerte decisión: todos, cuantos pudieran entrar, debían llegar al sótano.
     Vaggie dio la orden.
     —¡Corran, corran! ¡Andando! —gritó, señalando el camino. Los demás miembros del equipo guiaron a los pecadores más débiles.

     Nadie quería desaparecer. El poco rastro de humanidad que les quedaba relucía a la luz durante los exterminios. Después de que el sótano se llenara de pecadores, el staff se encerró en él. Angel se abrazaba a sí mismo, lleno de temor. Estaba sentado en el suelo, mirando a la nada como un niño. Las vibraciones de la lucha recorrían las paredes. El hotel se cimbraba.
     Los pecadores se miraban entre ellos, nerviosos.

     Alastor apareció de improvisto. Los refugiados gritaron.

     El locutor alzó las manos, pidiendo silencio.
     —Oh, qué dulce sonido... —dijo, cerrando los ojos con placer—. Pero es una lástima. Por decreto de la princesa he venido a protegerlos del mal. Ridículo, ¿no lo creen? Tenía ganas de divertirme con alguno de ustedes, pero... Debo seguir a la princesa.

     Angel se puso de pie, pasando por entre todos los pecadores. Pisó a unos, a otros los empujó, e incluso, sintió que alguien le dio una nalgada. Pese a la situación, un pervertido no dejaba de serlo aunque tuviese miedo.
     Llegó hasta donde estaba Alastor. Este lo miró de arriba abajo.
     —Angel. ¿Viniste a refugiarte con los cobardes?

     —No empieces... ¿Cómo que Charlie te envió a ti a protegernos? Pensé que estarías con ella, ayudándole.

     —Estaba ayudándole, pero la insulsa no comprendió muy bien mis tácticas de lucha. ¡Me estaba divirtiendo! Creo que hice que mataran a unos... Veinte pecadores. ¡Debiste escuchar sus gritos!

     —¿Quieres decir que está peleando ella sola? ¿Allá arriba?

     —Está con la polilla y sus dos mascotas. Puede con esto. Lleva siglos viviéndolo... Aunque, siéndote sincero, no me importa en lo más mínimo. ¡Quisiera poder ver con mis propios ojos como los descuartizan a todos! Lástima que la princesa me envió con ustedes, los más débiles... Qué bajeza.

     —Te están escuchando Al, baja la voz.

     —¡Bah! —Alastor caminó con las manos en la espalda, inspeccionando a los pecadores. Le evitaban, pegándose unos contra otros. Les aterrorizaba. Los ojos de Alastor centellearon, rojos como la sangre. Lo disfrutó—. ¡No teman! ¡Ya les he dicho que no los lastimaré ni un poquito... !

     Angel Dust negó con la cabeza, siguiéndolo.
     —Deja de provocarlos. Están demasiado presionados, Al. Ninguno de nosotros quiere seguir con esta situación.

     —Ya, ya... No es para tanto. Solo me gusta fastidiarlos un poco... No veo que ninguno de ellos se moleste conmigo, ¿sabes? —Alastor dijo, sonriendo hacia todos los refugiados. Le miraban, inseguros de lo que pudiera hacer—. ¿Lo ves? ¡Pobres de ustedes! No me imagino la pena que deben estar pasando... Debe ser duro ser tan insignificante.

     —No lo escuchen... Él es así siempre. No se lo tomen tan en serio —dijo Angel, tratando de mantener la calma entre todos. Escuchó muchos susurros. Los demonios comenzaban a hablar entre ellos. Angel se detuvo casi al mismo tiempo que Alastor—. Esto no es un juego. Hay muchas almas en peligro.

Angstober: RadioDust  [Hazbin Hotel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora