20. Olvido

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     Alastor tomó con ambas manos a Angel y lo jaló hacia él. Le clavó las garras en la cintura y lo acercó todavía más, como el animal que atrapa a la presa al fin. Angel le huyó a la penetrante mirada de él; era tan seca que no la soportaba. No pensó que, después del ridículo incidente en el que se habían encontrado días antes, Alastor aún continuara confundido, sin embargo, se daba por bien servido. El locutor no había hecho uso de sus poderes para sacarle la sopa. Angel supuso que, gracias al cielo, su estado desconectado de la realidad era una bendición para salvarse a sí mismo el trasero.
     Después de todo, solo se habían dado un beso. Para él, acostumbrado tanto a los toqueteos casuales, nada significaban, pero Alastor seguía enganchado al juego. Eso se había ganado.

     Tiempo desperdiciado, otra vez, pensó Angel.

     Pudieron ser el alcohol, la falta de sueño de ambos, o el simple hecho de que Angel adoraba coquetearle a Alastor hasta sacarlo de quicio. Esa noche le había funcionado al grado de empeorar sus consecuencias. No quiso corresponderle la mirada. La situación se había dado demasiado rápido. Estaban los dos en un pasillo muerto. La luz apenas los terminaba de iluminar.
     Alastor tenía las cejas fruncidas, y por primera vez, no sonreía como de costumbre. Su rostro, carente de expresión, lucía apagado, triste, como si los casi cien años que tenía le hubieran caído de golpe. Cuando se dio cuenta de que Angel no iba a mirarlo, lo soltó. Desvió la mirada.
     Angel se acomodó el traje.
     —¿Qué te pasa ahora?

     —¿Por qué me estás evitando?

     Angel se rió, jugando a hacerse el tonto. Se alisó el pelaje blanco de la cabeza y tomó una postura más relajada, divertida. Supuso que sería lo mejor para no tensar todavía más a Alastor.
     —Nadie te está evitando. Solo... ¡Estoy tratando de seguir con mi vida, sonrisitas!

     —¿Por qué me estás evitando? —Volvió a preguntar Alastor, escupiendo cada palabra con desprecio. Apretó los puños. Parecía un niño a punto de hacer una tremenda rabieta.

     Angel se cruzó de brazos, ladeando la cabeza.
     —¿Qué? ¿Ahora seguir con mi vida después del beso que nos dimos es evitarte? ¡Vamos, Al, no seas tan pesado... !

     Alastor no tenía a dónde mirar.
     Cerró los ojos, suspirando.
     —Solo quiero saber qué sucede, Anthony. ¿Por qué me has estado evitando?

     —Al, fue solo un beso. No te estoy evitando... Solo... ¡Es el estándar para mí! ¿Sabes? Realmente no es como si por besarte mi vida haya cambiado de la noche a la mañana...

     Algo se torció dentro de Alastor. Esas palabras lo sentenciaron. Sintió la cara arderle, y la sangre hervirle dentro. No podía concebir haberse convertido en un simple y maldito juego para el actor. Tenía que estar bromeando.
     Sonrío, incrédulo.
     —¿Qué diablos dices? ¡Eso es ridículo! Me besaste, Anthony, tú me besaste. ¡Y deberías estar agradecido de que yo te haya permitido poner tu sucia boca en mi... !

     —¿Mejilla? ¿Qué importa? —Angel se encogió de hombros—. Y no me llames por mi nombre real. Me das escalofríos cuando lo haces.

     —Solo quiero que no tomes esta conversación como un juego.

     —¡Oh, vaya! El señor que juega siempre con nosotros por primera vez está probando su propia medicina y no le está gustando nada. ¡Felicidades! A eso le llamo desarrollo de personaje... —respondió, sacando un teléfono celular del pelaje de su pecho. Lo desbloqueó, revisando sus notificaciones—. En fin, cariño, tengo que irme...

     Alastor lo tomó de la muñeca.
     —¡No! ¡No vas a irte! —gritó, apretando el agarre—. ¡Nada de irte! Estoy tan... Confundido desde esa noche. ¿Por qué mierda lo hiciste?

     —¡Tú quisiste hacerlo!

     —¡Sí, puede que sea verdad pero... ! ¡Esto que me estás haciendo no es justo! —dijo, soltándole la mano—. Desde ese día no he parado de pensar en ti, en lo que ha pasado. Toda nuestra relación de antes se ha quebrado y yo... ¡No sé qué me pasa! Estoy bloqueado. Y el hecho de que lo hagas tan de lado me hace pensar que nada significa...

     Angel negó con la cabeza, incrédulo por lo que estaba escuchando.
     —¿Qué? Un segundo, un segundo... —dijo rápidamente, alzando sus dos pares de manos—. Alastor, ¿qué diablos estás tratando de decirme con todas esas estupideces? ¿Acaso es que estás... Encaprichado?

     —¡N-No! Solo... —Se puso una mano en la sien derecha, apretándosela—. Me estás destrozando. Esto que haces me está... Resquebrajando por dentro. ¿Comprendes?

     —¡Pero fue un puto beso! Nada más...

     —¡Solo quiero saber si significó algo para ti! —gritó, tomándole de las solapas del traje y acercándoselo de nuevo—. ¿¡Por qué te es tan difícil!?

     —¡Porque eres tan jodidamente intenso!

     —¡Lo soy, y lo soy todavía más cuando necesito saber qué sientes tú con esto! ¡Dímelo, maldito imbécil!

     Angel Dust no supo qué hacer, pero decidió serenar el rostro. Tomó de los hombros a Alastor y lo separó de él con cautela. Alastor parecía a punto de tener un ataque de pánico. Temblaba de pies a cabeza, con los ojos turbados, bien abiertos, como si se tratara de tragar toda la luz que reflejaba la blancura de Angel. Le tomó de las muñecas y bajó la vista, negando con la cabeza.
     —No me gusta que me toquen... —gruñó—. ¡No me gusta que me toquen, y tú lo hiciste, y te dejé... ! ¡Te dejé y es un puto juego para ti!

     —¿¡Y qué esperas que haga!? ¿¡Quieres que sea especial solo porque eres tú!?

     Alastor desvió la mirada, lleno de recelo.
     —No. Solo... Tengo la abrupta necesidad de saber qué demonios significó esto. No me siento cómodo, y el mirarte a ti, cómo vas y vienes por todas partes como si nada hubiera pasado lastima todo lo que tengo. ¡Es la peor maldita sensación que he sentido en mi puta vida, y todo lo que quiero es que tú puedas decirme algo con respecto a ella! Quiero saber todo lo que sientes, y sentir lo mismo que tú. ¡Eso es lo que quiero, y... !

     —Nada. ¿Está bien? Nada. Eso es lo que te mereces... Nada. Me has lastimado a mí y a todos en este hotel. De hecho, es lo menos que te mereces... Que nadie reclame ese maldito beso. ¡Me da hasta gusto verte así! De hecho, ¿cuándo fue que te besé? ¡Dios, ni siquiera creo que sea verdad! ¡Ja, ja, ja!

     —Anthony... —Alastor dio un paso al frente, con los cuernos alzados.

     —Hazme lo que quieras. Sabes que tengo razón.

     Se miraron a los ojos. Esa fue otra dolorosa conversación.

...

Angstober: RadioDust  [Hazbin Hotel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora