10. Hanahaki

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     Comenzó después de hablar con Niffty. Nunca creyó que una de las estupideces que ella leía se volviera realidad, pero en el infierno, toda forma de sufrimiento era cierta y efectiva. Bebía café, como de costumbre, haciéndole compañía a la diminuta demonio. Ella estaba pegada a su celular, leyendo. Estaba tan concentrada que no se dio cuenta de la prominente tos de su socio. No fue hasta que él se metió dos de las garras a la garganta que lo sacó: el primer pétalo.
     No le dio importancia y lo botó a un lado. Niffty, confundida, miraba el trozo de la flor pegado a la mesa, cubierto de saliva oscura y viscosa. Era de un bonito color rosa pálido.
     —¿De dónde salió eso?

     —No lo sé. ¿Qué importa?

     Alastor volvió a beber como si nada hubiera pasado. Su tranquilidad descolocó a Niffty, pero decidió imitarlo, reanudando su lectura con indiferencia. No sintió nada diferente. Supuso que se trataba de un incidente con algún pecador que hubiera decidido comerse durante un ataque de ira. Pasaba a menudo con tela, cabello y trozos de huesos a medio roer.

     El segundo incidente sucedió después de que Angel Dust entrara al salón principal. Estaba ebrio, con el vestido caído debajo de uno de sus hombros. Parecía alegre. Cantó y bailó él solo, tambaleándose por el recibidor. Alastor estaba enfrascado en su lectura, pero cuando lo escuchó llegar, todo su cuerpo se estremeció de pies a cabeza. Se sintió enfermo y cansado de repente, como si toda la fuerza que tenía para mantenerse concentrado en su libro se hubiese esfumado. Cerró los ojos y se tomó de la frente.
     Tosió. Tragó pero no se iba. Algo estaba pegado en su garganta. En medio del ataque de tos, se metió la mano a la boca y buscó. Otro pétalo de flor, pero esta vez, era rojo.

     Alastor lo acarició entre sus garras, curioso. Frunció las cejas y lo desapareció con un chasquido de su otra mano. Trató de concentrarse de vuelta al libro en vano. La tarea era tan pesada... Todo en lo que podía pensar era en lo ridículo de la situación. Que hubiera pasado una vez era un simple caso aislado, pero dos veces era demasiada coincidencia. No era muy amante de las plantas, por lo tanto, descartó la idea de haberse comido algunas por gusto. No era esa clase de demonio.
     Cerró el libro y lo botó a su lado. Chasqueó los dedos y apareció un cigarrillo encendido en su boca. Supuso que fumar lo ayudaría.
     Volvió a toser y el cigarrillo salió volando. Se aclaró la garganta. Le ardía.

     Se metió la mano por tercera vez y sacó otro pétalo del mismo color. Reteniéndolo entre sus dedos, se puso de pie de un salto. Estaba sorprendido.
     Pisó el cigarrillo.

     Esperó unos momentos para serenarse. Apareció en su habitación y guardó el pétalo dentro de un frasco.

     Dos veces seguidas eran una exageración.
     Se acercó a su escritorio, aventó el frasco en un cajón y lo cerró bajo llave. Tenía que olvidarse del asunto, y por supuesto, asegurar que nadie más, lejos de Niffty pudieran verlo así.

     Fue difícil. No era tan tonto como para no notar que su asunto tenía nombre. Estaba dentro de él como una maldita infección, el peor parásito de todos. Hasta la última gota de su sangre para Angel Dust. Algunas veces habló con él, trató de mantener sus impulsos por lo bajo, más tenerlo cerca era una tentación. Paseaba la vista por entre todas las curvas, líneas y pliegues de Angel. Alastor se detestaba a sí mismo. Cuando tenía a Angel cerca, se odiaba. Quería tomarlo, hundirse en él, sentirlo, besarlo, morderlo. Y si Angel era tan gentil, que lo marcase de vuelta. Si Alastor podía demostrar quien mandaba, entonces el joven tendría la responsabilidad de ser reclamado como suyo.

     Se lo comía con la mirada.
     La carne de Alastor, al final, también era débil.

     Pero los malditos pétalos... Todo se vino abajo cuando, durante una fiesta dentro del hotel, buscó al actor. Estaba desesperado por encontrarlo. Necesitaba su dosis diaria de Angel.
     No esperó encontrarlo durante una sesión de besos con un demonio que en su vida había visto. Trató de reírse.

Angstober: RadioDust  [Hazbin Hotel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora