Angstober: RadioDust [Hazbin Hotel]

22. Dependencia.

     —Ven, ya... —Angel tomó a Alastor entre sus brazos y lo abrazó contra él. Suspiró, apenas perceptible, cerrando los ojos—. Ya estoy aquí. Puedes... Respirar.

     —¿Dónde estabas? Maldita sea... ¡Pensé que me habías dejado de nuevo! —Alastor lo apartó con un empujón—. Respóndeme, ¿dónde estabas?

     —¡Te dije que iba a estar ocupado! ¿Por qué diablos tienes qué ponerte así justo ahora? Ya estoy aquí. Ven, conversemos un poco y lleguemos a un acuerdo. Recuerda que te dije desde un principio que estaría haciendo un par de encargos de Charlie en la ciudad. ¿O ya lo olvidaste?

     Alastor frunció las cejas, cruzando los brazos.
     —¿Y aceptaste sin más? ¡Angel! ¿¡Qué te he dicho sobre salir del hotel!? Carajo... Te estoy ofreciendo protección en contra de Valentino, ¿y así es como me pagas?

     Angel lo miró, muy extrañado. Se quedó helado ante los comentarios de su novio.
     —Alastor, ¿qué carajo estás diciendo? ¡Te lo he dicho, he salido a realizar unos encargos de Charlie! ¿Cómo diablos puedes pensar que lo primero que hice fue ir a ver Valentino? ¡Por Dios! Estás... ¡Estás loco! —Angel caminó hasta la pequeña barra de bebidas y se sirvió un trago—. ¿Cuál es tu problema con que salga?

     —Siempre escapas —Alastor endureció la mirada—. Te vas y me dejas aquí, solo.

     Angel terminó de beber y dejó el vaso en la barra.
     —Hace meses que no lo hago; más específicamente desde que comenzamos a salir. Necesito que trabajes en eso. Es en serio. Quiero que mañana mismo...

     —¡Charlie no tiene nada qué ver entre nosotros dos, así que no pierdas más tiempo con eso porque no pienso contarle nada ni pedirle ayuda! ¡Te fuiste, me desobedeciste! ¡Tenías un compromiso conmigo!

     Angel no podía creerlo. Las palabras de Alastor comenzaban a causarle risa. Sonrió, incrédulo.
     Se frotó la cara.
     —No quiero pelear...

     —¡Entonces responde la pregunta que te he hecho! ¿Dónde estabas?

     —¡En la calle! ¡Fui a una florería para hacer un pedido, después pasé a la tintorería y finalmente tuve que ir al ayuntamiento para entregar unas formas! —Angel se apoyó en la barra—. ¿Ya estás contento?

     —¿Y te fue tan difícil decirme eso?

     —¡Claro! ¡Si no me escuchas en ningún momento! ¡Todo lo que haces es recriminarme que te dejé solo! He respetado el compromiso que hicimos, y esta única vez he acatado las órdenes de mi amiga porque necesitaba de mi ayuda. Es lo menos que puedo hacer por ella en este lugar. ¡Me paga el alquiler! Alastor, soy una puta persona. ¡Necesito mi espacio! No puedes estar conmigo todo el maldito tiempo. ¿Comprendes?

     —No, tú no comprendes... —Alastor caminó hasta quedar frente a él—. Tú me perteneces y quiero ser tu todo. Todo lo que tengas lo tendrás conmigo, y todo lo que hagas lo harás conmigo. Me perteneces. Desde el momento en el que decidiste estar conmigo, me perteneces. Eres parte de mí, y si decides largarte, ¡entonces me estás rechazando por completo! ¡Eso es lo que haces!

     Angel le empujó. Estaba comenzando a sentirse acorralado.
     —¡Estoy siento lógico! Por favor, arreglemos esto de otra forma...

     —¿¡Cuál!? ¡No puedes dejarme, no te he hecho nada! ¡No puedes hacerme esto!

     —¡No te estoy dejando! Por amor de Dios, ¡mírate! ¡Estás temblando! —dijo Angel, respirando con agitación—. ¿Tienes miedo?

     —¡No! ¡Solo quiero que te quedes conmigo! ¡Justo ahora te necesito! —Alastor mostró los dientes—. ¡Eres tan egoísta! ¡Maldito narcisista!

     Angel lo miró de arriba abajo.
     —Deja de insultarme.

     —¡Vete, te odio!

     Se miraron por un par de segundos. Angel chasqueó la lengua y caminó hacia la puerta, con los hombros tensos y la espalda encorvada al frente.
     —Cuando haces esto nos lastimas a ambos. Espero que te quede claro.

     —A ti no te importa dejarme solo.

     —Sí... —respondió Angel, ya en el umbral—. Siempre eres la víctima, ¿no?

...

Me proyecté machín en Angel. Este capítulo me trajo recuerdos de Vietnam.