25. Regalo

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     Angel marcó la fecha en el calendario de su habitación. El día 9 de febrero era el cumpleaños de Alastor. Lo descubrió por error mientras ayudaba a Charlie a organizar el gigantesco archivero de pecadores que había en el sótano del Hazbin. Se puso a curiosear entre un montón de carpetas y hojas foliadas. Revisó los nombres y detalles de defunción para desaburrirse mientras Charlie hacía todo el trabajo pesado por él. Fingió trabajar hasta que al quitar una carpeta gruesa, un montón de papeles cayeron encima de él, aplastándolo. Antes de que Charlie llegase a socorrerlo, logró escapar del montón de archivos muertos —literalmente—. Mientras se sacudía el polvo del pelaje, lo vio.
     En una hoja ya amarilla, manchada por la humedad y los años, Angel reconoció la sonrisa del que los atormentaba a diario. La fotografía, pensó, debió haber sido tomada cuando llegó al limbo. Todos los pecadores debían registrarse antes de caer, a manera de mantener el mayor orden que se pudiera. Recogió la hoja del suelo y antes de que pudiera leerla con atención, Charlie llegó a la escena del crimen. Dobló el certificado de defunción y lo escondió en el pelaje de su pecho.

     No mencionó nada del asunto. Una vez que pudo estar a solas en su habitación lo leyó. Alastor nunca hablaba de la vida que tuvo antes de morir. Por lo general, las únicas cosa que mencionaba eran a su madre y la comida que preparaba, artistas de la época, o sino, objetos que en aquél entonces eran novedosos y exclusivos de las más altas sociedades. A pesar de sus limitadas conversaciones sobre su pasado, Alastor tenía muchísimo de dónde sacar conversación.

     Alastor había nacido un 9 de febrero de 1900 y murió el 31 de octubre 1933, a los treintaitrés años. Angel se rió para sí mismo. Era una coincidencia casi ridícula. Nació en Nueva Orleans y murió en el mismo lugar. La causa de muerte era confusa.
     Se había deslavado con el agua. Angel suspiró, tratando de descifrarla. Alcanzó a leer en un enunciado sobre un disparo en la frente, pero los demás detalles, que eran muchos, se habían desvanecido. Se suponía que cada pecador caía al infierno con las cicatrices que dieron origen a su muerte. Recordó la vez que descubrió los miembros oscurecidos de Alastor. Pensó por un momento en gangrena o, tal vez, algo que tuviese qué ver con fuego. Sacudió la cabeza para aclarar sus ideas. ¿Qué importaba cómo hubiera muerto? ¡Alastor cumplía años en febrero!

     Al final consiguió un viejo álbum musical en una tienda de reliquias. El vendedor le explicó que era un ejemplar muy caro de la época, y que pocas veces caían al infierno. Angel no lo pensó dos veces y lo compró. Durante todo el lapso que mantuvo oculto el regalo en su habitación pensó en si era una buena idea sorprender al locutor en su día especial. Podía fingir que era una simple coincidencia para que él no se molestara, o sino, dejar pasar un par de días para no verse demasiado obvio.
     Se quedó con la primera idea que tuvo. Empacó el regalo y se preparó para lo que fuese a acontecer. ¿Qué era lo peor que podía pasar?

     El día llegó. Iba de camino al camarote de Alastor. Tocó un par de veces la puerta hasta que escuchó a alguien hablar por detrás. Reconoció la voz. Era él. Le pidió que pasara.
     Angel entró con el obsequio en ambas manos, caminando a paso lento. Lo mareó el aroma fuerte del café. Alastor estaba bebiéndolo en su escritorio. Se puso de pie para recibir a Angel, abriendo los brazos con gusto, al menos hasta que vio el regalo. La sonrisa se le endureció.
     —¿Qué haces aquí?

     Angel se tensó en su lugar, extendiéndole el regalo.
     —A-Ah... ¡Nada! Solo se me ocurrió hacerte un obsequio. Ya sabes, llevamos un par de años aquí y se me ocurrió la brillante idea de... Hacerles regalos a todos. ¡Tú eras el primero en mi lista! Es que nos llevamos bastante mal y...

     Notó que Alastor estaba observando un calendario sobre su escritorio. Lo bajó de golpe.
     Chasqueó los dedos y la puerta se cerró. Caminó hasta llegar a donde la araña se había pasmado.
     —¿Quién te dijo?

     —¿Eh? ¡Oye, tranquilo! ¡No tienes que ponerte tan cerca de mí!

     —¿¡Quién te lo dijo!?

     —¿¡Qué cosa!? —Angel hizo el esfuerzo en lucir confundido. Se le facilitó con Alastor tan de cerca, alterándole los nervios—. Somos amigos, ¿no? ¿Es malo que te haga un obsequio de vez en cuando?

      Alastor apretó el puño en el aire y un tentáculo salió del suelo. Le hizo una seña con la cabeza.
     —Revísalo todo. No quiero ni un parámetro sin haber sido examinado con minuciosidad. ¿Entendido? —El tentáculo movió la punta de arriba abajo, simulando asentir. Después de eso, se fundió con el suelo. Angel se paralizó todavía más—. Te lo preguntaré por tercera vez: ¿quién mierda te lo dijo?

     Angel miró a todas partes.
     —¡N-Nadie! No tienes porqué ponerte así. Juro que te guardaré el secreto. ¡Lo prometo por lo que me queda de tiempo en el infierno!

     Alastor dio un violento paso al frente y le arrebató el regalo.
     Lo vio por un momento, y con ambas manos lo partió a la mitad. Lo tiró al suelo y lo pisoteó. El tacón del zapato lo estaba haciendo trizas. La habitación se llenó de estática. Alastor estaba tan furioso que la realidad fue distorsionada. Angel no pudo hacer más que quedarse quieto, con la boca abierta y el corazón en vilo. No pensó que fuese a tomárselo tan a pecho.

     —¡No, no, no! ¡Oye!

     —¡Y, que, no, se, te, ocurra, volver, a, tocar, algo, de, mi, maldita, propiedad! —gruñó Alastor, separando la frase con cada pisotón sobre el disco. Una vez que terminó de destrozarlo, el tentáculo se estiró desde el techo como una gota de agua, materializando su acta de ingreso al infierno. Alastor la tomó con ambas manos, negando con la cabeza. La apretó con rabia, hasta volverla polvo. Estiró los brazos hacia Angel, asfixiándolo—. ¡Hijo de puta! ¿¡Cómo te atreves a hacerme esto!? ¡No debiste! ¡No soy como tú!

     —¡Suéltame... !

     —¿¡De dónde sacaste esa puta hoja!? ¡Dímelo!

     —¡Archivo... !

     —¿¡Quién te dio acceso!?

     —¡L-La... Princesa! ¡Gah!

     —¡Charlotte... ! —Alastor lanzó a Angel a la pared y se tomó de la cabeza. Sus pupilas se habían convertido en diales—. ¡Nadie me traiciona a mí!

     —¡No, no es su culpa! —dijo Angel, sacudiéndose—. ¡Yo me topé con esa cosa por error... ! ¡Lo lamento!

     Alastor le dio una bofetada durísima que lo tiró al suelo.
     —¿¡Y te creíste con el derecho de joderme así!? ¡Nadie puede saber esto! ¡Nadie!

     Angel se sobó, siseando de dolor.
     —¡Solo es un buen gesto!

     —¡Me importa una mierda el buen gesto! ¡Voy a matarte! —dijo, sonriendo. Se le materializó un trozo brillante de metal en la mano derecha—. Te haré pagar como nadie.

     Angel se dio la vuelta para mirarlo a la cara. Tenía la mirada borrosa por la contusión del golpe.
     Cuando al fin logró enfocar, Alastor ya estaba encima de él.

...

Nadie puede hacerme cambiar de opinión. Alastor es Acuario. Es mi headcanon más personal.
SI ERES ACUARIO Y ESTÁS LEYENDO ESTO TE AMO. TE AMO, CON TODO MI CORAZÓN. MI LUNA TE ADORA.

Por cierto, la información que di de Alastor sobre su nacimiento y muerte no son canon. A este punto de Noviembre de 2023 no se sabe ningún detalle de Alastor a ciencia cierta más allá de haber sido un locutor en Nueva Orleans que asesinó a gente porque se deschabetó y que lo mandaron pa'l lobby en 1933 (merecido). Quise ponerle un apellido pero no me gustó como se escuchaba con los que encontré.

Y no me había fijado que el 90% de este angstober estos hijos de la chingada nomás se están ahorcando. El que tiene hambre en pan piensa.

Angstober: RadioDust  [Hazbin Hotel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora