6. Te esperé

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     Alastor miró el reloj. Las velas sobre la mesa estaban ya a la mitad. Desde que había iniciado su relación con Angel, supo que algo siempre le haría falta. Tenía que poner el doble de esfuerzo en las cosas que les gustaran a ambos, y por ende, buscarle el lado positivo a la mayoría de situaciones que el encontraba apáticas. Fue Charlie la que había tenido la idea de un gesto romántico. Un avance, al menos, no tan de la mano con la rehabilitación.
     Le gustaba cocinar, así que se esmeró mucho en la preparación de los alimentos. Contemplaba la mesa como si se le hubiera drenado de una el apetito. Fue la sensación que da cuando muchos sucesos pierden sentido de la nada. Volvió a mirar la hora.

     Angel no regresaba de su paseo nocturno.

     Chasqueó los dedos y todas las velas se apagaron. Alastor miró al frente, hacia la oscuridad de su cuarto. Tanto esfuerzo para nada, porque su pareja, a quien no sabía si de verdad amaba con la fuerza que quería, no encontraba las agallas para hacerle frente a sus problemas. Alastor no necesitaba a Angel, tampoco necesitaba salvarlo, pero si hubiera podido pedir un deseo, con toda esa amargura atada dentro del estómago, lo hubiera hecho. Angel, infantil, desconsiderado y estúpido. Un berrinchudo, mal criado, al que siempre le dieron todo.
     Todas las cosas que Alastor no tuvo, por más materialistas que fueran, Angel pudo derrocharlas sin estirar un dedo.

     La puerta de la habitación se abrió. Oyó pasos. Reconoció los tacones de su novio contra el alfombrado.
     No hizo ruido alguno para no alarmarlo. Angel murmuraba y se reía solo. Bebió mucho.

     —¿Ya te dormiste? —preguntó el actor mientras se quitaba los tacones con torpeza. Volvió a reír.

     Alastor apretó las mejillas. Tomó una copa de la mesa y le dio un sorbito al vino. Solo uno.
     Cerró los ojos, haciendo que todas las luces de la habitación se encendieran. Angel tropezó y cayó al suelo como un costal de papas. Se quejó, pero no le duró mucho. El siseo se convirtió en una dura carcajada. Alastor apareció frente a él. No se agachó. Lo miró con profundo desprecio.
     Angel trató de incorporarse, alzando un par de sus brazos para tomarle una pierna a Alastor. La risa no cesaba. Para él, no había cosa más divertida que ver al locutor enfadado. No era importante.
     Alastor inhaló, quitándose la corbata.
     —¿Seguirás riéndote de esto? No es divertido.

     —¡Ja, ja, ja! —Angel continuó burlándose. Se tomó de la cama para levantarse, pero solo consiguió caer encima de ella. Tenía el rostro rojo y divertido, lleno de picardía—. Qué aburrido estás, Al... ¡Apenas si bebí!

     —Claro.

     —¡Mírame! ¡Puedo incluso cantar! —dijo, tirando la cabeza hacia atrás, tomando impulso. No pudo gritar. Un trozo de cinta adhesiva le cubrió la boca. En lugar de molestarse, la idea le dio cosquillas. Se la sacó lentamente con la lengua—. ¿Estás de humor... ?

     Alastor no respondió. Se limitó a señalar la mesa al fondo. La comida estaba fría, las velas daban una apariencia descuidada y deprimente. Nada había sido tocado y aún así, el tiempo no jugó a favor de nadie.
     Angel entrecerró los ojos tratando de ver. Se movía lento.
     —¿Qué... ?

     —¿Qué te dije hace tres días?

     —No te pregunté eso, sonrisitas... —Angel se levantó y caminó hacia la mesa, frunciendo los ojos—. ¿Comida... ? ¿Por qué?

     Alastor se acercó a él. Angel no pudo reconocer ninguna emoción en el rostro de su pareja.
     —No me gusta reprochar cosas. Más específicamente a ti —Hizo una pausa para pensar—. Hice esto para ambos. Te lo había dicho, ¿no lo recuerdas? Charlie me dijo que fuera más... ¡Espontáneo! Y traté de serlo a mi manera pero... ¿De qué sirve?

     Angel se reclinó en el borde de una de las sillas, tratando de mantener el equilibrio. Sus ojos perdieron el brillo por un segundo.
     —Bien, bien... Lo siento. ¿Por qué no lo... Reanudamos?

     Alastor frunció el entrecejo.
     —¿Reanudar? Angel, ¿crees que es tan sencillo?

     El actor rodó los ojos, frustrado, y tomó asiento frente a la mesa. Vio la comida fría y arrancó un trozo directo con el tenedor. Comió con la boca abierta, negándole la mirada a Alastor.
     —Me estoy divirtiendo —dijo—. ¿Por qué no te unes?

     Alastor suspiró sin saber qué hacer.
     —Escucha... Estoy tratando de ser paciente contigo. Solo quiero... Que por favor te disculpes. Es todo. Es caballería, modales. Llámalo como quieras. Solo discúlpate...

     —¿Por qué? ¡Al fin estoy aquí! ¿No era eso lo que habíamos acordado?

     —¡Ah! ¡Entonces sí lo recordaste!

     Angel dejó caer el tenedor sobre el plato.
     —¿Por qué no puedes hacer las cosas de otro modo? Digo, no es tan difícil como pasar página de esta mierda.

     —Creo que no estoy siendo claro —Alastor se acercó al actor con paso firme. Se reclinó en la mesa y lo miró a los ojos, como si eso fuera a garantizar el despertar de su amante—. Te esperé, Angel. Lo hice, así como hice todo esto... No quiero... No, no sabes la fuerza de voluntad que tengo como para no hundirte la cara contra la comida y dejarte aquí, atragantado... No sé qué me haces sentir, pero no me está gustando nada, sobre todo si no eres capaz de ver lo que estoy haciendo por ti.

     Angel estaba paralizado en su lugar.

     —¿Es en serio?

     —Lo digo en serio.

     —¿Por qué?

     Alastor bajó las orejas, haciendo una mueca de dolor.
     Apretó por los hombros a Angel y negó con la cabeza.
     —No, creo que me gustaría escuchar de ti... ¿Por qué eres así? ¿Por qué... Tienes que destruirte de esta forma? Ni siquiera sé con quién saliste, por qué, para qué. Te escapas de todas partes y supones que cuando llegues al hotel y entres aquí, a nuestra habitación, te recibiré con los brazos abiertos, aplaudiendo y fomentando la basura que haces allá afuera. Angel, no soy tu maldito padre. No iré tras de ti para decirte que eres una vergüenza. Eres tú el que no asume que se la está dando a sí mismo —Alastor lo soltó. Llevó las manos a su boca—. Hice esto para que te dieras cuenta de que, a pesar de todo lo malo que puede haber en mí, puedo otorgarte la seguridad que buscas allá afuera. Que... Cuentas conmigo. Pero nada importa, porque yo sé... Hoy me he dado cuenta de que yo no cuento contigo. No hay nada en este mundo que pueda hacer para que yo cuente contigo, porque esperas a que alguien... —Alastor miró a Angel abrir la boca. Fue la gota que derramó el vaso—. ¡Escúchame bien! ¡Quédate ahí! ¡Maldita sea, sabes bien que lo único que quieres es que alguien se responsabilice por toda la maldita carga emocional que tienes, y has venido al peor lugar porque yo no soy ni la mitad de lo cuerdo que me puedas creer!

     Alastor dio vueltas en la habitación.
     Angel se cruzó de brazos.
     —No es verdad.

     —¡Es verdad! ¡Lo sabes, lo sé! —Alastor se detuvo, recordando las lecciones de Charlie. Respiró hondo y colocó las manos en sus caderas—. Estoy... Estoy furioso contigo Angel. No sé qué quieres. No sé qué es lo que esperas. Sigues... Huyendo del hotel, de los demás... ¡De mí! ¿Qué voy a hacerte? ¿Una cena, un compromiso, un recuerdo entre los dos? ¿Es suficiente o es demasiado para ti?

     —¿¡Qué importa eso!?

     —¡A mí me importa!

     La habitación se llenó de silencio. Ambos se miraron de un extremo al otro. Alastor chasqueó los dedos, desapareciendo la mesa y las sillas, a excepción de la de Angel. Apagó las luces y se dirigió al baño.
     Era demasiado, así que era suficiente.

...

Angstober: RadioDust  [Hazbin Hotel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora