7. Mentira

161 10 0
                                    

     La barra fue un regalo de Charlie para Angel Dust días después de su cumpleaños. Uno de los cuartos del hotel había sido acondicionado solo para él, con todo el equipo que hiciera falta para que bailase y se expresara como mejor sabía. Casi se comió a besos a la princesa como agradecimiento, y por supuesto, no pudo faltar la amenaza de Vaggie haciendo uso de su afilada lanza angelical después de presenciar un acto tan exagerado como ese.
     Angel supo que, a partir de ese momento, no necesitaría regresar al club para volver a bailar. Su vida, al menos en ese aspecto, había mejorado por fin.

     Se tomó de la barra con nervios, pero el tiempo no hizo falta para que actuara con la confianza de siempre, colgándose de ella. Más que habilidad, Angel tenía la suerte de contar con un par de piernas largas y un juego de brazos extras.

     La emoción del actor fue tanta que los demás miembros del staff se reunieron para admirar sus hazañas. Alastor, más inclinado a la crítica, fue solo para fastidiarlo. Sin palabras, solo limitándose a la vista, encontró un espectáculo que, carente de música, vestuario e iluminación, picó su curiosidad.
     Angel Dust terminó su interpretación luego de un rato. Volvía a sentirse vivo.
     Libre al fin.

     Cuando los demás se dispersaron, Angel se agachó para estirarse. No se dio cuenta de que Alastor seguía ahí, ocultándose detrás de una columna.
     —¡Maravilloso baile, querido!

     Angel dio un respingo y por poco cayó al suelo. Dobló las rodillas, ahogando una carcajada.
     —¡Carajo!

     —¡Qué modales! —Alastor frunció las cejas, acercándose a él—. Esa no es forma de tratar a tu público.

     Angel se incorporó, acomodándose el cabello.
     —¿Cómo se supone que reaccione si llegas a mí de improvisto? —dijo, poniendo las manos en sus caderas—. ¿Te recibo con un abrazo, un beso, una mamada?

     Los ojos de Alastor se iluminaron con un par de diales.
     —¡Nada de eso! ¡Pecador inmundo y asqueroso!

     —¡Ja, ja, ja! Buena esa, Al —Angel caminó hacia la salida del salón—. ¿Vas a quedarte ahí o ven... ?

     Perdió de vista a Alastor.
     Este apareció frente a él. Sonreía con más intensidad que otras veces.
     —La princesa se lució contigo —Colocó las manos tras su espalda—. Pensar que yo tuve qué hacerme de mis propios objetos aquí.

     —Envidioso.

     —¡A mucha honra, querido!

     —Hay que ser un poco justos. Yo no tengo los poderes que tú tienes. Así que no te hagas el tonto —Angel cruzó los dos pares de brazos—. Ahora, por favor, hazte a un lado. Tengo bastante hambre.

     Alastor entrecerró los ojos, bloqueándole el paso con brazos y piernas.
     —Solo pienso que es un poco gracioso. Eres el huésped que más problemas causa a la princesa, y por supuesto, el que más risa me da. Trataré de tomar todo este festival de piernas y manos sensuales como un circo personal. Puedo asegurarme a mí mismo que esta alegre faceta tuya no durará lo suficiente. Será divertido mirarte trepar por la barra como si quisieras salir del agujero.

     Angel se carcajeó.
     —¡Gran analogía, Al! Eres muy creativo.

     —No es una analogía, es la realidad. Puedo verlo en todos tus ojos.

     —Y yo puedo ver que estás muy concentrado en molestarme. Mira, incluso has agrietado el marco de la puerta con tus garras. ¡Qué miedo, qué intenso! Ponte una peluca y tal vez te meta a mi show. Tienes carácter y un paquete pequeño. No habrá problema en ocultarlo.

Angstober: RadioDust  [Hazbin Hotel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora