31. Libre: Let It Happen

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     Llegué tarde a su boda. La verdad es que no quería ir. Alastor se casó un día lluvioso a finales de Noviembre. Pensé en un buen pretexto para no ir, sin embargo, no se me ocurrió nada. Disocié todo el tiempo. Un día me quedé de pie frente a una pastelería durante diez minutos, sin saber cómo llegué ahí o qué razón tuve para visitarla. Desperté cuando el dueño del negoció me tocó el hombro. Había un pastel de bodas frente a mí.
     Fue una señal.

     Alastor y yo éramos amigos. Papá le pagaba bastante bien para que coloreara un poco las noticias que giraban en torno a nosotros. Teníamos comprados casi todos los programas importantes del país, y por supuesto, el de Alastor no pasaba desapercibido. Nos hicimos colegas del dueño de la estación, ofreciéndole servicios. Luego, nos metimos con los reporteros. Algunos locutores estuvieron en contra de nosotros, así que el Gran Henry Caruso hizo lo suyo: o dinero, o la sangre. La década de los 20 iba tan de lujo que se inclinaron por la primera opción.
     Así fue como conocí a Alastor.

     Las primeras impresiones que tuve de él fueron fatales. A papá le agradó de inmediato, no supe por qué hasta después de un buen tiempo. Alastor era, lo que se dice, un hombre de palabra y carisma increíble. Yo no lo tragaba. Me parecía fastidioso topármelo cada fin de semana en casa. Si no estaba jugando con papá, estaba ayudando a mamá en algo, y si no se trataba de algo que involucrara a mis padres, entonces se metía con mi hermano mayor, Aaron, o mi hermana gemela, Molly. Me daba la impresión de que estaba tan enganchado en ser parte de nosotros que, por supuesto, se olvidaba de sí.
     Tenía yo veintitrés años, él treintaitrés. Nuestros temas de conversación no eran los mismos. Yo pensaba en drogarme, jugar, ir a hostigar a algún tendero para obtener un dulce... Alastor era diferente. Era muy hablador. Observaba con la misma intensidad. Sus ojos, claros y muy expresivos, reflejaban una intención mucho más profunda en su actuar. Era como ver un espectáculo de sí mismo, siempre.

     Así que papá comenzó a tratarlo como a un hijo. Me dolió en el alma. No estaba orgulloso de mí, ni de mi persona. Mis habilidades eran pocas. Tuve sangre fría a fuerza; no nací con ella. Nuestra relación nunca fue sana, pero lo que hizo que me considerase un caso perdido fue una vez que me encontró vistiéndome con la ropa de Molly. Hubo una disputa terrible. Casi me echó de casa. Molly, por suerte, me protegió de todo. Se tuvo que inventar una mentira creíble en menos de lo que cantaba un gallo. Papá no lo creyó. Bajó la cabeza y se fue.
     La tensión entre nosotros era irreparable.

     Alastor se convirtió en ese Anthony Caruso que a papá tanto le hacía falta. Un hombre de negocios, firme, con muchísima ambición y ganas de sobresalir. Él era mi reemplazo. Era todo lo que yo aspiraba a ser y al mismo tiempo todo lo que odiaba. Por eso no quería tenerlo cerca. Traté de que no se me notara el disgusto pero era muy difícil. Sensible, como siempre, me delataba a mí mismo. Si Alastor me preguntaba algo, respondía de la forma más seca posible. Ni siquiera modulaba la voz para sonar amigable, o elegía mis palabras a manera de mantener la situación bajo control. En serio que no.
     Algo dentro de mí dolía de verdad y necesitaba que el mundo entero se diera cuenta de eso. Que él se diera cuenta de eso. El impulso era todo lo que tenía para darle. No quería lo que tenía, sino, ser él.

     Alastor, por supuesto, no era estúpido. Me encaró durante una de las fiestas de papá. Me miró desde lejos y me llamó con una de sus manos. Lo ignoré, dándome la vuelta. Hice como si no lo hubiera visto. Busqué con la mirada a alguien conocido y me alejé de inmediato, fingiendo demencia. Me mezclé entre los amigos de papá, saludando a algunos y uniéndome en conversaciones de las que yo, por supuesto, desconocía todo. Hablaban de dinero, casas, autos... No me importaba. Mentí, haciéndome el sabiondo para ser parte de la interacción. Por suerte, me aceptaron.
     Aunque Alastor no era mi foco, podía verlo acercándose. Llegó hasta donde yo estaba y saludó a todos con una elegante inclinación de cabeza.
     —¿Puedo unirme a su conversación, caballeros? —dijo a todos, pero sus ojos estaban fijos en mí—. Parece que se están divirtiendo...

Angstober: RadioDust  [Hazbin Hotel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora