Mi madre siempre me dijo que no soy capaz de nada.
Cuando decidí irme de casa para escapar de sus sermones me juró que estaba cometiendo un error y volvería. Qué no lo iba a lograr.
Y tal vez tenía razón.
Estaba sin empleo, sin dinero y con los día...
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Alexander.
Le di una condenada tarjeta sin límites y ella compró todas las cosas en descuentos.
¡Descuentos que lanzan las tiendas al 50%!
Sin contar que ahora ella está vestida con unos pantalones de algodón, una camisa vieja y descalza danzando por toda la habitación que ahora solo tiene olor a pintura barata.
Debí mandar a Carmen a traer la mejor pintura de mis tiendas.
—¿Qué se siente que hayan comprando las pinturas en la competencia? —pregunta Will bastante risueño.
Mi amigo está al otro lado de la habitación con una sudadera, pantalones viejos y también descalzo ayudando a mi mujer a pintar el lugar.
Admito que el color me gusta, es plomo, perfecto porque aún no sabemos mucho de ese bebé.
—¡No tenía idea que era la competencias! —exclama Samanta acercándose a mi.
Entrecierro los ojos porque yo sé que ella sí sabía.
—Yo sé que compraste ahí porque era más barato —le hablo con calma.
Ella carcajea y todo el fastidio que siento por la situación se esfuma por completo. Si comprar todo en oferta la hace tan feliz puedo sobrevivir.
—Debes rebajar un poquito los precios a tus tiendas, amor, son exorbitantes —se posiciona frente a mi y me da un beso en la mejilla.
Me ha llamado «amor» definitivamente puede comprar todo lo que quiera en las ofertas que quiera, después de todo me tiene a sus pies.
—Para eso existe diferentes marcas y colores, para jugar con los precios —le contesto entrando por completo a la habitación.
Me he puesto unos pantalones de jean con una camisa gris, me gusta mucho vestirme formal, pero no voy a someter a ninguno de mis trajes a esto.
—Te ves guapo informal —susurra Sam en mi oído.
Eso hace que una corriente pase por toda mi columna.
—No te acostumbres —le doy un pequeño toque a la punta de la nariz haciéndola reír más.
Amo verla así de feliz y relajada.
—Váyanse a su habitación —Will nos saca de nuestro pequeño mundo —Dan náuseas.
Samanta sigue riendo y se dirige a la pared que está pintando.
Yo por lo contrario voy al medio de la habitación para tomar un rodillo, bañarlo del color y poder empezar a cambiar el color a una de las paredes.
Will le está haciendo dibujitos a una de las paredes que ya está pintada y seca.
