9.- Lávate las manos.

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Alexander

Han pasado cinco días desde que fuimos al primer control, Samanta ha estado casi siempre en el salón de baile que le he dado y sus ánimos han estado menos cambiantes, supongo que sí le ayudó un poco.

Aunque intenté con todas mis fuerzas convencerme de que lo hacía para que ella no tenga sentimientos negativos por el bebé, ayer en la noche al verla sentada en la mesa de la cocina ayudando a Sara con la cena supe que también lo hacía por ella.

Sí me preocupa mucho el feto, pero Samanta también lo hace un poco. Es solo una chica asustada, que tal vez este sola en el mundo y entiendo que se derrumbara en mis brazos cuando se dio cuenta que tenía una vida dentro de ella.

La sensación de verla llorar desconsoladamente no la pude soportar, ese día luego que la dejé en casa llamé a Sara para que se hiciera cargo del cuarto del jardín, ese sitio no se usaba para nada. Saber que ella está tranquila en ese pequeño lugar me hace sentir que no se le pudo dar mejor uso.

Cruzo la puerta de casa a las siete de la noche. Últimamente mi horario ha cambiado, antes llegaba después de las ocho, o a veces solo me quedaba en la oficina hasta tarde, pero ahora que Samanta está aquí, no me quiero perder ningún momento del feto en crecimiento, o con ella.

Antes del bebé no me apetecía ni siquiera venir aquí, verme solo y mantenerme en esta enorme casa vacía. Que para ser sincero no he vendido aun porque era la casa de mis padres y donde crecí.

Todas las noches luego de la cena nos sentamos en el jardín hablar de lo que sea.

Me ha contado que su padre murió cuando ella tenía 15 años, tuvo un accidente en el trabajo y aunque llego al hospital, no paso la noche. Qué su fruta favorita es el kiwi y conoce a Lily desde los 10 años.

Decidió estudiar contaduría porque le gustaban los números, pero se enamoró realmente de la carrera después que se graduó y empezó a trabajar como asistente contable especializándose en malversaciones.

Verla hablar de todas las cosas que le gustan me hace sentir bien, me fascina escuchar la emoción en su voz y la forma como sus ojos brillan. Podría pasar horas solo escuchándola hablar.

Aunque un tema que siempre evita tocar es sobre su mamá. No sé quién es, no tengo idea como se llama y según tengo entendido aún vive, hace días la escuché decirle a alguien por teléfono «mamá» y si soy sincero, tampoco quiero preguntar.

—Buenas noches— saludo a las mujeres en la cocina.

Sara está untando mantequilla en unos panes mientras que Samanta está en la mesa con una taza de té mirando el televisor que ahí se encuentra. Me agrada que se lleven tan bien.

—Hola, buenas noches —la última mencionada me mira y sonríe antes de volver al televisor.

—Buenas noches, mi niño— Sara no se preocupa en apartar la vista de lo que están viendo.

—¿Qué ven? — me posiciono a un lado de Sara para tomar un poco de pan.

Alzo la vista y veo la pantalla, sonrío.

—Lávate las manos antes de comer, Alexander —me regaña la mayor. —Has estado todo el día en la calle.

—Ustedes están viendo Grey's Anatomy — la miro.

—Sí, vamos por la temporada tres —contesta Samanta.

—El doctor Preston le ha pedido a Cristina que se case con él —me informa Sara esta vez.

Yo sonrío con alegría.

—Aunque sé perfectamente lo que pasa —Samanta se voltea a donde estamos nosotros — Me la he visto tres veces, igual me emociono y me parece lindo la forma como se lo pidió.

Su sonrisa llega a sus ojos, eso es algo que no había visto.

—Por favor no me lo digas —reclama Sara —Te dije que te lavaras las manos. —me vuelve a regañar la mujer.

—Sí, Álex. No comas sin lavarte las manos, te puedes enfermar del estómago —Samanta se voltea para seguir viendo la serie.

Me percato que es primera vez que me llama Álex, solo las personas mas cercanas a mi me dicen de esa forma, y la verdad no me desagrada para nada.

—Están conscientes que yo soy un hombre de treinta y un años, con un coeficiente intelectual alto y que soy el dueño de esta ciudad ¿Cierto? —me hago el ofendido.

—¿Y eso te va a salvar de enfermarte del estómago? — pregunta Samanta con sarcasmo.

—Que soy lo suficientemente capaz de saber que me tengo que lavar las manos y no deben regañarme. —sonrío mientras digo esas palabras.

—Bien, entonces hazlo —señala Sara el lavaplatos.

—Tengo hambre, mientras te lavas las manos yo voy al baño para que comamos. —Samanta se levanta y se va al pasillo para ir al baño.

Yo levanto las mangas de mi camisa mientras la sonrisa no se va de mi rostro, para poder lavar mis manos.

—Ha estado comiendo mucho pan tostado con mantequilla —me habla en voz baja Sara con una sonrisa de nostalgia en el rostro.

—¿Y eso es malo?— pregunto preocupado.

Ella niega.

—No, solo que me recuerda que tu madre comía mucho pan con mantequilla cuando estaba embarazada de ti —sus ojos estás húmedos y eso me causa una sensación bonita en el pecho.

—¿Cómo puedes recordar eso? Fue hace mucho tiempo. —me acerco a ella mientras me seco las manos.

—Cuando ese pequeño nazca entenderás porque yo recuerdo hasta la primera palabra que dijiste. —Sara acaricia mi mejilla con cariño.

Le sonrío y me acerco para darle un beso en la frente.

Y sólo por un momento anhelo que Samanta también quiera recordar cada pequeño momento de ese bebés conmigo.

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