Toco la puerta para recibir un «adelante» del otro lado de la madera.
Tomo aire, vuelvo a pasar la mano por mi vientre y entro con la mejor expresión que puedo tener.—Hola —asomo la cabeza y sonrío. — Ya llegó por quién llorabas —termino de entrar para acercarme a él.
—Y yo que ya me estaba acostumbrado a dormir de nuevo solo. —me da una sonrisa que no llega a sus ojos.
Observo el lugar: las ventanas están abiertas así que entra toda la iluminación del sol, su portátil está abierta en medio del escritorio mientras está escribiendo algo en unos papeles.
Está vestido solo con camisa de vestir y pantalones. Pero es su rostro el que me llama más la atención. Alexander es hermoso, pero sus ojos están aún más pequeños y un poco rojos.
Decido que no voy actuar simplemente como si no pasara nada, se por experiencia que eso no ayuda en nada. Al contrario, empeora la situación.
—Sara me contó sobre la fecha de hoy —hablo en voz baja para acercarme a donde esta él.
Me mira, suspira y cierra con lentitud el portátil.
—Sabia que lo haría, ella se preocupa mucho y eso lo aprecio demasiado —se aleja del escritorio para darme espacio entre la silla donde está sentado y la mesa.
Me siento en la mesa frente a él dejando las piernas al aire.
—Supuso qué verme y pensar en el bebé te haría mejor. — él se acerca para poder colocar las manos en mis rodillas cubiertas por el jean.
A pesar de que no es un contacto directo, un escalofrío sube por mi columna hasta hacerme erizar la piel de la nuca. Los cuatro días sin verlo me están afectando más en mis hormonas.
— Tenía razón, me hace bien y no necesariamente por el bebé. — sonríe.
Él no debe decir esas cosas porque hace que las mariposas en la boca del estómago despierten de un sueño profundo en las que había obligado a sumergirse.
—¿Cómo te sientes? —pregunto en voz baja.
—¿La verdad? —pregunta luego de un momento en silencio.
—Por favor.
—Siento como si alguien me estuviese estrangulando, quitándome la respiración y haciéndome sentir dolor. —me percato que su voz se torna rasposa.
Eso rompe un poco el corazón, como deseo que él no tenga esos sentimientos conocidos por mi, pero ya es algo que no puedo evitar.
—Yo sé que no hay palabras para consolarte. —levanto la mano para acariciarle la mejilla. —Solo puedo ofrecerte quedarme a tu lado, simplemente a trabajar si es lo que deseas para que no te sientas solo.
Alexander alza la mirada y de repente siento que miles de fuegos artificiales explotan a nuestro alrededor.
Su mirada es diferente, como si quisiera decirme algo que no se atreve, o como simplemente yo fuese una joya que desea poseer y cuidar por el resto de su vida.
—La muerte es un trauma, y yo nunca lo entendí hasta esa tarde. —empieza hablar en voz baja. — Ese día tenía clases temprano y salí de casa a las ocho, pude despedirme de papá, pero mi madre aún estaba en el baño así que no pude decirle lo mucho que la amaba.
Sus ojos se cristalizan, y yo solo dejo que se deje llevar, a veces eso es todo lo que se necesita.
»—Nunca le tuve miedo a las llamadas, no me preocupaba contestar una, pero cuando recibí la llamada de la policía, más nunca he podido contestar el teléfono con tranquilidad.
A mi mente viene esa maña de poner su celular en silencio o apagarlo cada vez que se va a dormir. Todos estos días pensé que era solo para que no lo molesten.
—Por eso tu celular está en silencio por las noches.
Asiente.
—No soporto despertarme con el sonido de una llamada. Eso fue algo que me atormentó durante mucho tiempo, no despedirme, no haberle dicho que la amaba. Me culpo por no hacerle saber que era la mujer más importante en mi vida.
Sus ojos se llenan de lágrimas.
—No fue tu intención. No te culpes por algo que no podías controlar. —susurro. —A mi cuando me dieron la noticia no lo podía creer, pasé por un pequeño trance hasta que analice las palabras. Luego una desesperación horrible se apodero de mi, seguido por las lágrimas y esa sensibilidad de que te están estrangulando. Sentí que el dolor me iba a volver loca. El dolor en el pecho y garganta aún lo siento, aunque no tan seguido como antes.
—La culpabilidad vuelve siempre a la misma fecha. Ese mismo sentimiento vuelve siempre, es algo que no he podido superar, Sam.
Eso llama mi atención, él siempre se dirige a mi por mi nombre completo, y escucharlo decirme así se siente bien.
—Y nunca lo vas a superar, pero debes aprender a vivir con este tipo de dolor, porque no podemos hacer más nada al respecto. Hasta los momentos lo has hecho bien. —tomo su mano y la llevo a mi vientre plano, sé que no va a sentir nada ahí, pero espero que ayude de algo. —Ahora debes enseñar amar a este pequeño como te enseñaron amar a ti. Para que cuando en algún momento tú le faltes, porque va a suceder, siga adelante como lo hiciste tú.
—Desde su fallecimiento a pesar de tener a mi alrededor personas que se preocupan por mí y me quieren, no podía evitar tener esa sensación de que me había quedado completamente solo en el mundo. Es como si mi cerebro supiera que no es así, pero mi corazón no puede luchar contra ese dolor. ¿Cómo no sentirme solo? Si las personas que más me cuidaron y protegieron ya no estaban.
Veo por primera vez una lágrima caer del ojo derecho de Alexander. Y comprendo casi de inmediato que me está mostrando su lado más vulnerable, y aún así me gusta un montón.
»—Pero desde que supe que iba a tener un bebé esa sensación ha desaparecido poco a poco. —me da una sonrisa de boca cerrada. —Gracias por eso, Samanta. Gracias por tantas cosas.
Esto último lo dice en susurros y por algún instinto lo único que puedo hacer es acercarme a él para darle un beso en los labios.
Sé que no es el momento, sé que debe sentirse mal, pero no puedo evitar tener todo esto a raya. Quiero tocarlo, abrazarlo, tenerlo cerca, consolarlo, quiero tantas cosas que ya no puedo evitar.
Los vellos de mi nunca se erizan cuando la mano derecha de Alexander sube hasta mi cintura para apretarla, mientras que su otra mano acuna mi mejilla.
Me gusta muchísimo.
Llevo las manos a sus hombros para intentar alejarme ahora que aún tengo autocontrol, porque sé que no es el momento adecuado. Pero el agarre de Alexander se intensifica manteniendo nuestros labios unidos.
Que el señor se apiade de mi.
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By mistake ✔
RomanceMi madre siempre me dijo que no soy capaz de nada. Cuando decidí irme de casa para escapar de sus sermones me juró que estaba cometiendo un error y volvería. Qué no lo iba a lograr. Y tal vez tenía razón. Estaba sin empleo, sin dinero y con los día...