29.- Se está moviendo

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Samanta.


Es impresionante la cantidad de currículum que he enviado en varias semanas y no me han llamado de ningún trabajo. Sé que no tengo mucha experiencia, pero no puedo creer que no estén necesitando así sea el asistente del asistente.

Suspiro recostándose en la silla de la cocina, mi espalda me duele mucho y siento cansancio. Paso las manos por mi vientre abultado por encima del vestido. Desde que se me nota el bebé me encanta usar vestidos.

Miro la pantalla de mi portátil donde está la página de trabajos abierta, necesito trabajo, luego que nazca el bebé y deje de amamantar no estoy segura si Alexander quiera que me quede viviendo aquí. No hemos hablado de que pasará después y eso me tiene un poco nerviosa.

Sabemos que estamos en una relación, hace días en la revelación de género cuando me confesó que me quería me sentí la mujer más feliz del planeta, sentía que lo tenía todo y me lo dice cada día antes de dormir e irse al trabajo. Aún así no dejo de sentir que esta vida es prestada, nada puede ser tan perfecto. Sin contar que amo el sexo con él, mi cuerpo reacciona cuando estamos cerca, no estoy segura si por las hormonas del embarazo o porque de verdad me gusta mucho, pero con solo tocarme y besarme mis orgasmos vienen rápido.

Todo esto me tiene nerviosa, debemos hablar de que va a pasar cuando el bebé nazca.

Vuelvo a suspirar cerrando los ojos para intentar relajarme, odio cuando me siento así y Lily está en pleno vuelo.

Escucho la puerta de entrada, miro la hora del portátil y sé que es Alexander, tanto por la hora, como por sus pasos, en estos meses he aprendido a reconocerlos.

—Buenas noches —mi hombre entra a la cocina con su traje índigo hecho a la medida, con el cabello perfectamente peinado.

—Buenas noches —le contesto. Mi sonrisa sale solo por inercia.

Hoy he pasado todo el día sola en casa, Sara está visitando a Sandra y solo están los guardaespaldas en la propiedad.

—¿Cómo están las mujeres de mi vida? —Alex se acerca a donde estoy sentada.

Pasa su mano derecha por mi vientre mientras me da un beso, pero esta acción la hace rápido. Se quita el chaleco y arremanga la camisa hasta los codos.

De repente siento algo dentro de mi, es algo parecido al aleteo del ala de un ave cuando lo tienes en la palma de la mano, pero más fuerte. Mi corazón se acelera, miro mi vientre y luego paso mi vida al hombre que se está terminando de lavar las manos.

¡La bebé se está moviendo por primera vez!

—Alexander —lo llamo en voz baja.

Él se voltea y arruga sus cejas inmediatamente.

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