Capítulo 31 "Atardeceres y amaneceres"

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El sol se colaba por las cortinas que cubrían las ventanas, que no habían sido propiamente cerradas porque Draco había caído en las palabras dulces de Harry diciendo que era capaz de hacerlo mientras él dormía a Calantha y que confiara en que era un adulto responsable.

¿Adulto? Tal vez. ¿Responsable? En ocasiones. ¿Funcional? Para nada.

Cuando Harry le propuso a inicios de año que planificaran sus vacaciones juntos para agosto, Draco imaginó otro tipo de planes. Accedió sin prestar mucha atención al tema, pues sabía que unas vacaciones mágicas podían ser planeadas en menos de tres días, veinticuatro horas era todo lo que necesitarían de darse el caso. Claramente, Draco no contó con que el plan de Harry fueran unas vacaciones muggles.

Draco casi gritó cuando la impresión inicial se desvaneció junto con la risa sarcástica, porque Harry no estaba bromeando ni tampoco estaba dispuesto a negociar. Irían de vacaciones al Mundo Muggle o no irían, y Draco ya había solicitado las vacaciones, la verdad era que no le entusiasmaba pasarlas solo en casa.

Sabía también lo difícil que había sido para Harry que se las otorgaran debido a las negativas constantes de Christian Blass y que incluso Harry había usado la carta de Salvador del Mundo Mágico con los superiores del Ministerio para obtener el permiso. No podía permitir que ese tiempo se desperdiciara. Además, Harry hacía mamadas muy persuasivas.

Así fue como Draco terminó en un hotel en México, con un calor sofocante que lo hacía nadar en su propio sudor y haciendo de traductor para Calantha y Harry. Una no sabía hablar mucho nada que no fuera pársel, el otro solo no hablaba español. Era ridículo, absurdo más que nada y tan, tan jodidamente perfecto que Draco quería gritar de frustración y felicidad a la vez.

Harry, precariamente envuelto entre suaves sábanas a su lado en la cama, se movió cuando el sol del amanecer alcanzó su rostro. Draco no escondió su sonrisa cuando Harry se giró del todo hacia él, acurrucándose en su abrazo y desemperezándose del poco período de sueño que había tenido. Sus brillantes ojos esmeraldas se abrieron, húmedos por el bostezo, y Harry se fijó en la borrosa imagen de Draco.

—Buenos días —susurró Draco con una sonrisa, acariciando con sus dedos los despeinados cabellos rebeldes de Harry.

—Buenos días —Harry se estiró cual gato, moviéndose hasta cruzar una pierna sobre las caderas de Draco y jugar con sus dedos haciendo espirales sobre las cicatrices que él había causado—. ¿Llevas mucho rato despierto?

—Apenas algunos minutos —respondió Draco suavemente, besando los labios de Harry en un gesto delicado que lo hizo sonreír—. Es que alguien se olvidó de cerrar las cortinas.

—Lo siento, juro que iba a hacerlo, pero entonces te vi ya dormido en la cama y era… demasiado magnético —excusó Harry, una sonrisa felina extendiéndose en sus labios.

—Si pudieras ver bien mi rostro ahora mismo, probablemente entenderías porque hablarme dulce no funcionará conmigo —repuso Draco, girándose sobre Harry hasta estar encima de él, apresándolo entre su cuerpo y la cama—. Esto es la guerra, Potter. Te toca a ti preparar a Calantha mientras yo me doy la primera ducha.

—Oh, vamos —protestó Harry, impulsándose hacia arriba sobre sus codos cuando Draco dejó un beso rápido en sus labios y se levantó de la cama, más enérgico de lo que el padre de una niña de año y medio debería de estar—. No es justo, te tocaba a ti esta mañana.

—¡Sin excepciones! ¡Esa fue tu regla! —gritó Draco rumbo al baño, sonriendo triunfador cuando una almohada golpeó la pared de la puerta del baño, justo al lado de su cabeza—. ¡Ve a despertar a nuestra hija, Potter!

Siempre a ti (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora