Capítulo 8 "Consenso con el pasado"

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—Por última vez, Harry, no estoy de acuerdo con esto y no vas a hacerlo —declaró Draco, ambas palmas golpeando la mesa de café mientras se levantaba y caminaba exasperado hacia la ventana que mostraba el jardín de Grimmauld Place que habían estado arreglando el día anterior—. ¡Por encima de mi cadáver!

Harry gruñó por lo bajo, conteniendo su enojo para no perder el poco control que sostenía sobre su magia. Habían pasado algunas semanas en calma, flotando en la nube de la felicidad posterior a un no compromiso muy hermoso y haciendo los arreglos más personificados en la casa.

Todo iba bien, incluso cuando Harry solo mantenía contacto con George por parte de los Weasley y el Mundo Mágico parecía empecinado en abrir una investigación respecto a su embarazo como posible resultado de un hechizo o alguna poción de amor que formaba parte de un malvado plan de los Malfoy. En su mayoría, ambos ignoraban esos sinsentidos e intentaban evitarse tantos disgustos como fuera posible.

Narcissa Malfoy se había hecho cargo de quien dirigía aquella estúpida revista de chismes sin fundamentos y, por lo que Draco le había dado a conocer a Harry, la indemnización por difamación y daños psicológicos había sido suntuosa. Esa persona debió pensarlo mejor antes de poner en peligro al hijo de El Elegido, carta que los abogados de la familia Malfoy no dudaron en usar, presentando los registros médicos de Harry como evidencia.

George lo visitaba en Grimmauld Place o se aseguraba de cerrar cualquier entrada de su casa y tienda antes de recibir a Harry. Los Weasley no habían dado más declaraciones inciertas y, aunque Harry había visto la información en el periódico de que Ginny había pedido un tiempo de licencia de su trabajo como jugadora profesional de las Arpías, realmente no habían causado problemas.

Draco pasaba todo el tiempo en Grimmauld Place con él. A veces se aburría, cuando Draco se aislaba por horas en su estudio buscando continuar desde la distancia con su investigación, pero la puerta siempre estaba abierta y Harry sabía que Draco lo recibiría sin dudar si él iba a buscarlo.

Lo hacía, no todo el tiempo y siempre intentando no molestar, limitándose a sentarse a su lado y dejar que Draco acariciara distraídamente su vientre abultado mientras mantenía su enfoque en los pergaminos. En general, era una situación bastante hogareña y todo lo que Harry siempre deseó. Hasta esa mañana.

Habían pasado el día anterior desyerbando el jardín de Grimmauld Place, luego de que Draco lo ampliara para crear un área de juegos para el bebé y otra donde colocarían una carpa y mesas para el té desde las cuales observar a su hijo jugar conforme creciera. Al caer la noche, ambos acordaron ir a escoger las carpas el día de hoy, pero todo plan había desaparecido cuando Harry despertó esa mañana inusualmente alterado.

Ni siquiera tenía sentido, si era honesto, y comprendía por qué Draco estaba molesto en ese instante. De la situación ser opuesta, él también lo estaría. Sin embargo, Harry estaba decidido y no iba a dar su brazo a torcer, sin importar lo que Draco dijera.

—Tú no me das órdenes, Draco —espetó Harry entre dientes, su voz una lija que quemaba contra Draco, quien todavía le daba la espalda.

—Ese en tu vientre es mi hijo, Potter —rebatió Draco, apretando las manos en puños y apoyándose contra la ventana—. No vas a poner a mi hijo en riesgo por cualquier tipo de sentimentalismo barato que tengas.

—¡No es un sentimentalismo barato! —gritó Harry, perdiendo el delgado control que le quedaba sobre su exaltable temperamento. Draco se giró iracundo hacia él.

—¡Por supuesto que lo es! ¡A nadie se le ocurriría ir a visitar a sus abusadores de la infancia para decirles que está esperando un bebé si no fuera por algún golpe de sentimentalismo estúpido!

Siempre a ti (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora