La fuente impulsaba el agua hacía el cielo, llenando el parque de pequeños arcoíris provocados por la luz del sol atravesando las gotas que caían por la fuerza de gravedad. Los niños corrían por doquier, persiguiéndose entre ellos o a unos perros que alguna familia tenía de mascotas y había traído consigo ese domingo.
A veces Harry se preguntaba cómo había llegado su vida a un punto donde un parque muggle un domingo le traía una extrema relajación. La guerra, otrora asfixiante, hacía mucho que había quedado olvidada. Todavía habían noches en las que alguna pesadilla dominaba sus sueños, o los de Draco, pero sabía que no eran más que sus miedos despertando y que, cuando la pesadilla terminase, tendría los brazos de Draco alrededor de su cuerpo, calmándolo.
—¿Potter?
Harry despegó su mirada de los niños correteando, girándose para ver un rostro familiar que no había visto en algunos años ya.
—Nikiforov —saludó Harry, manteniendo un semblante relajado. Hacía décadas que la animosidad entre ellos había quedado olvidada, mayormente impulsado por el traslado del auror a Rusia.
—Ha pasado un tiempo, no esperaba encontrarme contigo aquí hoy —comentó Nikiforov, la incomodidad apenas perceptible mientras miraba a Harry—. He leído todos los avances que la Ministra de Magia y el Jefe del Departamento de Aurores, con un asiento en el Wizengamot, han logrado realizar en el Mundo Mágico.
—Ya sabes lo que dicen: una vez un salvador, siempre un salvador —bromeó Harry, sonriendo junto con Nikiforov antes de señalarle con la mano el espacio vacío a su lado en el banco—. ¿Cuándo has regresado?
—Vengo a visitar a mi familia de vez en cuando, pero he regresado para una estadía más permanente hace dos semanas —contestó Nikiforov, tomando asiento y frotando ambas manos juntas en un gesto nervioso que Harry había notado varias veces durante el tiempo en que trabajaron juntos.
—No tienes que estar incómodo, ha pasado tiempo desde que olvidé nuestras constantes peleas —comentó Harry, dejando salir una risa queda antes de suspirar profundamente—. Si hay algo que quieras decir, adelante.
Durante algunos segundos ninguno dijo nada, limitándose a observar los niños jugar, las risas llenando el ruido con tonadas armoniosas y ladridos de perro para acompañarlas.
—Tengo tres hijos —soltó Nikiforov de repente, llamando la atención de Harry, quien solo hizo un suave sonido de reconocimiento sin decir nada—. Cuando sostuve a mi hija mayor por primera vez en mis manos, me di cuenta de lo mal que había actuado contigo. Nunca me disculpé por lo que sucedió en aquel almuerzo con Blass y los otros aurores.
—No era tu culpa.
—No, pero no dejé en claro lo mucho que desprecié lo que hicieron. En su momento intenté justificarlo en mi mente con su dolor y decidí que, aunque estaba mal, era comprensible. Cuando nació mi hija me di cuenta de lo estúpido de mi pensar. Amo a mis hijos más que a nada, Potter, y no podría herir a otro niño jamás, porque imaginar que alguien le hiciera daño a los míos me destruye.
—Hay cosas que van más allá de la moral, Nikiforov —dijo Harry después de algunos segundos, ningún rastro de rencor en su voz—. No digo que hayas hecho las cosas bien, pero muchas cosas hice yo mal también. Además, todo salió bien al final, así que puedes dejar de autoflagelarte por lo que sucedió. Está todo olvidado.
—Gracias —susurró Nikiforov, sonriendo mientras asentía—. Me alegro haberme tropezado contigo aquí, por improbable que pareciera.
—No es tan infrecuente verme en este parque últimamente —respondió Harry, dejando salir una risa nasal—. Draco y yo venimos los domingos con Scorpius.
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Siempre a ti (Drarry)
Fiksi PenggemarDespués de una vida de enfrentamientos y disgustos mutuos, el tiempo posterior a la guerra trajo a la superficie sentimientos no resueltos que tanto Harry como Draco negaban. De esa unión, para ambos casi insuficiente y traicionera, surgió un result...