Capítulo 10 "La familia"

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El sol brillaba en lo alto del cielo, anunciando el mediodía con intensidad. Harry estaba debajo de la carpa que esa mañana habían terminado de instalar en el jardín trasero de Grimmauld Place, después de que llegaran de la consulta con el Dr. Alcázar. El seguimiento del bebé iba bien y, hasta el momento, parecía que todo había mejorado en el estado delicado del embarazo.

Seguía siendo un embarazo de riesgo, pero el núcleo mágico de Harry parecía haberse acostumbrado al cambio mientras otro núcleo tomaba fuerza en su interior. Si algo estaba claro para ambos padres primerizos era que su bebé iba a tener una magia muy fuerte.

Harry había estado leyendo libros de embarazos mágicos, puesto que sus temores respecto a su hijo incrementaban cada día, sobre todo en cuanto al desarrollo intrauterino. ¿Podía llamar útero a esa cavidad creada? El medimago lo hacía, por lo que Harry suponía que estaba bien. Narcissa había tenido que venir a Grimmauld Place para calmar las dudas de Harry desde la experiencia, porque su estrés preocupó a Draco.

Al final, para tranquilidad de Harry, ambos Malfoy fueron con él a San Mungo y, Narcissa como alguien que había estado embarazada antes y el Dr. Alcázar como medimago, le explicaron que era normal que un bebé en un embarazo masculino tardara más en dar patadas. Su crecimiento no estaba retrasado, pero la magia que lo rodeaba solía mantener al feto en un estado calmado para evitarle molestias al padre, considerando los cambios a los que su cuerpo era sometido.

Eso había llevado a conversaciones respecto al posible parto y complicaciones, además de la lactancia posterior. En resumen, Harry tenía un plan de parto natural y ya sabía que los Malfoy se encargarían de comprar las fórmulas médicas, porque su cuerpo no produciría leche. Apenas el bebé saliera, su núcleo mágico iniciaría las modificaciones de su cuerpo para protegerlo y él volvería a ser como antes. Harry no sabía por qué, pero eso lo había deprimido.

—Creo que sería mejor más a la derecha —comentó Harry desde su lugar en la sombra, viendo a Draco acomodar unos columpios en el jardín con su magia.

—Estaba pensando hacer un colchón de flores para sus caídas, por eso lo puse más a la izquierda —dijo Draco, apartando unos mechones sueltos de su frente y mirando a Harry con una sonrisa.

—¿Un colchón de flores?

—Hay unas flores especiales que todas las casas con niños pequeños y jardín suelen tener. Están hechas para no destrozarse y mantenerse acolchadas en todo momento, evitando que si el niño se cae, se haga ningún tipo de daño —explicó Draco, dejando el set de columpios donde estaba y caminando hacia Harry.

—¿Cómo eran las tuyas? —preguntó Harry con curiosidad, abrazándose a la cintura de Draco cuando él se detuvo a su lado.

—Las cultivó mi madre en su jardín privado de la Mansión Malfoy y, no quiero que te rías, pero eran rosas rojas —Pese a su advertencia, y tal como Draco lo había esperado, Harry se carcajeó casi de inmediato.

—Estabas destinado a tener algo Gryffindor desde el principio, Malfoy —se burló Harry, apoyando la frente contra el abdomen rígido de Draco y descansando la otra mano sobre su vientre.

—Prefiero lo que tengo ahora —afirmó Draco, acariciando los mechones revueltos de Harry y sumergiéndose en la intensidad de sentimientos que llenaban el verde de sus ojos.

Harry enterró los dedos en la camisa de Draco y, como si leyera su mente, Draco se agachó a su lado. Se quedaron allí un instante, las manos de Harry en el cuello de Draco, sus frentes unidas, sus alientos mezclándose. Nada en el mundo estaba mal allí. Draco rozó con sus labios los de Harry en una caricia fantasmagórica, apenas perceptible, y una sonrisa creciente en sus labios desapareció en menos de un segundo cuando los dedos de Harry se enterraron en la piel de su cuello y lo guiaron hacia adelante.

Siempre a ti (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora