十一. EL RESCATE.

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En un rincón oscuro y sombrío, en las profundidades de una cueva, Taemin yacía preso junto a un mar de almas igual de condenadas que él. Eran personas marcadas como impuras por el caprichoso Emperador, acusadas injustamente de querer poner fin a su reinado, un imperio que se ahogaba en la tiranía y el miedo. Para Taemin la desesperación y la impotencia eran sus únicos compañeros en este lúgubre lugar.

El espacio, era insalubre y siniestro. El hedor que lo impregnaba era insoportable, una mezcla de sudor rancio, excrementos y el aroma de la descomposición. Las personas que compartían esta pesadilla eran una multitud de rostros hambrientos y exhaustos. Cada uno de ellos había sido víctima de las acusaciones infundadas del Emperador, y ahora estaban atrapados en un infierno de su creación.

La rutina era tan monótona como desgarradora. Sólo recibían una comida al día, una miserable ración que apenas bastaba para mantener la vida en sus cuerpos debilitados. La lucha por conseguir un poco de alimento era feroz, como una manada de lobos hambrientos que se disputaban el último trozo de carne. Las risas y los murmullos burlones de los guardias resonaban en sus oídos mientras intentaban saciar su hambre con aquella porción escasa y despreciable.

Las necesidades fisiológicas se convertían en una pesadilla aún peor. El lugar estaba cubierto de heces y orina, y el pestilente olor se infiltraba en los huesos, recordándoles constantemente su miseria.

La única conexión con el mundo exterior era una estrecha oquedad en una de las paredes la cual permitía que una tenue luz penetrara en la cueva. Cuando esa luz se desvanecía, su mundo se sumía en la más completa oscuridad, una oscuridad que sólo podía compararse con la que envolvía sus almas.

El desamparo era tan abrumador que algunos prisioneros comenzaron a enfermarse. Tosían y vomitaban, sus cuerpos se debilitaban por la falta de alimento, la falta de higiene y el implacable estrés. Suplicaban ayuda a gritos, pero los soldados, que parecían disfrutar con su sufrimiento, los ignoraban. Los lamentos resonaban en el aire, pero caían en oídos sordos. La esperanza se había desvanecido por completo.

El castigo físico era una constante. Al principio, algunos se atrevían a resistir, a luchar contra los soldados que los golpeaban con saña. Pero con el tiempo, las golpizas brutales y la falta de fuerzas los redujeron a un estado de sumisión. Las marcas en sus cuerpos eran testimonios silenciosos de su sufrimiento, recordatorios de que cualquier atisbo de resistencia era inútil.

El kimono de Taemin, una vez pulcro y hermoso, estaba ahora hecho jirones, tan desgarrado como su dignidad. Su cabello, que solía ser sedoso y cuidadosamente peinado, colgaba enredado y sin vida, un nido de pájaros oscuros. Su piel, antes de porcelana, ahora se había vuelto pálida y demacrada, sus facciones esculpidas por el dolor, se mostraban cadavéricas.

En los primeros días, las lágrimas habían sido sus compañeras constantes. Recordaba la muerte de su amado tío Aki, cómo uno de los soldados lo había ejecutado sin piedad. La imagen de su tío, un hombre bondadoso y honorable, siendo arrancado de sus brazos y arrojado a la muerte, lo atormentaba noche tras noche. Pero después de un mes en ese abismo, sus lágrimas se habían secado por completo. Ya no le quedaba nada más que dar, excepto su deseo de que el tormento terminara.

"Madre, tío Aki. Por favor vengan por mi y terminen de una vez con este sufrimiento. Ya no deseo vivir más. Este sitio es espantoso. Padre si tú también estás muerto ayúdame a bien morir". —Los pensamientos de Taemin cada vez eran más pesimistas, él sentía que ya nada tenía que hacer en este mundo. Cuando recien fue apresado tuvo la esperanza de ser rescatado por su familia de Taikomochis, pero al pasar de los días entendió que eso no sería posible. 

—Seguramente, ellos también murieron a manos de los soldados crueles, y todo por defenderme. Yo sólo les llevé desgracia. 

El tiempo era incomprensible. Los días se deslizaban uno tras otro, sin propósito ni sentido. La única constante era la crueldad y la indiferencia de los soldados, hombres sin corazón que parecían empeñados en aplastar cualquier destello de humanidad.

DESBORDADA PASIÓN. 🔞 (2MIN)🌈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora