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♦Ethan Mc Clarence:
Conocí a Saint el primer día de nuestra semana de reconocimiento dentro del campus a inicios de la carrera. Lo había notado por la risa estruendosa que dejó salir mientras hablaba con uno de los coordinadores y, por un momento, la pose relajada y despreocupada, provocó que me sintiera incómodo conmigo mismo. Parado junto a él, con mi espalda tan derecha que me dolía y el rostro tenso, pensé que me vería como un idiota pretencioso con un palo metido en el trasero. Y si alguien debía elegir entre los dos, hasta yo optaría por el carismático de ojos marrones.
Iba de jeans, con unas vans que tenían dibujadas estrellas en las puntas blancas y con una camiseta con el logo de una banda de rock que en ese momento no reconocí en el pecho. La chaqueta de mezclilla sobre sus hombros se me había antojado demasiado caliente para el inusual día caluroso, pero si a él le molestaba no dio señales de sentirse incómodo en ningún momento. Tenía una sonrisa floja y cálida tirando de sus labios, y sus ojos eran apenas dos rendijas por lo entrecerrados que los tenía gracias a la luz del sol que nos daba de lleno en medio del campus.
Se movía con la elegancia de un gato negro y con la actitud soberbia de alguien que sabe que cada paso que da es otro corazón ganado. Encantador hasta la médula y con la capacidad de hacer sentir a cualquiera cómodo, era muy obvio que se había ganado la lotería en la selección natural de personalidades carismáticas.
No como yo, que debía esforzarme hasta la última célula para no quedar como un tronco sin sentimientos o un robot mal programado.
Y aunque a través de los años había desarrollado una decente capacidad social, jamás llegaría a ganarme a las personas con una sonrisa como lo podía hacer Saint. Y después de habernos conocido tanto tiempo como dos enemigos declarados, agradecía que él no supiera de la única inseguridad que su persona había provocado en la mía.
Sería mi entierro, pensé. En el pasado antes de conocernos, en el presente y en el posible futuro en el que ya no nos crucemos.
La biblioteca de la facultad de económicas estaba a rebosar de personas que iban y venían en busca de material de estudio. Yo cargaba los libros que debía devolver con algo de pereza, el calor comenzaba a molestarme y el aire acondicionado no era suficiente para que mi cuerpo olvidara la temperatura del exterior, y más con un suéter como el que llevaba puesto.
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De Perdedores y Otras Catástrofes
Roman pour AdolescentsLo único que Saint Van Dooren odia más que perder, es hacerlo siempre contra Ethan Mc Clarence. Mientras que, para este, aquella rivalidad es lo único que lo mantiene a flote en su caótica existencia. Y hará lo que sea para mantenerla. Incluso, come...