XXXVIII: Toda la vida FINAL

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|Saint Van Dooren|

|Dos años después::

—Haré una lista de ciertas cosas que me gustaría pulir y te la enviaré mañana por la mañana, ¿te parece? No quiero sonar como un maniático perfeccionista, pero de verdad...

—No tienes porqué disculparte conmigo por serlo —interrumpí cerrando mi laptop después de apagar el proyector. Casi de forma inmediata, la sala se iluminó y pude mirar bien a Mark del otro lado de la mesa.

De unos treinta y tantos años, el pelinegro era uno de los clientes más importantes que la empresa tenía. Solía ser detallado y organizado a niveles excepcionales, y no le gustaban las personas impuntuales. Pese a que esas cualidades hacían que pareciera una persona difícil de llevar, nunca había trabajado con alguien tan capaz. Y eso lo hacía perfecto.

Su rostro de hombre ermitaño y poco sociable se iluminó con una sonrisa cortés mientras se ponía de pie. Estrechó mi mano cuando terminé de juntar mis cosas con un agarre seguro y determinado. Habíamos comenzado a trabajar juntos cuando mi anterior jefe renunció hace unos meses y, como yo había sido su mano derecha en los proyectos que llevaban adelante juntos, no aceptó a nadie más para ocupar el puesto en su mesa.

—Te invitaría a cenar, pero te he visto mirar tu reloj más veces de las que has parpadeado. Supongo que ya tienes planes —dijo mientras su asistente recogía las carpetas de la mesa.

Traté de ocultar un poco la avergonzada emoción que había cubierto mis huesos desde la semana pasada y le sonreí agradecido por la intención. Mi propio corazón me había traicionado varias veces esa tarde cada vez que mi teléfono vibraba ante la llegada de un nuevo mensaje.

—Lo siento, tal vez la próxima. Es el cumpleaños de una amiga —respondí.

Y también era la primera vez que volvería a ver a Ethan después de cinco largos meses.

Después de mi retiro en la granja de mis abuelos y volver a la rutina universitaria, el último año nos consumió de lleno a ambos. Además, Ethan seguía resolviendo muchas cosas, así como yo. Volver a terapia después de ignorar las llamadas de mi psiquiatra y psicólogo por meses había sido una tarea más difícil de lo que pensé. Así que dejamos en pausa nuestra posible relación por otro tiempo, y otro tiempo cuando la época de pasantías llegó y Ethan recibió una oportunidad en el extranjero gracias a Sebastian, quien después de ello se convirtió en su socio de negocios.

Ethan había vendido su parte de Mc Clarence Industries a algún primo lejano que parecía más interesado en mantenerla a flote, a pesar de que sus padres le declararon la guerra ante semejante falta de respeto a su legado. Aún así, no pudieron hacer nada, teniendo en cuenta de que esa parte de su herencia venía de las manos de su abuelo paterno. En palabras suyas, cubiertas por un tono juguetón e infantil, jamás se había sentido tan liviano como en el momento en que firmó su salida.

Luego, se lanzó de lleno en la propuesta de Vasseur. Una idea arriesgada según muchos que, si no conociera al estirado, también habría visto como una locura. Pero Ethan no era del tipo de persona que hacía algo sin estar seguro o, en todo caso, tener un plan de respaldo.

Por mi parte, me había ganado un lugar durante mi pasantía que decidí mantener una vez se terminó y me ofrecieron un contrato. No era algo grande como había planeado, pero me gustaba y pagaban lo suficiente como para tener la posibilidad de viajar a Copenhague una vez cada tres meses para sorprender al estirado.

Nos veíamos a veces y hablamos por mensajes en la semana, pero el límite seguía establecido en la cantidad de contacto que podíamos tener el uno con el otro. La distancia, más que aminorar lo que nos mantenía unidos, solo sirvió para que aprendiéramos a valorar la presencia del otro en nuestras vidas. Y a medida que construimos un futuro para cada uno, el lugar que ocuparía el otro en él se había desarrollado tras mucho esfuerzo.

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⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

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