♦Ethan Mc Clarence:
El sonido del silbato pitó en mis oídos.
Ryan lanzó la pelota hacía mí y la atrapé en el aire. Entonces, mi cuerpo se impulsó hacia delante para comenzar a correr con el balón rebotando a mi paso. La poca multitud que teníamos en el gimnasio —que se conformaba más por estudiantes aburridos que vinieron a pasar el tiempo— gritó animando al equipo en el que estaban sus amigos. No le presté demasiada atención y me concentré en el tiempo que me quedaba, cuando llegué a mi límite, lancé el balón naranja hacia uno de mis compañeros.
Había estado tan saturado aquel día que, cuando Ryan se acercó con la propuesta de un pequeño juego de basket antes de irnos a casa, no dudé en decirle que sí. Necesitaba desgastar la energía y la frustración acumulada en mi cuerpo o sabía muy bien que el insomnio me visitaría aquella noche. Y eso solo significaba pasar toda la madrugada pensando en el vagabundo de Van Dooren.
Y no iba a permitir que siguiera arruinando mis noches de descanso.
Alguien llamó mi nombre a través de la cancha y reaccioné justo a tiempo para evitar que un jugador del equipo contrario me robara un pase a mi dirección. El chico de cabello rubio soltó una maldición cuando lo dejé atrás y lancé el balón de nuevo hacía Ryan, quien no perdió tiempo en atacar el aro del equipo contrario y anotar.
Nuestra pequeña multitud enloqueció y, con la frustración naciendo en nuestros contrincantes, el juego se tornó más rudo.
Una hora y media después, luego de haber recibido tantos pisotones y empujones como alguien podría recibir, estaba duchado y en camino a mi auto con mi mochila y mi bolso colgando en mi hombro. La noche había caído sobre el campus y las últimas clases del día llegaban a su final. Sabía, de pura casualidad, que Saint aún seguía rondando y que seguro pertenecía al grupo que ahora abandonaba las instalaciones para irse a descansar.
Una vez en el estacionamiento, abrí la puerta del baúl apretando el botón desde el comando en mis llaves y lancé dentro lo que llevaba encima. Me dolía el cuerpo, pero al menos este no parecía querer salir corriendo hacía cualquier lugar. Como plus, estaba hambriento. Así que la idea de cenar comida china mientras estaba tirado en mi sofá con una película random reproduciendo de fondo sonaba perfecta.
O, al menos, eso hubiera hecho de no haber sido atrapado por el sonido de cierta voz.
Y en serio debería prestarle más atención a mi capacidad de invocar a Van Dooren cuando pensaba en él. Porque lo encontré a dos autos de distancia, junto a un jeep oscuro hablando con el chico que tocaba la batería en su banda. Al parecer, se estaban despidiendo, porque minutos después este arrancó el vehículo dejando a Van Dooren a un lado. Y como todo el acosador que me había convertido gracias a él, no pude moverme de mi lugar y dejar de observarlo como si su ser hubiera atrapado mi alma y negado a dejarla ir. La chaqueta con las palabras Palaye Royale parecían tener un curioso magnetismo bajo la luz de la luna y los postes artificiales.
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De Perdedores y Otras Catástrofes
Genç KurguLo único que Saint Van Dooren odia más que perder, es hacerlo siempre contra Ethan Mc Clarence. Mientras que, para este, aquella rivalidad es lo único que lo mantiene a flote en su caótica existencia. Y hará lo que sea para mantenerla. Incluso, come...