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Aria
Si tan solo alguien me hubiera mencionado con lujo y detalle todo lo que me esperaba al momento de bajar del Jet, hubiese preferido mil veces que Joseph Storwell me asesinara a vivir con este vacío que me desgarra el alma por dentro.
Lo primero que me alertó al instante en que pisé tierra; fue mi falta de orientación. Entré en pánico, no sabía dónde me encontraba ni dónde me llevaban esos dos sujetos enormes que tenía pegado a cada uno de mis brazos. Me imaginé los peores escenarios, desde un secuestro con tortura, hasta que me descuartizarían en una bodega desolada de aquellas que aparecen en las películas de terror. No obstante, en aquel momento ni siquiera me importaba lo que harían conmigo, si me torturaban o me mataban, ya no me importaba, porque lo único que deseaba era poder calmar el maldito dolor que me oprimía el corazón.
Caminé por la pista de aterrizaje con el cuerpo temblando y un nudo enorme en la garganta. Observaba todo, pero al mismo tiempo no veía nada. Escuchaba murmullos a mi alrededor, pero no podía oír con nitidez. Mis pisadas resultaban livianas y, por un momento, pensé que tal vez estaba muerta. Era como si mi mente estuviera separada de mi cuerpo. No fue hasta que una chica gritó que amaba Canadá, que reaccioné y me enteré de mi ubicación.
No me dio tiempo ni de mirar a aquella chica, ya que los sujetos me agarraron de los brazos y, al segundo, ya me encontraba en el interior de un auto. Sus ventanas polarizadas por dentro no me permitían ver nada y el olor a cuero me tenía aturdida. Llevaba la vista nublada por las lágrimas y los oídos tapados cuando el auto se detuvo y los sujetos me empujaron afuera. Examiné brevemente el imponente edificio de múltiples plantas que se encontraba ante mí, debido a la aceleración de los sujetos que me llevaban arrastrando.
Estaba jadeando y aturdida cuando entré en un enorme espacio con el suelo reluciente y grandes cortinas grises, donde solo se encontraba un sujeto vestido con una chaqueta de traje azul marino. Levantó la mirada cuando nos ubicamos frente a él y, entonces, sus ojos grises chocaron contra los míos. Me echó un vistazo casi imperceptible y enseguida volvió la vista a la computadora. No inquirió en el porqué estaba siendo protegida, ni tampoco se interesó en mi identidad, a pesar de que mi mirada le transmitía el miedo que estaba experimentando. Es importante señalar que no tenía capacidad para gritar ni para salir corriendo. Ya lo había intentado todo y, aparentemente, a nadie le importaba ayudarme. Una clara señal de aquello eran mis uñas rotas y ensangrentadas, junto con la sensación de ardor que experimentaba en mis nudillos. Intenté defenderme, pero siendo sincera nunca hubiera podido contra esos hombres que, con una sola mano, podrían haberme estrangulado.
A los pocos minutos, el sujeto de chaqueta azul les brindó una llave y ambos me dirigieron hacia lo que se suponía que era mi habitación de pánico. Un apartamento enorme y espacioso, que, aunque fuese bonito, estaba lejos de agradarme.
Estuve encerrada allí durante dos semanas completas, sin establecer contacto con nadie y sin tener idea de qué carajos sucedía. Traté de hablar en vano con la persona que me traía la comida, ya que de sus labios jamás salió una sola palabra, pregunté por Joseph y también por el tiempo que estaría encerrada. ««Para siempre», pensé en ese instante, dado que nadie me brindaba información al respecto. Me sentía totalmente perdida y sola.
En aquellas semanas, mi desesperación se incrementó, transitando desde la depresión hasta la histeria en un solo segundo. Los primeros días fueron los más difíciles. Apenas comía, no me duchaba, no me cambiaba ropa, ni mucho menos me levantaba de la cama. Posteriormente, comencé a entrar en pánico, me pasaba los días llorando, gritando y rompiendo cada cosa que veía. El último día de las dos semanas, pensé en quitarme la vida. Ya no quería vivir; no sin mi familia y sin Alex. Sin embargo, ese pensamiento horrible se disipó en el instante en que apareció él y me lo explicó todo.
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La oscuridad del Mediodía © (Libro 2)
RomanceSegundo libro de la bilogía "Medianoche" Es difícil olvidar a alguien con quien te has imaginado pasando el resto de tu vida, pero más difícil es volverlo a ver después de una tormenta llena de secretos y traiciones. ¿Podrán Aria y Alex vencer sus d...