🦋Capítulo 46

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Aria

Kat dijo «Sí quiero», frente a ochenta y seis personas en el jardín trasero de la mansión de los Storwell, vestida con un Roux e iluminada con la sonrisa más linda que he visto jamás.

Creo que nunca había sentido tanto amor en el aire. La manera en que se miraban en el altar me dejó eclipsada, fue como si no existiera nadie más en el mundo. La forma en Jake relató sus votos con lágrimas en los ojos y la fascinación con la que mi mejor amiga lo contemplaba, fue lo más lindo que vi en mi vida.

Por un momento no pude seguir observándolos, un leve dolor me presionaba el pecho. Desvié la mirada y me encontré con los ojos de Alex clavados en mí. Estaban humedecidos y brillantes. Esbozaba una sonrisa que, si no fuese porque lo conozco a la perfección, hubiera pensado que estaba feliz, pero más bien era la primera sonrisa triste que había visto en sus labios. Sabía que se alegraba por nuestros amigos, al igual que yo, pero eso no quita que los recuerdos de lo que no fue se manifiesten en nuestras memorias, como el desastre después de una avalancha, el cual, con solo contemplar el paisaje, nos hace recordar un pasado tormentoso.

La ceremonia fue hermosa. Madie y yo estamos vestidas de rosa claro, debido a que somos las madrinas, mientras que Connor y Alex, ostentan un atuendo azul marino al costado del novio, como los padrinos más guapos del mundo.

Entre los invitados estaban los Storwell, la familia de Kat, que era más grande de lo que imaginé, la familia de Jake y el resto eran solo amigos y conocidos de ellos. Mi madre y Lily estaban invitadas, pero preferimos no correr riesgo y no asistieron.

Por el alta voz suena una hermosa canción de Lewis Capaldi. Las lágrimas se me acumulan en los ojos viendo bailar a los novios en el centro de la pista. Kat con ese hermoso vestido blanco voluptuoso y lleno de brillos. Jake también está vestido de blanco y juntos parecen sacados de una película de Disney. No paran de dar vueltas y mirarse con tanta intensidad que cualquiera que los viera sentiría el amor profundo que los une. La canción finaliza y todos aplauden con entusiasmo. Sonrío cuando Kat me lanza una mirada de «ven aquí perra».

La palma abierta de una mano se cruza en mi campo de visión, lo que me lleva a subir la mirada al hombre más hermoso del mundo.

—¿Le concedes esté baile a este humilde hombre enamorado?

Me muerdo el labio y agarro su mano con fuerza. Comienza a sonar Falling de Harry Styles mientras caminamos a la pista de baile. Alex de inmediato pega mi cuerpo al suyo, posando su mano en mi cintura. Se mueve con lentitud, al ritmo de la hermosa melodía, sin embargo, aunque intento sonreír genuinamente, no puedo.

—Te ves hermosa —dice sin despegar sus ojos de los míos. Están más verdes y brillantes que de costumbre, señal de la emoción que lo invade.

—Y tú eres el más guapo de la fiesta, pero no se lo digas a Jake.

De pronto las luces bajan y la expresión de Alex comienza a tornarse otra vez triste.

—¿Alguna vez lo has pensado? —pregunta mirándome con intensidad—. Como hubiera sido nuestra... boda.

Asiento con los ojos humedecidos. Enseguida apoyo mi cabeza en su pecho y la dejo ahí, porque no quiero que vea lo mucho que me duele pensar en eso.

—Yo siempre lo hago —añade y el corazón se me quiebra—. Hubiéramos viajado a la isla de la pasión en México, junto a las personas que más nos importan. Sería una pequeña ceremonia, con más o menos veinte personas. —Una lágrima me recorre la mejilla y automáticamente cierro los ojos—. Luego hubiésemos bailado el vals con una canción preciosa, nuestras madres hubiesen llorado intensamente y tú te hubieses reído porque pensarías que están exagerando. —Se ríe y yo hago lo mismo—. También hubiéramos puesto un lugar en la mesa principal para Isabella, porque estoy seguro de que estaría allí con nosotros, acompañándonos. —El corazón de Alex late tan fuerte que lo siento por todo el cuerpo—. Después de bailar y compartir con todos, tomaríamos un jet y viajaríamos por diferentes partes del mundo, empezando nuestra travesía en Bali, porque conociéndote no te hubieras decidido solo por un destino. Pasaríamos dos o tres meses viajando, y cuando estuviéramos de vuelta en Londres llegarías con una pancita que no sé notaría, pero yo sabría que dentro de ella se encontraría mi hija.

La oscuridad del Mediodía © (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora