🦋Capítulo 21

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Alex

Me volteo tan lentamente que siento que todos los músculos del cuerpo me arden. El corazón martilla con ímpetu en el pecho y el sudor me recorre la espalda sin que pueda evitarlo. Cuando quedo frente a su rostro, sus ojos conectan con los míos por unos breves segundos y me estremezco. 

Abro la boca y me obligo a decir algo, porque si no lo hago colapsaré frente a todos, y me niego hacerlo, no frente a ella.

—¿Qué haces aquí? —pregunto sin quitarle los ojos de encima y empuñando las manos involuntariamente. Trata de esquivarme y seguir su camino, pero le corto el paso con mi cuerpo—. Te pregunté algo. ¿Qué mierda haces tú aquí? —elevo el tono de voz, pero ella no se inmuta. Me mira por unos segundos sin ninguna expresión en el rostro. Luego desvía la mirada y pasa por mi lado para dirigirse a mis padres. «Bien, Alex, ignorado por completo». La rabia me nubla la vista, no obstante, la contengo con todas mis fuerzas.

—Siento mucho lo que ha sucedido Lucian. Intenté venir antes, pero me topé con un tráfico enorme.

—No te preocupes Ariadna, gracias por venir —responde mi padre calmado como siempre.

—De nada. Pueden contar conmigo para lo que necesiten.

—Lo que necesitamos es que te largues —me cruzo de brazos con los músculos tan tensos, que me duele hasta doblar las extremidades. Espero a que sé de vuelta y me dé la cara, pero no lo hace, lo que me pone aún más furioso.

—¿Cómo está Joseph? —le pregunta a mi madre, volviendo a ignorarme. «Ya van dos veces, todo un récord»—. ¿Se recuperará?

Mi madre abre la boca para responder, pero la interrumpo con brusquedad.

—¿Te importa? Que yo sepa a ti no te importa nadie.

«Golpe bajo. Un punto para Alex». La veo tensar los hombros. Estoy provocando algo en ella y me gusta. Aprovecho de que está de espaldas a mí para recorrerla con los ojos por completo y... mierda, fue mala idea.

—Alex, hijo, deberías volver a casa —mamá me mira como diciendo «por favor no armes un espectáculo», pero, paso de ella, me importa una mierda lo que piense.

—Está crítico —le responde mi padre, lanzándome una mirada gélida, que fácilmente podría congelar a un país completo—. No creo que se recupere pronto.

—Lo siento mucho, espero encuentren pronto al culpable.

—¿Cómo te encontraron a ti? —suelto una risa para provocarla. Intento no mostrarme afectado por volver a verla, pero me cuesta horrores—. No creo que eso suceda, la policía de Londres es bastante inútil.

Alza los hombros, respirando hondo y veo como lentamente se da la vuelta hasta quedar frente a mí. «Objetivo logrado. Dos puntos para Alex».

Sus ojos me miran indiferentes provocando que la sangre comience a calentarse bajo mi piel. La observo unos segundos y de inmediato me doy cuenta de que ella ya no es la persona que conocía. Sus ojos no brillan y no hay rastro de esa sonrisa que iluminaba todo. Es como si la luz que vivía en ella, se hubiese apagado de golpe.

—¿Tienes algo que decirme, Alex?

Me aclaro la garganta para volver a centrarme y dejar de pensar en estupideces. Me importa una mierda como está o si ya no brilla como antes. «O eso es lo que trato de hacerme creer».

—Muchas cosas.

—Tendrá que ser en otro momento, ahora la situación de tu abuelo es más importante.

La oscuridad del Mediodía © (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora