🦋Capítulo 33

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Aria

Nunca había tenido tan mala idea, como cuando acepté la invitación de Kat para ir a Karma, el nuevo club de moda en Londres.

Mis queridísimas amigas no me advirtieron que Alex y sus amigos estarían allí y mucho menos que a dos de ellos les molestaría tanto mi presencia. Aunque era de esperarse, ellos sabían y creían lo mismo que Alex, que era una maldita cazafortunas que rompió el corazón de su amigo por puro capricho. Y no los culpaba, ¿cómo podría hacerlo?, si yo en su lugar hubiera pensado lo mismo de mí misma.

El enfado de Alex se respiraba en el aire. Su rostro irritado me dio a conocer la poca gracia que le hizo mi ausencia en Roux. Cuando me miró a los ojos estuve a punto de confesarle que no falté al trabajo porque quise, sino porque Nick me advirtió que debíamos alejarnos unas semanas de Londres, debido a que Benjamín Ritch podría estar atento a mis movimientos, y era necesario despistarlo. Por eso viajamos a tres países diferentes y dejamos huellas, para que pensara que mi estadía aquí en Londres no era permanente. Claramente, no podía decírselo a Alex y eso me provocaba un maldito mal humor insoportable.

Además, no me ayudo para nada verlo con esa tal Melissa. Era guapa, tan guapa que dolía la vista al mirarla. Era de esas chicas que tú ves en redes sociales y dices, yo jamás podría ser ella, aunque me operara tres mil veces la cara. «Dios, sí que era guapa».

Los celos me carcomieron por dentro y más todavía cuando lo veía agarrarla de la cintura o bailar con ella tan pegado que sus cuerpos por poco no se funden en uno solo. Por eso le pedí a Nick que bailara conmigo, pero esa distracción no funcionó, ya que los ojos verdes de Alex estaban clavados en mí en todo momento. La excitación que invadía mi cuerpo cada vez que me miraba, logró desconcentrarme e incomodarme, lo que provocó que me retirará de la pista sin mirar atrás.

Los minutos pasaban y al perder a Alex de vista, la desesperación y los celos me rasgaban los órganos vitales. 

¿Estará revolcándose con la estúpida de Melissa? ¿Se habrá ido? ¿Se sentirá mal y por eso se alejó del grupo? Preguntas que hicieron alejarme de las chicas para buscarlo por cada rincón del lugar, con la excusa de ir al baño. Búsqueda que resulto más fácil de lo esperado, ya que a los segundos lo encontré en el espacio más alejado de la barra, donde las luces apenas eran visibles.

Me acerqué sin imaginar lo que me esperaba.

Un beso.

Bueno, casi un beso.

De esos con los que soñé por tantos años en Canadá. Un beso de Alex, de mi Alex.

Desde que comenzó a acercarse a mí ya sabía lo que pasaría, sus ojos oscurecidos lo delataban y si bien, pude haberlo detenido, no lo hice. Me quedé quieta, respirando cerca de sus labios, dejándome llevar por la intensa energía que nos rodeaba.

Durante ese minuto, solo fuimos él y yo. No había odio de por medio, ni rencor, ni orgullo, nada. Solo éramos aquellas personas que solíamos ser cuando aún estábamos enamorados. Digo éramos, porque no sé si Alex siga enamorado de mí, de la manera en que yo sigo enamorada de él. Me gustaría creer que sí, no obstante, algo dentro de mi pecho me dice que tal vez esa posibilidad ya no existe.

Si Nick no nos hubiera interrumpido, no sé qué habría pasado. Quizás Alex se hubiera reído en mi cara por lo estúpida que fui al creer que había algo entre nosotros, o tal vez ahora estaría en su cama con nuestros cuerpos encajando tan perfectamente, como solíamos estar cada mañana al despertar. Me encanta imaginar lo segundo. Me hace sentir un poco menos muerta.

Un leve sonido hace que estire la mano y apague el despertador. Gruño al pasarme la mano por los ojos y un largo bostezo deja claro lo agotada que me siento.

La oscuridad del Mediodía © (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora