🦋Capítulo 24

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Aria

Inhalo profundo y contemplo mi reflejo en el espejo por milésima vez. Tengo la piel pálida y los ojos apagados, el maquillaje nunca cubrirá lo mucho que me afectaron las palabras de Alex y lo mal que la estoy pasando en este momento.

Sé que debo ser fuerte. Me lo he dicho tantas veces, que hasta creo que es mi mantra para sobrevivir a este infierno, sin embargo, aunque me lo repita en más de una ocasión, no puedo dejar de pensar en la decepción y en el resentimiento que me transmitieron sus ojos verdes, cuando me miraron por última vez en la clínica.

Por alguna extraña razón sigo culpándome de lo sucedido entre nosotros, a pesar de que yo no tuve la culpa de nada. Intenté decírselo. Intenté hablar con él. Intenté acercarme, sin embargo, su orgullo me lo impidió. Me apartó de él como si fuese una basura en su camino y no me lo merezco. Porque no soy la culpable de lo que pasó. No soy la que se fue. No soy la que lo abandonó. Y por último no soy la persona que le rompió el corazón. Ese fue Joseph, su propia familia y si es tan ciego para no verlo, lo mejor es que me aleje. En otras palabras, eso fue lo que me suplicó que hiciera al momento de decirme que borraría mi recuerdo para siempre. No cabe duda de que estará mucho mejor si estoy lo más lejos posible de él y de su tan jodida ceguera.

—¿Estás lista? —pregunta Nick a través de la puerta.

—Sí, en un segundo salgo —respondo planchando con mis manos mi falda negra, la cual me queda a la medida, lo que hace que mis curvas resalten. Me acomodo el cabello con los dedos, vuelvo a retocarme el labial y luego de varias respiraciones profundas, abro la puerta.

—¿Ya llegaron? —pregunto a Nick, quien me espera apoyado en la pared.

—Sí, están en la sala de reuniones —responde, recorriéndome con los ojos.

Omito el calambre que me da en el estómago y desvío la mirada hacia la última puerta al final del pasillo.

—Bien —digo caminando con fingida seguridad hacia la sala. Digo fingida, porque las rodillas me flaquean con cada paso que doy, y agradezco el instante en que decidí ponerme un top sin mangas, porque si hubiera sido de otro modo, ya estaría completamente sudada.

Me detengo frente a la puerta con el cuerpo tembloroso. Irina Sharman está esperándome, impecable como siempre, y hace un gesto con la cabeza en modo de saludo.

—Si no quieres hacerlo, no lo...

—Quiero Nick —afirmo con la barbilla en alto. Él asiente con la cabeza, dudoso, me entrega unas carpetas y yo tomo una gran bocanada de aire, para armarme de valor y abrir la puerta.

De inmediato una ola de frío me recorre el cuerpo. Trago saliva y evito a toda costa mirar al hombre que está sentado en la punta derecha de la mesa, vestido con un traje azul marino. Las manos me tiemblan y aprieto con más fuerza las carpetas, como si fuese un escudo anti-odio.

—Buenos días —saludo, pidiéndole a dios que la voz no me tiemble—. Disculpen el retraso, estaba esperando a que mi secretaria me entregara unos papeles —me dirijo hacia la punta izquierda de la mesa, sintiendo la mirada intensa sobre mí, de cierto hombre de ojos verdes. Tomo asiento y... «Demonios, ¿no podía sentarse en otro lado?». Quedo frente a frente a él, Nick se sienta a mi derecha e Irina a mi izquierda.

—No te preocupes cariño —contesta Amelia con amabilidad—. Tenemos tiempo.

—No todos —interviene una voz grave que me hace estremecer—. Mi tiempo vale oro y no me gusta perderlo en estupideces.

Inhalo profundo antes de hablar. No quiero exaltarme y demostrarle lo que me afectan sus palabras. Es más, hoy le probaré que nada ni nadie puede conmigo, menos sus malditas palabras hirientes.

La oscuridad del Mediodía © (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora