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La hora había llegado y estaba esperando por ella en el estacionamiento como habíamos quedado, pero había pasado ya veinte minutos y no aparecía por ningún lado. Comenzaba a ponerme nerviosa y ver como algunos trabajadores se iban no ayudaba a mi monstruosa ansiedad por sentirme plantada.

—¡Hola! —su grito llego desde las escaleras e inmediatamente me volteé a su dirección y me sorprendió que viniera casi corriendo. —Lo siento, mi hermana se puso un poco necia y no me quería dejar ir. —explicó cuando estuvo frente a mi.

—No te preocupes todo está bien. —le mentí un poco acerca de mis nervios de dejarme aquí esperando. —¿Nos vamos?

—Si. —note cierta emoción en su voz y eso me contagio, lo que ayudo bastante en mi estado de ánimo que hace menos de cinco minutos estaba por los subsuelos. —¿A donde vamos? —pregunto con confianza, lo que por supuesto me alegro, ya dejaba atrás a esa tímida chica con la que platicaba en el elevador.

—Es sorpresa. —me acerque a la puerta del copiloto para abrirla. —Por favor. —ante mi acción sus mejillas se tiñeron de rojo.

—Gracias. —fui a mi lugar y salimos del edificio. Lastima por Arthur que me quede con su camioneta, tendrá que regresar en taxi. —¿Esto es tuyo? —dijo levantado del suelo un labial. Carajo, debí revisar antes de subir.

—No, eso es... —no me interrumpió, así que le explique. —La camioneta es de mi hermano, seguramente es de su novia. —la mire por unos breves segundos y solo asintió. —Paula...

—Solo continuemos con esto.

Durante el resto del camino al parque de atracciones fue en un sepulcral silencio, comenzaba a sentirme incómoda y ¿si lo mejor era cancelar todo?

—Llegamos. —dije cuando apague el motor. —Paula, si quieres que te lleve de vuelta solo tienes que pedirlo. —me saque el cinturón de seguridad y me gire un poco para verla.

—Alexia... —comenzó y antes de continuar pensó mejor lo que diría. —Te creo, las veces que me has llevado a la universidad no han sido en este vehículo, y quiero creerte. —asentí y baje para abrirle la puerta.

—Gracias.

Entramos y de inmediato nuestra aptitud cambio, dejamos atrás ese incómodo momentos y dimos paso a una confianza que hace mucho no tenía con alguien que no fuera de mi familia. Comenzamos con los carritos chocones donde fui cruelmente acribillada, no me dejo ni respirar y eso que decía no saber manejar. Después de eso pasamos a los columpios voladores, se sintió como volar y tenerla a ella de vista fue precioso.

—¿Comemos algo antes de continuar? —pregunte mientras bajamos de los columpios.

—¡No! —grito emocionada. —¡Eso ya lo haremos después! —volvió a gritar mientras tomaba mi mano y corría con dirección a la montaña rusa.

—Oh, oh. —susurre.

Mientras esperábamos para subir no podía dejar de apreciar esa mirada llena de felicidad y amor que tenia impresa desde que pisamos este lugar, hablamos sobre su escuela y estaba sumamente feliz de terminar otro semestre con excelentes calificaciones. Lo cual me alegraba con tan solo escucharla hablar de lo que hace, cuando fue nuestro turno otra vez fui arrastrada hasta los asiento libres. Nunca he sido gran fan de este juego, pero tampoco quería dejarla sola en esto.

¡Dios no me dejes morir aquí!

Cerré mis ojos apenas nos comenzamos a mover y de inmediato me di cuenta que fue la idea más estúpida que he tenido en los últimos días, se siente diez mil veces peor.

—¡Levanta las manos! —Paula estaba muy emocionada y tomo mi mano derecha levantándola como todas las demás personas. Justo en ese momento sentí un poco de libertad como en los columpios, me deje llevar y comencé a disfrutar al igual que Paula.

—¡SI! —gritamos en el punto más alto antes de sentir que caía al precipicio. Agradecí internamente no insistir con la comida, seguramente hubiese llenado a todos de vómito. Algo asqueroso y nada agradable para una primera cita.

Al bajar, el sol daba señales de comenzar a esconderse y sin dudar tome a Paula de la mano, nos dirigimos a la rueda de la fortuna. Sé perfectamente que es un cliché  pero Arthur lo sugirió y la verdad es que yo también lo pensé, y dije porque no intentarlo. Seguro es el secreto para que las personas queden profundamente enamoradas.

Para mi desgracia la suerte y yo somos como el agua y el aceite, tardamos mucho en llegar a ella y además tuvimos que esperar un poco y para cuando lo logramos ya era demasiado tarde, el sol estaba más que escondido en esta parte de la tierra.

—Tranquila, la vista sigue siendo hermosa. —dijo uniendo nuestras manos. —Sé cual era tu intención, pero esta también es muy hermosa. —me gire a verla y ella no se refería a la cuidad ni al cielo, Paula me estaba observando a mi y eso es algo que me sorprendió ocasionando que me sonrojara.

—Si, sin duda es la mejor vista de todas. —me acerque más a ella y pase mi brazo por encima de sus hombros. —¿Quieres que gane un peluche para ti? —le pregunté con una sonrisa en mi rostro.

—Por supuesto que si, tienes que hacerlo. —recostó su cabeza en mi brazo y no dude ni un segundo en reclinar la mía sobre ella. —Eso es un cliché pero sería el mejor cliché.

Dimos un par de vueltas más y por fin llegamos a un pequeño restaurante dentro del parque, ofrecían comida rápida y la verdad la pizza ha sido la mejor que he probado en toda mi vida. Cuando dejamos el local ya eran casi las diez de la noche, el tiempo a su lado paso demasiado rápido.

—Antes de irnos, ¿podemos subir al carrusel? —me pregunto cuando comenzamos a caminar a la salida.

—Claro. —me tomo del brazo y comenzamos a caminar rumbo al carrusel. —¿Tienes hermanos? —seguí con las preguntas que comenzamos en la cena.

—Si, una. Es más grande y estoy viviendo con ella. —respondió.

—¿Tu? —cuestionó mientras hacíamos fila.

—Solo a Arthur, es mi gemelo.

Cuando subimos Paula eligió el de especie de trineo, nos sentamos juntas y me atreví a pasar mi brazo izquierdo sobre sus hombros, ella lo dudo un poco pero se animo a unir su mano izquierda con la mía.

—¿Volverá a suceder? —me pregunto unos segundo después.

—¿Que?

—Esto.

—Te refieres a salir a otra cita. —dije y Paula asintió. —Si aceptas, por supuesto que volverá a pasar. —me acerque a dejar un leve beso en su cabeza. No dijimos más y nos dedicamos a disfrutar de la compañía.

La última vez que sentí esta conexión fue hace más de seis años, conexión de duro poco más de año y medio y que me dejó en la miseria y la humillación pública. Esa vez me equivoque y me deje manipular, orillándome a alejar a mis padres y mi hermano, nunca olvidaré las veces que me repitieron que ella tenía malas intenciones y que por necedad no quise ver.

R.

Tequila; Puro amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora