Vita gladiatoris

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—«¿Por qué no te mueres?» —gritó el Escribano.

—«Ya te dije que soy como una cucaracha».

Esas palabras se repetían como un eco durante mis sueños.

—«¡Ha-di!»

El sonido de la explosión retumbó por la enorme cueva del Tártaro, el suelo se resquebrajó bajo el Escribano, quién cayó al Caos. Las grietas continuaron su camino y la tierra me llevó junto a él. Mi cuerpo se desintegró y mi alma inmortal se deshizo al hacer contacto con la entidad primigenia...

Me desperté gritando de nuevo. Así había sido desde que volvimos de Londres tras vencer a nuestro enemigo. El lado bueno es que hoy dormía en las celdas del Circus Maximus y no desperté a mis compañeros legionarios.

—Ha pasado un año y tres meses —dije tapándome la cara—. Todo ese tiempo y todavía tengo pesadillas como si siguiera aquí.

El Escribano había perecido en nuestra batalla en Londres, terminó cayendo en el Caos, la entidad creadora de todo el mundo griego. Su inmortalidad impedía que fuera derrotado por métodos convencionales, así que lo único que se me ocurrió fue explotar un papiro egipcio mágico que me dio Sadie Kane en Brooklyn. Al volver al caos, cualquier cosa es borrada de la existencia por completo, no hay reencarnación o reformación, incluso si se trata de los dioses o titanes.

—Ahora veo que él fue quien ganó —murmuré—. Se ha ido para siempre, pero yo tengo que lidiar con lo que dejó atrás.

Miré el reloj, todavía faltaban tres horas para el amanecer. Tendría que levantarme para marchar con la legión y luego regresar y hacer entrenamiento de gladiador. Luego de que se cumplió un año desde la muerte de mi amigo Gibran a manos del Escribano, el Senado se reunió para discutir mi destino en la Legión. De acuerdo con Frank y Hazel, los pretores, yo había hecho un trabajo decente, cumplido con mi castigo, por lo que fui aceptado nuevamente en la Legión como un probatio. Creí que el trabajo de limpieza y letrinas terminaría, así como las peleas de gladiador, pero...

—No puedo perder a mi mejor peleador —habia dicho mi patrocinador—. Es muy popular entre el público, se van a decepcionar.

—Claro, y de paso llenas tus bolsillos, ¿no? —insinuó Bethany.

—Yo sólo lo hago por amor al arte —replicó el hombre.

—¡Entonces pelea tú!

—Senadora Sprout, por favor contrólese —terció Frank.

—Si pierdo al gladiador Artorious, mis donaciones a la legión se verán reducidas —dijo el patrocinador—. Estoy seguro que los pretores no querrán eso.

—Eso no es justo —dijo Anne Adams, la mejor amiga de Gibran—. Se estipuló que el periodo como gladiador sería de un año y luego se discutiría su vuelta a la legión.

Me sorprendió que Anne me defendiera, pues ella era la mejor amiga de Gibran, y él murió por mi culpa. Después del asunto de la biblioteca, Anne se portaba de forma cortés conmigo, como lo haría con cualquier compañero, pero mi instinto me dice que no me ha perdonado por completo.

—No puedo plantearlo de otra manera —el patrocinador se puso firme—. Si pierdo a mi campeón, las donaciones bajarán.

—¿Es una amenaza, Cornelio? —expresó Hazel apretando los puños.

—Desde luego que no, pretora ——respondió inocentemente—. Simplemente es una predicción de negocios. Todos queremos lo mejor para la legión.

—Si crees que puedes extorsionarnos para que te dejemos degradar a un buen legionario y generar ganancias, estás muy equivocado —dijo Frank—. Ya no son tiempos antiguos. Los gladiadores de Nueva Roma son deportistas, no esclavos y si Lury no quiere luchar ahora que terminó su castigo, no luchará.

No es fácil ser un semidiós: Recuperando el honor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora