Guardián

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Saqué mi arma y corrí de regreso al barco, esperaba que mis compañeros no estuvieran heridos. Para mí mala suerte las cosas estaban mal. La cubierta del Lobo Sigiloso II estaba en llamas, había inmortales persas rodeando a mis compañeros y mis muertos estaban hechos pedazos y regados por todo el muelle. Uno de los persas destacaba del resto, tenía una corona con forma de cubeta y una lujosa túnica azul y dorada, creí que se trataba de Xerxes I, pero recuerdo que Connor lo regresó al Inframundo el día que enfrentamos a Leda y su flota.

—Si no me entregan a Lurygon Harington, entonces mis hombres los desmembraran lenta y dolorosamente —amenazó el noble persa—. Pagará por la vida de mi padre y la destrucción de su flota.

¿Quién sería? ¿Uno de sus capitanes sobrevivientes? Lo cierto es que no sé cuántos barcos persas escaparon aquel día, yo caí al mar mucho antes de que Nika y Connor hundieran el Viladeth y el Lobo Sigiloso. No es raro que un subordinado militar se nombre rey cuando la línea real se interrumpe de repente.

—¿Tú crees que soy tan cobarde como Rackam para traicionar a un compañero? —dijo Anne, quien apuntaba con su pistola—. Mejor regresen con Vane en pedazos.

Los inmortales les apuntaban con arcos tensados, listos para matarlos en el momento que les dieran la órden. No se me ocurrió otra cosa más que entregarme para que los liberaran, pero eso no garantiza el éxito de la misión. Además, el fuego se propagaría y tampoco tendría medio de transporte.

—Mi nombre es Artaxerxes —dijo el sujeto de la corona—. Soy el hijo del rey Xerxes y nuevamente gobierno sobre el imperio persa. A los que no obedezcan mi voluntad, les espera la muerte.

Nando estaba escondido detrás de Mary, no logré ver si había perdido el escudo o sólo estaba muy asustado para reaccionar. Recordé que traje a Telum, pero estaba en mi camarote, seguía sin tener muchas opciones. Al final el único plan que se me ocurrió fue demasiado arriesgado, pero el tiempo era crucial.

—¡Oye, persa! —grité—. Oí que me buscabas.

Artaxerxes dio la vuelta, pero no sus hombres. Hice que la espada cambiara a una lanza de tres metros y se la arrojé. La puntería nunca ha sido mi fuerte, la lanza se clavó en la espalda de un inmortal y este soltó su flecha, errando por pocos centímetros a mis compañeros.

—¡Disparen! —ordenó Artaxerxes—. ¡Mátenlo!

Los otros cinco dispararon sus arcos hacia mí, me tiré al suelo para evitarlas, sentí dolor en el brazo y en mi costado, dos flechas me habían rozado. Rápido me puse de pie y me cubrí detrás de unas cajas, escuché el sonido de un disparo.

—¡NO!

Salí de mi cobertura y vi a otro inmortal ser destruido, la pistola de Anne humeaba mientras Mary se lanzó contra Artaxerxes y empezaron a combatir. Anne se las arregló para luchar contra dos a la vez, pero no logró proteger a Drew y Nando. La hija de Afrodita les hablaba para convencerlos de no atacarlos, además de que mantenía al pequeño Nando detrás de ella en actitud protectora, lo malo era que los inmortales parecían ser inmunes a la embrujahabla.

Corrí para ayudarles, tomé a uno por los hombros desde atrás y lo arrojé hacia un lado.

—¡Señor Lurygon! —exclamó Nando.

El otro inmortal trató de cortarme con su espada, usé mis protecciones para el brazo, la de piel de drakon, para defenderme. No fue nada fácil, me llevé unos cuantos cortes en el cuerpo y al final me acorraló contra el borde del muelle.

—¡Mierda! —mascullé.

—Mi monarca estará complacido —dijo—. Muere ahora.

Me preparé para esquivar su ataque, aunque las circunstancias no estaban a mi favor. Pero por un milagro no hizo falta, el hombre se puso rígido como árbol y luego se volvió cenizas. Detrás había un pequeño niño de trece años con una lanza de oro en las manos y una expresión asustada, como si no entendiera lo que había hecho por puro instinto. Me alejé del borde y fui hacia Nando para recuperar mi lanza, lo vi temblando.

No es fácil ser un semidiós: Recuperando el honor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora