Aper と 狐. Amor prohibido

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El 29 de octubre del 2012, un año después del incidente en Londres, el dios de la guerra decidió visitar a su hijo que se había vuelto un hombre. No había puesto mucha atención al mundo mortal, observó la batalla final en la Torre de Nerón. Cuando Apolo volvió al Olimpo, Ares se disculpó con él porque antes había apostado a qué moriría y sugerir reemplazarlo con el dios de los desastres naturales, quién quiera que fuera.

De cualquier forma hoy sería un día especial para el dios, su hijo favorito (al menos actualmente) cumplía años hoy. Poseidón se creía gran cosa porque Percy Jackson había vencido a varios Titanes y gigantes. Bah, Lurygon se había encargado de un enemigo que intentó asolar el Olimpo varias veces, también venció a un titán y seguramente tenía más méritos que el sirenito.

Aquel día se disfrazó de un ciudadano de la Nueva Roma. Unos pantalones de cargo, botas militares, camisa sin mangas y una chamarra de cuero. Por supuesto no podían faltar sus gafas infrarrojas que ocultaban el fuego de sus ojos, aunque podía presentarse ante los mortales con el aspecto que deseara, a Ares le gustaban esos ojos ya que para él representan el deseo de la humanidad por la guerra, su esencia misma.

Cuando apareció en la Nueva Roma, Ares se dispuso a buscar a su hijo. Pensó que tal vez estaría en el Campamento Júpiter, pero no podría dar una excusa creíble para que un ciudadano estuviera ahí. Mejor decidió hacerse invisible a los ojos mortales y apareció frente a la Principia. Ares pensaba que los romanos eran demasiado organizados, como si fueran obsesivo-compulsivos, pero Marte siempre prefirió a los romanos por sobre cualquier pueblo guerrero. Era difícil tener dos aspectos y personalidades.

Al fin lo vio, estaba limpiando los establos de unicornios. No parecía el mejor lugar para hacerlo, pero Ares tenía poco tiempo, había salido del Olimpo sin permiso de Zeus y si lo descubrían le saldría muy caro. Se acercó a Lurygon Harington, el mejor de sus hijos en casi dos siglos desde William Sherman.

—Hola, muchacho —dijo Ares—. Feliz cumpleaños.

Lurygon se giró hacia aquel hombre. A primera vista le pareció un completo desconocido, hasta que notó las gafas infrarrojas que llevaba.

—Ares —escupió el joven semidiós—. ¿Qué haces aquí?

—¡Ja! Alguien está amargado porque no lo dejan festejar con su novia. Cuando es mi cumpleaños, Afrodita y yo pasamos todo el día en su habitación haciendo...

—¡No quiero saber! —interrumpió Lurygon—. ¿Qué quieres?

—Pues darte un regalo —Ares le ofreció una caja larga de madera—. Feliz cumpleaños.

—No quiero tu basura —le respondió su hijo—. Si sólo has venido a eso, ya puedes irte.

Ares soltó una risa burlona.

—No sabes elegir peleas con sabiduría. Dudo que seas descendiente de Atenea, pero definitivamente eres mi hijo.

El dios abrió la caja y le mostró el regalo a su hijo. Dentro había una espada griega de bronce celestial. En la empuñadura estaba tallada la escena de Lurygon luchando contra el Escribano con lujo de detalle y como esto era arte griego, ambos estábamos completamente desnudos.

—Está horrible —declaró el semidiós.

—¿Te encanta?

—¡Claro que no! ¿Por qué querría un constante recordatorio del peor día de mi vida? ¿Y por qué desnudos?

—Porque le dije a Hefesto que te otorgará el máximo honor —explicó Ares—. Los dioses somos perfectos, por lo tanto no hay nada que ocultar de nuestros cuerpos.

No es fácil ser un semidiós: Recuperando el honor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora