De regreso a casa. Bienvenida a lo griego

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Al día siguiente nos fuimos. El piloto que iba a llevarnos a Nueva York cuando partimos a cazar al Escribano nos daría un aventón a Nueva York. Percy me habló de este piloto, fue él quien los llevó de Vancouver a Anchorage cuando fue con Frank y Hazel a liberar a la Muerte.

Nico, Will y yo enviamos un mensaje-iris para avisar a Quirón que iríamos. El viejo centauro se mostró feliz al saber que volvería a verme después de cumplir mi castigo por mi fracaso anterior. Creo haber dicho esto antes, pero siempre he visto a Quirón como una figura paterna y no soy el único; muchos campistas griegos lo consideran así porque su padre mortal los abandonó (igual que nuestros padres divinos) o murieron.

Empaqué un poco de ropa, un par de libros que pedí prestados de la Biblioteca Gibran Emmanuel Andros y uno de un autor mexicano del XIX llamado Manuel Payno, lo compré ayer en la librería de Tyson y Ella.

—¿Listo? —preguntó Bethany con Una sonrisa.

—Más que listo —respondí.

Ella se acercó y me rodeó el cuello con sus brazos.

—Esto va a funcionar —dijo—. Se acabaron las misiones peligrosas y el constante aliento de la muerte en nuestras nucas.

Cuando dijo que iba a funcionar, no sé si se refería al viaje, las vacaciones o nuestra relación. Sólo asentí y sonreí. Me besó, estábamos solos en los cuarteles y a los pocos segundos el romance fue desplazado poco a poco por la pasión. Cuando estábamos por tumbarnos en la cama la detuve.

—Aquí no, Beth —dije alejandola un poco—. Y no hay tiempo para ir a Nueva Roma y rentar una habitación.

Ella se rio y me dio un beso en la frente. Salimos de los cuarteles tomados de la mano, encontramos a Nico, Will, los pretores y dos personas que no esperaba.

—¿James? —dije—. ¿Qué haces aquí?

Mi amigo iba acompañado de Cynthia, su novia de la universidad.

—Will me invitó —respondió James—. Como la universidad está en cuarentena por el accidente químico tenemos tiempo libre. Dijo que Cynthia podía venir si quería.

—Pero creí que los mortales no podían pasar las barreras mágicas del Campamento Mestizo —dijo Beth.

—Eso es cierto —dijo Nico—. Pero la verdad es que un campista puede autorizar la entrada a un monstruo o mortal. Sin embargo, tratamos de evitarlo en lo posible. El último monstruo permitido fue Ella y Tyson antes que ella.

—Pero no soy mortal —dijo Cynthia—. Al menos no por completo. Soy un legado, tercera generación, descendiente de la musa de la astronomía Urania.

—Una cosa menos de que preocuparse —comentó Will—. ¿Entonces no les molesta prestarnos la camioneta del campamento?

—Claro que no —dijo Hazel—. Así podrán ir más cómodos que en el auto de Jules-Albert.

Frank levantó el pulgar y dijo:

—Luego de que Apolo, Meg, Reyna y James chocaran la Pickup, luego de que nos recuperamos, usamos parte del presupuesto para comprar una Minivan.

—¿Una camioneta familiar? —observé—. Supongo que funciona. Todos a bordo.

—Déjenla cerca del aeropuerto —indicó Frank—. Iré por ella al anochecer, pero no puedo pagar el estacionamiento.

—No te preocupes, Frank —dijo Nico—. Los veremos pronto.

***

No hay mucho que decir del viaje. Por primera vez en meses pude relajarme y dormir durante el vuelo. Escuchaba como los demás conversaban y se reían, lo que me hizo querer unirme, hasta que Cynthia comenzó a contarle a Will sobre su carrera en astrofísica y que estaba escribiendo un artículo importante sobre el Sol, esperando graduarse con él. Eso llevó a Bethany y James a hablar sobre sus respectivos estudios y a invitar a Nico y Will a hacer una carrera en la Nueva Roma.

No es fácil ser un semidiós: Recuperando el honor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora