Siglo sabático. Comienzan las vacaciones

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Mis amigos me bombardearon con preguntas. "¿Cómo van las cosas en el Campamento Júpiter?" "¿Ya terminó tu castigo?" "¿Por qué no vino Bruce?"

—Es demasiado —dije entre risas—. Déjenme saborear este momento con ustedes.

—Ya he saboreado bastante en Alejandría —comentó Alan—. Quiero saber los chismes más recientes.

—De acuerdo. Será mejor que se pongan cómodos.

Relaté lo mejor que pude lo sucedido en los últimos meses que no los había visto incluido mi trabajo como gladiador, mi deserción de la universidad y el incidente con el ogro gigante en el Circus Maximus. Esperaba que me regañaran por haber priorizado mi trabajo en la arena sobre mis estudios o sobre ellos, pero nadie dijo nada al respecto, sólo Alan hacia uno que otro comentario, pero más inclinado a hacer un chiste que aliviara la tensión.

—Así que un colapso nervioso —señaló Anna—. Al menos no te mandaron a un manicomio.

—Considerando que casi mato a Gerald y herí muy feo a Anne, me sorprende que no lo hicieran.

—Porque Frank y Hazel te quieren mucho, Chibigon —dijo Nika—. No estás loco ni nada por el estilo. Esas vacaciones que te mandaron te ayudarán, lo sé.

—Gracias, rusita loca.

Nika sonrió en respuesta a su apodo.

—Lo cierto es que no sé cómo empezar a relajarme. Llevo tanto tiempo luchando, entrenando y cumpliendo con mis deberes de legionario. ¿Qué hacemos primero?

—¿Por qué no vamos a la playa? —sugirió Tzamn—. El clima es templado, no hay mucho sol, perfecto para todos.

—De acuerdo, vamos a cambiarnos y nos vemos en la hoguera de Hestia en media hora —dijo Anna.

Tomé a Beth de la mano y caminamos todos hacia las cabañas. Muchos otros campistas iban de aquí para allá, la mayoría sólo tenían entre doce y dieciséis años y nos observaban como si fuéramos personajes de leyenda vueltos a la vida. Nunca olvidaré mis primeros años en este lugar, yo vi a Luke de la misma manera en que ellos me miran ahora.

Cada quien fue a su respectiva cabaña, saludé a mis nuevos hermanos (porque lo único que hace bien Ares es traer más niños). Los únicos que conocía eran Sherman y Ellis; Clarisse había ido a la universidad y Anna Spades había muerto en la batalla contra Gaia salvando a Valentina Díaz.

Sherman me miró con desdén, le había dejado unos buenos moretones en los brazos.

—Vas a pagarlo —prometió.

—Hey, tal vez seas el capitán, pero yo soy más fuerte.

—Me harás perder el respeto de los nuevos. No sólo de nuestros hermanos y hermanas, sino de los copitos de nieve que llegaron hace poco.

—Sherman, estoy seguro que puedes mantener tu poder aquí siempre y cuando no llegue una Meg McCaffrey a patear tu entrepierna.

—Dioses, no me lo recuerdes.

Me reí de Sherman, luego cambié a un cómodo traje de baño y una camisa playera sin mangas. Salí de la cabaña cinco para reunirme con mis amigos, ya estaban Tzamn, Hannah, Alan y Bethany. Después de unos quince minutos después de la hora acordada llegaron Anna, Nika, Diana, James y Cynthia. Lo cierto es que no tenía muchas ganas de estar con James, pero estoy decidido a relajarme y estar con mis amigos.

Tzamn cargaba una canasta con comida con su brazo metálico y tomaba la de Hannah con la otra. Alan caminaba junto a Bucéfalo y Anna, hablando de sus aventuras en Alejandría. Nika, Beth y Diana (para mí gran sorpresa) conversaban alegremente. ¿Desde cuándo eran amigas?

No es fácil ser un semidiós: Recuperando el honor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora