Misericordia no es debilidad

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El pasaje por el que nos llevó lord Daisuke empezaba dentro de una gran roca, la cual era una puerta sellada que sólo podía abrirse con la espada. Me pareció una genialidad.

El camino fue largo y cuesta arriba, Daisuke nos compartió algunos datos curiosos sobre la historia del clan Hongō, como proezas de batalla, miembros importantes en el ámbito de la filosofía y las ciencias naturales. Me pareció fascinante, incluso me enseñaron unas cuantas frases y palabras en japonés.

Después de unas horas llegamos al final del pasadizo. Había una escalera de piedra que subía hacia una escotilla de madera. Jing y yo la empujamos, había algo bloqueandola, cuando por fin cedió resultó que había una estantería encima de ella.

—«Hey, es mi casa» —dijo Takeshi—. «Pusiste un escape de emergencia».

—Era para que mi hermana, tu madre, pudiera evacuar con los otros aldeanos en caso de que Cornelio logrará su cometido —respondió Daisuke—. Pero el día que morí... No hubo tiempo de nada, sin advertencia, tampoco cuartel. Fue una masacre.

—No fue su culpa, lord Daisuke —dije—. Usted hizo todo lo que pudo.

—No sirve de nada lamentarse al respecto —dijo Daisuke—. Eso no devolverá a los muertos. Lurygon-san, lamento decirte que ahora la responsabilidad recae en tus hombros. Proteger esta aldea, o lo que queda, y expulsar la maldad para siempre.

Oh ya saben, lo de siempre, sin presión. Mejor no pensé en lo que dijo y avancé hacia la escalera. Me asomé sigilosamente, estábamos en un sótano, la estructura de la casa no pareció sufrir demasiados daños. Fui hacia una ventana para hacer un poco de reconocimiento.

—¿Qué ves? —preguntó Jing.

—Creo que se juntaron cerca del pasadizo secreto que usamos primero. Creen que entraremos por ahí.

—Iré a hacer reconocimiento —dijo Jing—. Espérame aquí.

Se transformó en zorro e hizo algo increíble: juntó todas sus colas y se fusionaron en una sola. Imaginé que así pasaría por un zorro silvestre común y corriente. Salió por la ventana y echó a correr hacia la aldea.

—Sólo espero que esté bien.

Me senté y crucé las piernas. Pensé un poco en Jing y lo que pasaría después en caso de que ambos viviéramos. Tengo toda la intención de salvar a Bethany de cualquier destino que se le haya impuesto, pero si al final no está viva, tendré que seguir con mi vida. Después de reflexionar un poco, también consideré la posibilidad de que sea su espíritu el que me esté llamando en sueños, tal vez Shi Kumo o el zorro negro atraparon su alma y por eso no puede descansar en los Campos Elíseos. Si ese llega a ser el caso, tal vez la oferta de Jing no sea tan descabellada; sin Bethany no tengo ninguna razón para volver a América, soy un desertor de la legión y seguro que Tzamn y los demás me odian por dejarlos así, ya que no recibí ningún mensaje iris, holo-pergamino ni littera aurae. No estoy diciendo que los culpo, sino que esas son las consecuencias de la manera en que me comporté. Teniendo en cuenta eso, estar con Jing y casarme con ella aquí en Japón podría ser un buen premio de consolación.

—¡Cornelio! —exclamó una voz profunda y gutural—. ¡Está aquí! ¡Envía a tus hombres a buscarlo!

—¡Ya lo escucharon! ¡Quiero un barrido completo del lugar!

¿Hablaban de mí? No lo sabía. Lo mejor sería bajar a la trampilla y ocultarme, pero Jing seguía allá afuera y no podía abandonarla. Vi que uno de los mercenarios se dirigía hacia la casa de Takeshi, solo, así que bajé al sótano para tenderle una trampa. Escuché sus pisadas bajando las escaleras, parecía cauteloso.

No es fácil ser un semidiós: Recuperando el honor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora