Por amor

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No voy a negar que se me rompió el corazón el saber que Jing era la bestia de nueve colas. La chica que consideré mi amiga durante bastante tiempo, que me apoyó cuando sentí que había perdido todo... Si bien me reveló previamente que era una kitsune, no era razón para que dejara de ser una persona importante para mí.

Bajé la espada y la miré directo a los ojos. Sólo se me ocurrió una cosa que decir:

—¿Por qué?

Jing sonrió de oreja a oreja.

—Pobre Arthur —dijo burlona—. ¿Molesto porque se besó con la mala de la historia?

—Todo el tiempo ahí y no pude verlo —respondí—. ¿Todo lo malo que me ha pasado es tu culpa?

—Oh, no quieras hacerme responsable de todas tus desgracias —se defendió Jing—. Yo sólo provoqué lo que tiene que ver con mi mundo, el resto sigue siendo tu culpa.

—¡Entonces Bethany murió por tu culpa! —desenvainé la katana—. También Nando y Drew.

Jing mantuvo esa sonrisa altanera.

—Puede que mis acciones hayan atraído desgracias para esos mortales, pero piensa que si hubieras hecho lo que le prometiste a tu hermano, ellos no hubieran muerto.

Sus palabras hacían hervir mi sangre, pero por alguna razón no pude atacarla, una parte de mí creía que estaba diciendo la verdad, que las muertes de Beth, Nando y Drew fueron culpa mía.

—«¡No hermano!» —intervino Takeshi—. «Estoy harto. No fue culpa tuya lo que ocurrió con tus amigos y tu novia. Las acciones directas fueron cometidas por ella, sólo quiere engañarte».

—Ah, yūrei, sigues aquí —dijo Jing—. Por fin puedo dejar de fingir que no te veo o escucho.  Una vez que recupere mi poder, me encargaré de devorar tu alma para que puedas descansar. ¿Verdad que soy muy piadosa?

Este repentino y extremo cambio en su personalidad resultaba inquietante. Mis ojos no podían dejar de verla como la chica dulce, amable e inocente que no entendía la cultura occidental, pero se esforzaba por encajar en el Campamento Júpiter y hacer amigos.

—¿Qué te hace pensar que recuperarás tu poder? —dije retándola—. No puedes usar la espada y yo no te ayudaré.

—Oh, sí que lo harás y no tendré la necesidad de obligarte, lo harás por tu propia voluntad.

Jing empezó a caminar a mi alrededor, yo la seguí con la hoja de la espada preparada para cualquier ataque.

—Antes de seguir, tengo una pregunta —dije—. ¿Por qué deseas una guerra entre panteones?

—¡Oh! Quieres que revele mi plan malvado —dijo riéndose—. Muy bien. Ya sabrás que yo secuestré a Inari y engañé a Tsukuyomi para hacerle creer que eras tú.

—Eso ya lo deduje. Lo que no sé es por qué.

—Es bastante simple. Mi madre me traicionó y eligió encerrarme en el Jigoku antes que oponerse a la tiranía de Izanagi y la crueldad de Susanō. Cuando obtenga el poder de Inari, seré tan poderosa que podré destruir a cualquier dios que quede al final de la guerra.

No es fácil ser un semidiós: Recuperando el honor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora