Estofado de conejo a las hierbas. Juro que no le copié a Tolkien

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No pude identificar a la bestia hasta que llegó al pie de la montaña. Por fortuna no había turistas cerca que pudieran ser heridos en esta batalla. El monstruo rugió con gran poder, casi podría asegurar que estaba furioso y no era con nosotros.

—¿Qué diablos es esa cosa? —dijo Jing.

—Es uno de los monstruos griegos más peligrosos —respondí—. La Quimera.

Así es, de alguna forma Cornelio consiguió que Equidna, la madre de todos los monstruos, le prestara a uno de sus hijos consentidos para su campaña. La mayoría de los monstruos no usan dinero y creo que Equidna está entre ellos, parece más probable que Cornelio usará semidioses para capturar a la Quimera y luego obligarla a obedecerlo.

—Tranquila, voy a liberarte —murmuré—. Al igual que yo, no tendrías que estar aquí.

Jing se transformó por completo en un zorro de pelaje gris claro con sus patrones rojos y naranjas. Sus cuatro colas alzadas como las plumas traseras de un pavorreal. Desenvainé la katana y me puse en posición.

Para los que nos leen desde otros panteones, la Quimera es un monstruo griego muy famoso. El nombre significa "cabra hembra" pero hoy en día se usa para describir un organismo compuesto de dos o más partes de diferentes seres. Esto es debido al aspecto de la Quimera, pues su cuerpo es el de una leona, con excepción de la cola, que toma la forma del cuerpo de una serpiente de cascabel y desde la nuca le crecía la cabeza de una cabra que escupía columnas de fuego.

—No vayas a subir a su espalda —advertí a Jing—. Te puede quemar. Y cuídate de la serpiente, su veneno es mortal.

Jing gruñó, quiero pensar que fue una respuesta positiva a mis advertencias. Ambos saltamos al ataque, la Quimera hizo lo mismo y trató de morder a Jing en el cuello. En su momento no lo pensé, tal vez las armas japonesas no dañarían a los monstruos griegos, igual que el bronce celestial y el oro imperial. Pero vi a Takeshi matar cientos de monstruos con esta arma, así que no había problema. Corté a la Quimera en el costado y esta rugió furiosa, lanzó un zarpazo que no pude esquivar y me rasgó la espalda.

—¡Maldita... Agh!

Sentí la sangre mojando mi ropa, me puse de pie con dificultad. Jing estaba corriendo de un lado a otro llamando la atención de Quimera. Comí un poco de ambrosía que siempre cargo conmigo, el sabor se hacia cada vez más amargo, pero alivió mi dolor y empezó a curarme.

—¿Podría sellar un monstruo griego? —pregunté a los fantasmas.

—«Nunca lo he intentado» —dijo Takeshi—. «Si fallas, creo que morirás».

—La espada no se hizo para sellar todo lo que se mueve —reprendió lord Daisuke—. Eres hijo del dios de la guerra, ¿no?

—Sí —respondí.

—Eres un guerrero. Un monstruo como este no es rival para ti. Acábalo.

No sentí furia esta vez, tampoco la incontrolable necesidad de proteger a Jing. Por primera vez en toda mi vida me encontré falto de esa voluntad de luchar, empecé a creer que el querer terminar con esto era inútil, sólo debía dejar que me mataran y descansar por fin.

Sigue luchando, mi amor.

—¿Bethany? —pregunté al viento—. No, no puede ser posible.

Ya estás muy cerca. Sigue adelante.

No sé si estaba hablando de cerca de salvarla o de reunirme con ella en el Inframundo, pero sentí mi fuerza renovarse, apreté la empuñadura de la katana y me lancé al ataque.

Quimera mordió una de las colas de Jing y la azotó contra el suelo. Un poco antes de que la mordiera en el cuello, salté y sujeté el cuerno de la cabeza de cabra, captando así su atención. Escupió una llamarada vertical y la leona rugió. Me solté y rodé por el suelo para esquivar a la serpiente y sus colmillos.

No es fácil ser un semidiós: Recuperando el honor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora