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POV LISA.

—Me enrollé con alguien el lunes por la noche.—dije en el momento en el que Rosé respondió a mi llamada.

La tienda llevaba en silencio toda la tarde, lo que me había dejado tiempo para recordar el aliento de Jennie en mi cuello, el contacto de su mano en mi trasero.

Aunque no habría sido fácil de olvidar ni aunque hubiera estado rodeada de mil personas.

—¿Qué? .—gritó—. ¿Con quién? ¿Estabas borracha? ¿Y por qué coño has tardado cinco días en decírmelo?

—Cuatro. —Un poco menos, en realidad.

Tres días, diecinueve horas y treinta y seis minutos, si quería ser exacta.

Pasé el dedo por la vitrina que acababa de reorganizar, intentando no sonrojarme.

—¿Por qué has esperado tanto? Podrías haber marcado mi número y conectar el altavoz. Soy tu mejor amiga.

—Y una pervertida, al parecer.

Deja de dar rodeos y cuéntame qué ha ocurrido. Hemos hablado todos los días y no has mencionado nada al respecto.

No sabía por qué no se lo había dicho.

Tal vez había estado esperando a encontrarme con Jennie de nuevo, a estar segura de que ella era real.

Pero no la había visto desde entonces.

Su coche había permanecido aparcado en la entrada toda la semana, pero la única vez que había visto una luz encendida había sido esa misma mañana temprano, cuando me había levantado a por un vaso de agua.

—Fue solo un beso.

Si se hubiera quedado cinco segundos más en mi porche antes de irse a su cabaña el lunes por la noche, la habría invitado a entrar y a meterse en mi cama.

Ella no me había presionado cuando había puesto fin al beso, gracias a Dios, porque habría cedido a mis deseos.

El beso había sido más que solo un beso.

Lo había sentido hasta en los huesos y había permanecido conmigo durante horas.

Tal vez porque hacía mucho tiempo que no besaba a nadie. O quizá por la forma en que me abrazó con firmeza, poseyendo mi boca por completo, lo que lo había llevado a un nivel superior.

—¿Con quién? .—exclamó, haciéndome volver a nuestra conversación.

—Ah, con la mujer de al lado.

—¿La de la empresa que tiene alquilada la cabaña? .—Parecía confusa—. ¿Y cómo ocurrió?

—Nos pusimos a ver juntas en una tormenta, y luego solo nos dejamos llevar.

No había percibido la tormenta después de que me tocó, solo había oído su aliento en mi piel, sus gemidos contra mi oreja.

Ni siquiera sabía que la conocías.

Sonreí al recordar la confusión que había mostrado Jennie cuando le grité junto al quiosco de música.

Debí de parecerle una chiflada.

—Sí, la había visto un par de veces.

—¿Se acostaron? ¿Volverán a verse? ¿O fue un rollo de una noche?

Suspiré.

No estaba segura de querer pensar en la respuesta a ninguna de sus preguntas.

Me gustaba recordar aquella noche: los truenos y los relámpagos, el vino, los besos… Pero para mí todo había empezado y terminado en el porche junto con la tormenta.

Y me contentaba con dejar que las cosas siguieran así.

¿Por qué estropear una noche perfecta?

—No hubo sexo, y sí, fue un rollo de una noche.

El silencio, algo que nunca pronosticaba nada bueno cuando se trataba de Rosé, se extendió entre nosotras.

Estaba tramando o pensando algunas preguntas imposibles de responder.

Vale.—dijo ella.

—¿Qué quieres decir con «vale»? .—No podía ser tan sencillo.

Quiero decir que vale.

—¿No vas a interrogarme más, a analizar cada detalle y a darle vueltas al asunto hasta aburrirme? .—Tal vez todavía estaba demasiado afectada por su ruptura.

No.

—¿No? .—Casi no podía creerme que me escapara como si tal cosa.

Me he prometido a mí misma ser más paciente, y, de todos modos, es obvio.

—¿El qué?

Es la mujer que la señora Wells dijo que iba a entrar en tu vida este verano.

Me reí.

—Siento decepcionarte. —Jennie estaba de paso por la ciudad. Y solo había sido un beso—. No provocó una tormenta.

Pero ¿es guapa?

Muy muy guapa.

Recordé  lo suave y bronceado que tenía la piel, y su cabello castaño entre claro y oscuro.

El corazón me latía más rápido solo de pensar en ella.

—No vamos a hablar de eso. Ya no tenemos catorce años.

—¿Y qué? Nunca se deja de apreciar a una tipa buena.

¿Una tipa buena? Era la reyna de las tipas buenas.

—No voy a discutir contigo qué puesto ocupa en el ranking.

Lo que significa que si lo es. Lo sabía.—se jactó, y casi pude ver cómo levantaba el puño al otro lado del teléfono—. Vive en la cabaña de al lado, así que va a pasar algo más.

—No lo creo.

Jennie se había alejado tan contenta; no estaba buscando un encuentro fugaz.

Y yo no estaba buscando nada.

Bueno, ¿alguna cosa más que contarme? Apuesto algo a que ese beso te encendió las entrañas. Pronto se repetirá, créeme.

—No digas «entrañas». —Puse los ojos en blanco—. Es el tipo de cosas que diría tu abuela.

Mi abuela está muerta, así que no le dice nada a nadie. Esto podría ser el comienzo de algo, Lis.

Había sido agradable sentirme atractiva y tener los brazos de Jennie  a mi alrededor, aunque fuera consciente de que eso no iba a cambiar nada.

Sabes que no todas las personas son como el imbécil de tu ex, ¿verdad? Y estoy siendo magnánima con él.

—Lo sé.—aseguré—. Lo que me pasó en Nueva York con Shownu fue hace mucho tiempo.

No lo olvides. Permanece abierta a nuevas posibilidades.

No me gustaba que Rosé me dijera que no había hecho nada desde lo ocurrido en Nueva York.

Había estado muy ocupada.

Contemplé la estancia.

La luz del sol se colaba por los ventanales del escaparate, que iban del suelo al techo e iluminaban toda la tienda, dando brillo a la alfombra de color rosa bebé y creando una sensación que me recordaba a Alicia en el país de las maravillas.

Ese lugar se había beneficiado de mi dedicación y concentración, y, aunque no vendía joyas de alta gama hechas a mano, las que había imaginado en la universidad que iba a diseñar, seguía ideando hermosas piezas.

Y la gente las compraba.

Había logrado mi objetivo.

Había aprovechado mis posibilidades.

ScandalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora