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POV LISA.

Recogí la maleta de la cinta de equipajes, imaginando el caos quese formaría en la zona de salidas si Jennie hubiera decidido presentarse en el aeropuerto, a pesar de que habíamos acordado que yo iba a ir en un coche a su casa. Podía haber acabado rodeada de mujeres gritando, enfocándola con sus teléfonos y diciéndole Dios sabía qué en su cara.

A mí no me había parecido nunca una estrella de cine; solo era Jennie, la tipa que se había refugiado en el quiosco de música en una tormenta, la mujer que podía hacer que me corriera una y otra vez.a

Coloqué la maleta sobre las ruedas y fui hacia la salida.

Los nervios me hacían sentir un nudo en el estómago. ¿Qué iba apasar si todo era diferente entre nosotras en Los Ángeles? El tiempo que habíamos pasado juntas en Maine había sido fluido y cómodo, pero, en Los Ángeles, Jennie estaba rodeada de las mujeres más guapas del planeta. ¿Iba a preguntarse al verme porqué me había invitado a salir?

Al dejar atrás la zona de recogida de equipajes, me detuve antes de dar los últimos pasos hacia las puertas correderas que llevaban al mundo real. Jennie había dicho que iba a enviar a un chófer a recogerme, así que debía buscar a alguien que llevara un cartel con mi nombre.

Tomé aire y seguí avanzando.

Agarré al asa de la maleta, pero, de repente, me empujaron, y me caí sobre las posaderas.

¿Qué coño...?

Nadie se detuvo para ayudarme, y, cuando levanté la vista, estaba pasando junto a mí un enorme y corpulento agente de seguridad.

-¡Eh! .-grité, intentando ponerme en pie.

Las puertas correderas se abrieron y cien bombillas se encendieron de golpe. ¿Qué estaba pasando?

Entorné los ojos y me esforcé por ver qué ocurría.

Cuando alcancé al segurata que me había derribado, una mujer con unas cuñas demasiado altas se detuvo ante los fotógrafos.

Genial.

Me había echado a un lado el cuerpo de seguridad de una famosa.

No pude evitar pensar que era una especie de advertencia, que estar con Jennie podía hacerme caer de culo.

Entonces, vi mi nombre escrito en una pizarra blanca y me acerqué a la persona que la sostenía.

-Señorita Manoban.-me saludó el hombre del cartel-. Permítame llevar su equipaje. Tengo el coche justo delante de lapuerta.

Noté el estómago revuelto; ya no había vuelta atrás.

-Gracias.

El coche-un Range Rover menos llamativo de lo que esperaba- estaba, en efecto, aparcado junto a la entrada.

El conductor abrió la puerta, y entré.

Chillé al darme cuenta de que no estaba sola.

-Se me ha ocurrido darte una sorpresa.-dijo Jennie, sonriente, antes de envolverme en un abrazo.

-¡Oh, gracias a Dios!

La rodeé con mis brazos y enterré la cara en su cuello, feliz, por un lado, de no haber sido secuestrada y por otro, de verla.

-¿Estás bien?.-preguntó mientras me alejaba un poco de ella para estudiarme como si hubiera perdido la cabeza.

-Sí. Me alegro de verte. -Le sonreí.

-No podría estar más feliz de verte.-dijo; me encerró la cara entre las manos y pasó los pulgares por mis pómulos.

Me derretí ante su contacto.

ScandalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora