POV JENNIE.
Habían pasado veintisiete horas, diez minutos y aproximadamente cuarenta y cinco segundos desde el momento en que llegué a Worthington, Maine, dejando atrás Los Ángeles. Lo que significaba que habían pasado veintisiete horas, diez minutos y aproximadamente cincuenta y cinco segundos desde la última vez que me habían reconocido.
Mi ritmo cardíaco era de ciento treinta y dos latidos, y los músculos de mis muslos habían empezado a arder, pero seguí corriendo, respirando el aire fresco del mar.
No recordaba la última vez que había corrido al aire libre.
En Los Ángeles, la mayor parte del tiempo hacía demasiado calor, aunque el calor era el menor de mis problemas.
Ser perseguida por las fans, o, peor, por los paparazzi, sí era grave. Pero, al parecer, en Maine nadie pisaba los cines.
Debía sentirme agradecida.
Al fin y al cabo, la fama era solo una consecuencia de ser una actriz de éxito en Hollywood, aunque a algunas estrellas les encantaba llamar la atención.
Tenían el número de algunos paparazzi en marcación rápida y los avisaban cada vez que salían de casa.
En mi caso, la fama venía con el paquete y la soportaba porque el lado bueno superaba al malo.
Me gustaba poder correr allí, pero no valía la pena renunciar al éxito por disfrutar del anonimato. Así que la fama era un precio que estaba dispuesta a pagar.
Me estremecí cuando una enorme nube gris se deslizó por el cielo como si se tratara de una aeronave alienígena sacada de Independence Day.
¡Joder! Era siniestro…
Había programado una ruta antes de salir, así que crucé la calle y me dirigí hacia el parque, pues sabía que era un atajo para regresar a mi cabaña de alquiler.
Al empezar a correr por la hierba, el móvil vibró en mi bolsillo.
Mierda, era mi agente.
Reduje la velocidad y contesté.
—Hola, Minho.—lo saludé antes de que el rugido de un trueno ahogara mi voz.
—¿Dónde coño estás? .—preguntó.
Unas gotas de lluvia grandes y gordas salpicaron el camino que atravesaba el parque.
Iba a quedar empapada.
—Me ha pillado una tormenta. ¿Qué pasa?
Miré el parque y localicé un pequeño quiosco blanco de música.
Me dirigí hacia allí con la esperanza de poder terminar la conversación sin que se me encharcara el móvil.
—Bueno, he recibido una llamada de Anthony Scott. Le encantaste en el artículo de Vanity Fair. Quiere saber cómo tienes la agenda dentro de dieciocho meses.
Vaya.
Anthony Scott tenía patentada la fórmula para convertir las películas en éxitos de taquilla. No podía decir que me encantaran sus tramas, pero trabajar en una película de Anthony Scott era un siguiente paso acertado: era un director muy respetado y un éxito seguro.
—¿En qué proyecto está pensando?
—¿A quién coño le importa? Si Anthony Scott te quiere en su plató, no necesitas saber nada más. Es la prueba de que tu reputación está empezando a recuperarse de esas indiscreciones pasadas y de que estás en el buen camino.

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Scandal
FanficKim Jennie es una estrella de Hollywood... Lalisa Manoban es, literalmente, la chica de al lado. Soy Kim Jennie, la niña mimada de la industria del séptimo arte, pero si quiero seguir en la cima, tengo que borrar la imagen de bad girl que he proyect...