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POV LISA.

Un sabor metálico me golpeó la lengua y me saqué el pulgar de la boca para mirar la cutícula que me sangraba.

¡Mierda!

Dejé de andar y traté de concentrarme en el mar mientras la voz al otro lado del teléfono seguía hablando de talento, de reuniones y de Nueva York.

—¿Puedes reunirte conmigo el próximo jueves? .—preguntó Beatrice Gravel, la jefa de compras de Barneys.

Era la segunda vez que me lo pedía, y no podía aplazar más mi respuesta.

Además, eso era justo lo que pretendía cuando, dos semanas antes, le había enviado los dibujos y fotografías del brazalete a un contacto del señor Butcher.

—¿Sería en Manhattan? .—Por supuesto que sí. ¿Dónde más podía ser? No había vuelto a pisar La Gran Manzana desde la universidad. Sin embargo, ¿cómo iba a perder la posibilidad de tener una línea de joyas en Barney por culpa de mi ex?

Sí. Podemos almorzar juntas, hablaríamos de los próximos pasos y te enseñaría algunas de las colecciones de joyas que tenemos. Creemos que tus diseños encajarían muy bien.

Si Rosé hubiera estado a mi lado, me habría arrancado el teléfono de la mano, habría aceptado en mi nombre y me habría dicho que todo iba a salir bien.

Algo que, por cierto, también habría hecho Jennie.

Inspiré hondo.

Siempre podía retirarme más adelante si me diera un ataque de pánico. Pero mientras estaba en la terraza, con vistas al mar, protegida de la tormenta que sentía a pocos minutos de distancia, me recorrió una oleada de valentía.

De poder.

Como si estuviera al borde de mi destino.

—Me parece muy bien.

Genial. Si tienes más diseños, tráelos. Nos encanta la colección Bastet y, definitivamente, queremos empezar con ella, pero queremos ver cualquier otra cosa en la que estés trabajando.

Apreté el dedo índice contra el punto donde me sangraba el pulgar.

—A ver lo que puedo encontrar.

Vale. Estoy deseando conocerte en persona después de tantas llamadas telefónicas.

—Sí, yo también… —Busqué las palabras adecuadas. ¿Por qué me sentía tan incómoda cuando la gente me halagaba?.— estaré encantada de conocerte.

Finalmente, nos despedimos y colgué, preguntándome en qué me había metido.

Pegué un brinco cuando el móvil vibró contra la palma de mi mano.

Sonreí al ver quién me llamaba y pasé el dedo por la pantalla.

—Hola, señora estrella de cine. ¿Qué tal por Italia?

Hola, preciosa.—respondió Jennie—. Acabo de llegar al aeropuerto.

No se oían de fondo los ruidos normales en un aeropuerto, pero seguramente estaba en una sala vip.

—¿Y luego vas a Suecia?

Sí, creo que sí. Aunque, en este momento, confieso que no tengo ni idea.

Parecía agotada, lo que era lógico.

Se estaba acercando al final de la gira promocional de la película y cada vez que hablábamos se mostraba menos entusiasmada con su trabajo.

ScandalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora